Recientemente, algunos investigadores realizaron unos estudios para ver qué es lo que nos hace de verdad felices, y llegaron a la conclusión de que no es ni el éxito, ni la apariencia física, ni el dinero, ni el estatus social. El ganador fue: las relaciones. Concuerdan con Dios: “No es bueno que el hombre esté solo…” (Génesis 2:18b).
¡Y sin embargo, hoy es más fácil que nunca sentirse solo! Un hombre, interpelando, le dijo a su amigo: “¿Qué quieres decir con que no tenemos comunicación? ¡Ayer te mandé un fax, respondiendo al mensaje que me dejaste en el contestador!”
¡Y sin embargo, hoy es más fácil que nunca sentirse solo! Un hombre, interpelando, le dijo a su amigo: “¿Qué quieres decir con que no tenemos comunicación? ¡Ayer te mandé un fax, respondiendo al mensaje que me dejaste en el contestador!”
Estamos dispuestos a hacer cualquier cosa con tal de no estar solos, hasta aferrarnos a personas a las que ni siquiera apreciamos. Incluso el saber que alguien no nos ama no nos impide seguir acostándonos con esa persona. ¡No es de extrañar, pues, que el número de afectados por las enfermedades venéreas se haya disparado! Tal vez no nos agrade mucho hablar de este tipo de cosas, pero ya es hora de parar los eventos funerarios, arrestar al maligno y decir: “¡No más! ¡Nos estás robando a nuestros hijos!”