Cuenta una historia que un estudiante universitario salió a dar un paseo con su profesor, quien por su bondad era considerado como un buen amigo por sus alumnos.
Mientras caminaban, vieron un par de zapatos viejos, y pensaron que seguramente pertenecían a un humilde trabajador del campo de al lado, que estaría a punto de terminar su jornada.
El alumno dijo al profesor: “Hagámosle una broma; escondamos los zapatos y ocultémonos detrás de esos arbustos para ver su cara cuando no los encuentre”.
El hombre pobre, terminó sus tareas y cruzó el terreno en busca de sus zapatos y abrigo. Cuando se puso su zapato, notó que había algo dentro, se agachó para ver qué era y asombrado, comprobó que se trataba de una moneda. Pasmado, se preguntó cómo pudo ser. Miró la moneda, la dio la vuelta y la volvió a mirar. Luego observó a su alrededor, para todos lados, pero como no veía a nadie, la guardó en su bolsillo. Luego se puso el otro zapato y su sorpresa fue doble al encontrar la otra moneda. Sus sentimientos lo sobrecogieron; cayó de rodillas y levantó la vista al cielo pronunciando un ferviente agradecimiento en voz alta. Su situación era desesperante, no contaba con ayuda, su esposa estaba enferma y sus hijos no tenían para comer. Con un gran sentimiento de gratitud, reconoció que gracias a una mano desconocida no morirían de hambre.