“…EL FRUTO DE JUSTICIA SE SIEMBRA EN PAZ PARA AQUELLOS QUE HACEN LA PAZ” (Santiago 3:18)
Si quieres presenciar un milagro, siembra una semilla y mira cómo lucha contra todo obstáculo para germinar. Dios se refiere a este principio cuando dice: “…el fruto de justicia se siembra en paz para aquellos que hacen la paz” (Santiago 3:18).
Durante la Segunda Guerra Mundial, cuando Europa estaba “infectada” de antisemitismo, un niño de 11 años, llamado Heinz, aprendió acerca de “sembrar semillas de paz”. Confrontado por los acólitos de Hitler que transitaban las calles en busca de problemas, Heinz no contraatacó ni tampoco se marchó. En vez de eso, presenció de primera mano cómo la lengua puede producir paz. En el momento que cualquier golpe parecía inevitable, sólo utilizaba palabras para convencer a sus enemigos de lo innecesario de la pelea.
Años más tarde, después de que su familia hubiera escapado a América, el nombre de Heinz llegó a ser sinónimo de negociaciones de paz. De hecho, ganó el Premio Nóbel de la Paz en 1973. Quizás le conocerás mejor como el ex-Secretario de Estado norteamericano Henry Kissinger. Aunque generalmente trató de restar importancia a sus experiencias anteriores, debes preguntarte si su adiestramiento no comenzó tiempo atrás en las calles de Europa.
Aunque no leemos de Jesús resolviendo muchas disputas, lo que sí sabemos es que Él “construyó puentes” al traer paz y sanar dolencias. Lo hizo por medio de actos de amor tales como: lavar los pies de sus traidores, comer con un cobrador de impuestos despreciado y/o darle esperanzas a una mujer a la cual la sociedad había descartado.
Las palabras de paz son como semillas; no producen fruto de la noche a la mañana, sino despacio, silenciosamente, trabajan sin verse cambiando los corazones, las mentes, las actitudes, y el futuro. Así que, ¿por qué no intentas tú sembrar algunas “semillas de paz” hoy?