lunes, 19 de marzo de 2018

Cruz

Nuestras cargas nos pueden hacer mejores de lo que imaginamos:
más fuertes, más pacientes, más valientes, más amables, y más amorosos de lo que hubiéramos sido de no ser por ellas.
Un joven, que no sabía qué hacer ante tantos problemas, oraba en su cama y cayó en un profundo sueño.
En sus sueños ve a Dios, y le dice: “Señor, no puedo seguir, mi cruz es demasiado pesada”.
Resultado de imagen de siempre brillará el sol después de una tormenta.El Señor lo lleva ante un ángel, el cual le dice:
“Joven, si no puedes llevar el peso de tu cruz, puedes guardarla dentro de esa habitación que ves ahí. Después, escoge de entre todas las demás cruces que ahí se encuentran, la cruz que tú quieras”.
El joven suspiró aliviado.
-“Gracias”, dijo, e hizo como le indicó el ángel. Entró en la habitación y entregó allí su cruz. Y continuó su recorrido a través de toda aquella enorme habitación buscando una cruz que le fuera más cómoda de llevar. Vio muchas cruces, algunas tan grandes que no les podía ver la parte de arriba, pero siguió su búsqueda por la habitación que parecía no tener fin, y probó toda clase de cruces que ahí se encontraban.
Algunas eran muy pesadas, otras tan pequeñas que le parecían muy fáciles de llevar, y él no quería decepcionar al Señor, así que siguió caminando hasta que vio una cruz apoyada en un extremo de la habitación; al probarla sintió que le quedaba muy bien, no era ligera y tampoco pesaba demasiado, así que decidió cogerla. Con un poco de esfuerzo se la acomodó a su espalda y buscó al ángel.
“Ángel”, susurró, “quiero ésta”.
El ángel empezó a exclamar algunas palabras, pero el Señor se dirigió al joven diciéndole:
-“Hijo mío, no existe mejor elección, felicidades”. -El joven se retiró lleno de alegría.
En esto, el ángel le dijo a Dios:
“Pero Señor, el joven se lleva la misma cruz con la que llegó aquí.”
Cualquiera que sea tu cruz, cualquiera que sea tu dolor, siempre brillará el sol después de una tormenta.
Cuando los problemas de la vida nos parezcan abrumadores, debemos estar gozosos y agradecidos porque sabemos que el Señor no nos va a dar más carga que la que podamos llevar. Y aún así, con nuestras cargas, sus brazos estarán alrededor de nuestra vida para ayudarnos a llevarlas.
Mateo 11:28-30
Jesus dijo:
Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar. Llevad mi yugo sobre vosotros y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón, y hallaréis descanso para vuestras almas, porque mi yugo es fácil y ligera mi carga.

¡Ajustarse el cinturón!

 Acerquémonos, pues, confiadamente al trono de la gracia, para alcanzar misericordia y hallar gracia para el oportuno socorro.  Hebreos 4:16
«El comandante ha encendido el indicativo del cinturón de seguridad, que indica que estamos aproximándonos a una zona de turbulencias. Por favor, regresen a sus asientos inmediatamente y abróchense los cinturones». Las azafatas hacen esta advertencia porque, en esos casos, los pasajeros que no están sujetados podrían lastimarse. Sujetos a sus asientos, pueden atravesar a salvo las turbulencias.
En cambio, por lo general, la vida no nos advierte de las experiencias perturbadoras que se nos cruzan. Pero nuestro Padre celestial lo sabe, y por eso nos invita a presentarle nuestras preocupaciones, heridas y temores. La Escritura nos dice: «Porque no tenemos un sumo sacerdote que no pueda compadecerse de nuestras debilidades, sino uno que fue tentado en todo según nuestra semejanza, pero sin pecado. Acerquémonos, pues, confiadamente al trono de la gracia, para alcanzar misericordia y hallar gracia para el oportuno socorro» (Hebreos 4:15-16).

En temporadas de turbulencia, lo mejor es dirigirnos a nuestro Padre en oración. La frase «gracia para el oportuno socorro» significa que podemos «abrocharnos» al Señor durante los momentos amenazadores, ¡Él es más seguro y poderoso que todo! Cuando la vida nos abrume, oremos. Él puede ayudarnos a atravesar la turbulencia.
Señor, gracias por darme seguridad en esta vida turbulenta.
Aunque no podemos prever las pruebas, sí podemos orar a nuestro Padre que nos comprende.

