lunes, 14 de diciembre de 2015

El verdadero remedio para la soledad

soledad-bibleRecientemente, algunos investigadores realizaron unos estudios para ver qué es lo que nos hace de verdad felices, y llegaron a la conclusión de que no es ni el éxito, ni la apariencia física, ni el dinero, ni el estatus social. El ganador fue: las relaciones. Concuerdan con Dios: “No es bueno que el hombre esté solo…” (Génesis 2:18b).
¡Y sin embargo, hoy es más fácil que nunca sentirse solo! Un hombre, interpelando, le dijo a su amigo: “¿Qué quieres decir con que no tenemos comunicación? ¡Ayer te mandé un fax, respondiendo al mensaje que me dejaste en el contestador!”
Estamos dispuestos a hacer cualquier cosa con tal de no estar solos, hasta aferrarnos a personas a las que ni siquiera apreciamos. Incluso el saber que alguien no nos ama no nos impide seguir acostándonos con esa persona. ¡No es de extrañar, pues, que el número de afectados por las enfermedades venéreas se haya disparado! Tal vez no nos agrade mucho hablar de este tipo de cosas, pero ya es hora de parar los eventos funerarios, arrestar al maligno y decir: “¡No más! ¡Nos estás robando a nuestros hijos!”

El Lobo Flautista

Un cabrito se rezagó en el rebaño y fue alcanzado por un lobo que lo perseguía. Se volvió hacia éste y le dijo: “Ya sé, señor lobo, que estoy condenado a ser tu almuerzo. Pero para no morir sin honor, toca la flauta y yo bailaré por última vez”.
Y así lo hicieron, pero los perros, que no estaban lejos, oyeron el ruido y salieron a perseguir al lobo. Viendo la mala jugada que hizo, se dijo el lobo: “Con sobrada razón me ha sucedido esto, porque siendo yo cazador no debí meterme a flautista”.
Cuando vayas a efectuar una nueva actividad, antes ten en cuenta tus capacidades y las circunstancias, para valorar si puedes salir adelante.
La fábula, aunque ilustra el dilema del desenfoque en la vida, queriendo ser algo que no somos y por ende, dando al traste con lo que realmente somos, de ninguna manera nos limita para abrazar nuevas etapas en la vida.
Solo Dios sabe cuáles son todas nuestras capacidades potenciales, ya que algunas jamás las hemos visto en acción por falta de oportunidades hasta el momento.
Por eso nunca debemos permitir que nuestro “programa de vida” nos limite de alguna manera… Busquemos siempre la dirección de parte de Dios, y aún más en el momento de considerar comenzar algo nuevo en lo que nunca nos hemos movido. Su guía y consejo son los que realmente valen.

El lado bueno de la vida

Al inicio de mi clase de las 8:00 a.m. un lunes en la Universidad de Nevada, en Las Vegas, (UNLV), les pregunté a mis estudiantes cómo habían pasado su fin de semana.
Un joven me dijo que su fin de semana no había sido muy bueno. Le habían extraído una muela del juicio. El joven procedió a preguntarme, a su vez, por qué siempre parecía tan feliz.
Su pregunta me recordó algo que había leído en algún lado antes: “Cada mañana que nos levantamos, podemos escoger cómo queremos enfrentarnos a la vida ese día”, le dije al joven: “Escojo estarlo”.
“Déjeme darle un ejemplo”, continué. Los otros sesenta estudiantes de la clase dejaron su tertulia y comenzaron a escuchar nuestra conversación.
“Además de enseñar aquí en la UNLV, también lo hago en la universidad comunitaria en Henderson, a unas diecisiete millas de donde vivo, por la autopista. Un día, hace algunas semanas, conduje esas diecisiete millas hasta Henderson. Salí de la autopista y me dirigí hacia la calle de la universidad.
Solo tenía que conducir otro cuarto de milla por esa calle para llegar a la Universidad. Pero justo entonces, se me paró el coche. Intenté darle ignición de nuevo, pero el motor no arrancó. Así que puse mis luces tintineantes, tomé mis libros y me encaminé hacia la universidad”.
“Tan pronto como llegué, llamé a la Asociación de Automovilistas de los EUA (AAA) y les pedí que me enviasen una grúa. La secretaria de la oficina del director me preguntó qué había pasado. Este es mi día de suerte”, contesté sonreído.
“Su coche se estropea y ¿hoy es su día de suerte?” Estaba sorprendida. “¿Qué quiere decir?”
“Yo vivo a diecisiete millas de aquí”, le contesté. “Mi coche pudo haberse estropeado en cualquier lugar de la autopista pero no lo hizo. En vez de eso, se descompuso en el lugar perfecto: a la salida de la autopista, a una distancia que yo pudiera caminar hasta aquí.
Todavía puedo dar mi clase, y he podido hacer los arreglos para que la grúa me encuentre después de clases. Si mi coche debía dañarse hoy, no pudo haber pasado de mejor manera”.
Los ojos de la secretaria se abrieron por completo y luego sonrió. Le devolví la sonrisa y me dirigí hacia la sala de clases. 
Así acabé mi historia a los estudiantes de mi clase de Economía en UNLV.

El regalo perfecto

Dad al Señor la honra debida a su nombre; traed ofrendas, y venid a sus atrios (Salmo 96:8).
Inline image 1Todos los años, el jardín botánico de mi localidad realiza una exposición sobre la Navidad en el mundo. Lo que más me gusta del belén que organiza es una escena francesa. En lugar del cuadro tradicional con pastores y magos con regalos de oro, incienso y mirra, hay aldeanos franceses que le llevan de regalo a Jesús, lo que Dios les dio a ellos: la capacidad de producir pan, vino, queso, flores y otras cosas. Esto recuerda el mandato del Antiguo Testamento de entregarle al Señor las primicias de nuestro trabajo (Éxodo 23:16-19). Esta escena navideña ilustra que todo lo que tenemos proviene del Señor, así que lo que tenemos que hacer es darle de aquello que recibimos de su mano.
Cuando Pablo instruyó a los romanos a presentar sus cuerpos en sacrificio vivo, estaba diciéndoles que devolvieran a Dios de lo que Él les había dado: la vida entera (Romanos 12:1). Esto incluye las dádivas divinas, además del trabajo con que se ganaban la vida. Sabemos que el Señor concede habilidades especiales: David era un músico talentoso (1 Samuel 16:18); Bezaleel y Aholiab tenían habilidad para tareas artísticas (Éxodo 35:30-35); y algunos son dotados para la escritura, la enseñanza, la jardinería y otras actividades.
Devolverle a Dios lo que Él nos dio primero, es el regalo perfecto: todo nuestro ser.
¿Qué puedes ofrecerle a Jesús?