Morir es ganancia

Porque para mí el vivir es Cristo, y el morir es ganancia.” (Filipenses 1:21)
Para mucha gente la vida en la tierra es todo lo que hay, todo lo que tienen. Los domina el concepto de que todo termina con la muerte. Y como ésta es la filosofía que domina su vida, llegan a la conclusión de hay que aprovechar la corta vida en la tierra. Ésta es la razón por lo que dedican todo su esfuerzo en acumular bienes y riquezas, dinero, popularidad, poder, y en dar rienda suelta a los placeres sensuales.
Cuando murió uno de los hombres más ricos de la historia, John D. Rockefeller, le preguntaron a su abogado: «¿Cuánto dejó John D?» La respuesta fue: «TODO». 
Dijo Salomón, uno de los hombres más sabios de la historia. “Nada trajimos al nacer y nada nos llevamos al morir. La gente trabaja duro para conseguir cosas, pero cuando muere no puede llevarse nada.” (Eclesiastés 5:15 PDT).
Resultado de imagen de Morir es gananciaLa biblia presenta una perspectiva de vida cuanto menos diferente, en el sentido de que el Señor Jesús nos enseñó que la vida del hombre no consiste en la abundancia de los bienes que posee. Que la vida es más que comida, y el cuerpo mas que el vestido.” (Lucas 12:15,23).
Los valores espirituales tienen mayor importancia que los recursos materiales que finalmente, quedarán en la tierra sin saber quién los disfrutará. En este sentido, el Señor dio el sabio consejo de encontrar el camino que nos lleva a un aprovechamiento más efectivo de la vida: Busquen el reino de Dios por encima de todo lo demás y lleven una vida justa, y él les dará todo lo que necesiten.” (Mateo 6:33NTV). Jesús nos advierte de buscar un equilibrio, para que el ocuparnos de la vida no nos lleve a olvidarnos de Dios.
El apóstol Pablo entendió plenamente este principio de vida. Es la razón por la que les dice a los cristianos filipenses:Si vivo, quiero hacerlo para servir a Cristo, pero si muero, salgo ganando.” (Filipenses 1:21 TLA). Para Pablo, su vida en la tierra está cifrada en Cristo. Cristo es el todo en su vida, el eje de su vida. Es el que le da sentido a su vida.
I. EL VIVIR ES CRISTO
Pablo fue un hombre culto, uno de los más prestigiosos maestros del judaísmo, fuerte candidato a formar parte del Sanedrín (la alta jerarquía de la religión judía). Por su rechazo al cristianismo y a los cristianos, se convirtió en un acérrimo perseguidor de la iglesia cristiana. Contaba con el total apoyo del Sanedrín.
Pero la vida de este hombre experimentó un cambio radical cuando tuvo un encuentro con Cristo camino a Damasco. Entonces los propósitos de su vida fueron otros, sus convicciones fueron otras; ahora sus metas eran vivir para servir a Cristo y a su iglesia, desarrollar valores eternos y hablar a otras personas acerca de Cristo.
En términos espirituales, la máxima aspiración de Pablo era ser semejante a Cristo y hablar con valor y claridad a favor de Su evangelio. Pablo llegó a deciropino que nada tiene valor comparado con la inapreciable ganancia de conocer a Jesucristo como Señor. Por ganar a Cristo todo lo he dejado a un lado y lo considero basura.” (Filipenses 3:8 NT BAD).
Ésta es una profunda declaración acerca de sus valores: la relación de una persona con Cristo es más importante que cualquier otra cosa. Conocer a Cristo debe ser nuestra meta final.
En términos económicos, El Señor Jesucristo ve la vida como una gran inversión. Lo que acumulemos en la tierra no vale nada para la obtención de la vida eterna. Ni riquezas ni pobreza, ni la conquista de los honores más elevados, pueden hacernos ganar la vida eterna.
El Señor enseña: De nada sirve que una persona gane en este mundo todo lo que quiera, si a fin de cuentas pierde su vida. Y nadie puede dar nada para salvarla.” (Mateo 16:26 TLA). El Señor dice claramente que el hombre está aquí para un negocio mucho más grande que conseguir dinero y vivir holgadamente. Está llamado a representar los intereses de su Rey. Si pierde esto, lo pierde todo.
Y sobre este concepto de vida, el Señor aconsejó: “No os hagáis tesoros en la tierra, donde la polilla y el orín corrompen, y donde ladrones minan y hurtan; sino haceos tesoros en el cielo, donde ni la polilla ni el orín corrompen, y donde ladrones no minan ni hurtan. Porque donde esté vuestro tesoro, allí estará también vuestro corazón.” (Mateo 6:19-21).
El verdadero tesoro es creer que Jesucristo es el único camino para llegar al Dios verdadero. Es buscar intencionalmente a Dios de todo corazón y permitir que los propósitos de Dios se hagan realidad en toda nuestra vida, en nuestra familia y en todo lo que hacemos.