miércoles, 19 de noviembre de 2014

Sinceridad ante todo

¨Fieles son las heridas del que ama; pero importunos los besos del que aborrece¨ Proverbios 27:6 (Reina- Valera 1960)
No hay nada mejor que una amistad sincera, aquella que te dice las cosas como son, de frente. Pero aunque nos guste o no, a veces buscamos consejo en el que sabemos que no es un buen amigo. Una de las cosas que esperamos de una amistad es que sea incondicional, y sobre todo, que nos hable siempre con la verdad, no buscando mentirnos ni aparentar para caernos bien.
Es muy normal encontrar personas que a pesar de saber lo que en realidad nos conviene, no son capaces de decirnos la verdad, y ¡no sabes qué daño hace este tipo de amistades! Hay otras que por el contrario, te van a acercar más a Dios. Si necesitas tomar una decisión acerca de las cosas de Dios, nunca le pidas consejo a alguien que no te conozca; esta gente no entiende la magnitud de tu relación con Dios y lo que Él te puede hacer; y si es a ti al que te toca dar el consejo, pues de manera muy decente y delicada, por mucho que duela, sé sincero con tu amigo, y más cuando se trate de las cosas de Dios o algo que vaya en contra de lo que a Él le agrade.

La importancia de la presencia de DIOS en nuestras vidas

Éxodo 33:9-11-15
Moisés estaba convencido que sin la presencia de Dios en su vida, era inútil que él intentara cualquier cosa. Cuando habló cara a cara con el Señor, él dijo, “…Si tu presencia no va con nosotros, no nos saques de aquí. Él estaba diciendo, “Señor, si tu presencia no está conmigo, entonces no iré a ninguna parte. ¡No daré un solo paso si no estoy seguro que estás conmigo!”
Moisés sabía que era la presencia de Dios en Israel, lo que distinguía al pueblo de otras naciones. Y lo mismo es cierto en la iglesia hoy en día. Lo único que nos distingue de los incrédulos es que Dios “está con nosotros”, dirigiéndonos, guiándonos, obrando su voluntad.
I. La presencia de DIOS nos da descanso:
La responsabilidad que Moisés tenia era grande, era guiar las almas de 600 mil personas, lidiar con cada una de ellas con caracteres diferentes. Escuchar al pueblo reclamar, ver cómo el pueblo era rebelde, cómo se olvidaban fácilmente de DIOS y adoraban a otros dioses.
A) Moisés se sentía cansado: quién sabe si Moisés ya no podía más. Pero Dios le dice, mi presencia te dará descanso.
B) Quién sabe cómo has llegado de cansado, has llegado desanimado, has llegado sin fuerza, dices que no puedes seguir adelante. Pero Dios te dice, mi presencia te dará descanso.
C) La responsabilidad, la preocupación, los chismes, los reclamos hacían que Moisés estuviera cansado.
D) Muchas veces las luchas, las pruebas, nos hacen sentirnos cansado. Pero el Señor dice, venid a mí los que estéis trabajados y cargados y yo os haré descansar.
II. La presencia de DIOS nos trae gozo:
Muchas veces llegamos a la casa de DIOS sin ganas de alabar, sin ganas de levantar nuestras manos, llegamos solamente a hacer acto de presencia, porque si no vamos el pastor nos va a llamar la atención.
A) El coordinador o el predicador intenta que por lo menos, podamos levantar las manos.
B) Hermano, cada vez que llegue a la casa de DIOS usted debe venir con un corazón dispuesto a alabar. David decía: yo me alegré con los que me decían a la casa de Jehová iremos.
C) Debemos gozarnos en la presencia de Dios. David dice: en tu presencia hay plenitud de gozo. Hay alegría, hay felicidad, no hay tristeza, hay gozo.
D) Cuando Moisés entraba al tabernáculo, mostraba respeto, recato, modestia, simbolizaba una nueva decencia ante la presencia de Dios. Lo demostraba ya a la puerta del tabernáculo, y cuando el pueblo veía la nube se prendían de ello a la puerta de su tienda y adoraban…

E) Quién sabe, decía la gente del pueblo, nos gustaría estar dentro del tabernáculo, me gustaría hablar cara a cara con DIOS y experimentar lo que Moisés experimenta. Pero no podían.
F) Hoy en día, hay libertad para entrar en la presencia de DIOS porque el velo fue rasgado. El escritor del libro de los Hebreos dice que tenemos libertad para entrar al lugar santísimo por la sangre de Jesucristo.
G) Gócese en la presencia de DIOS. Pablo dice: regocijaos en el Señor siempre, que nada robe tu gozo porque aquí está la presencia de Dios.

Sumérgenos en Tu Río, Señor

“Y a ella se le ha concedido que se vista de lino fino, limpio y resplandeciente; porque el lino fino es las acciones justas de los santos” (Apocalipsis 19:8 Reina-Valera 1960). El versículo empieza de esta manera: “Y a Ella se le ha concedido que se vista de lino fino”. El lino fino se refiere a la iglesia, la iglesia somos nosotros y para comparecer ante el Padre Celestial es necesario estar preparados y vestidos con vestiduras limpias y resplandecientes, sin manchas y sin arrugas. Que nuestros vestidos se presenten inmaculados delante de la Presencia de Dios en su tiempo y siempre sean así fuera de ese tiempo. Cuando leemos la Palabra de Dios y nos trasladamos al libro de Ester, podemos ver que la reina Ester en el capítulo dos y en adelante, habla de la extraordinaria manera en que Dios la escogió para presentarse al rey de Israel. Esto representa un tipo de preparación para presentarnos nosotros al Rey de reyes y Señor de Señores.
Inline image 1Dice la palabra de Dios, que Ester tuvo que pasar por un proceso de purificación para ver al rey Asuero. Este proceso de purificación duró un tiempo de doce meses, ataviándose con óleo de mirra y perfumes aromáticos (Ester 2:12). Para la iglesia, esto representa una limpieza espiritual, o sea, limpiarnos de la vieja naturaleza para luego sumergirnos en el Río del Espíritu Santo de Dios. El Río de agua viva tipifica la representación del poder del Espíritu Santo en la vida de los creyentes que creen en espíritu y en verdad. 
La palabra de Dios nos dice en Juan 7:38 “De aquel que cree en Mí, como dice la Escritura, brotarán Ríos de agua viva”. En otras palabras, cuando somos lavados y sumergidos por el poder de Dios, cobramos vida y vida en abundancia. El Río de Dios nos limpia, nos restaura, nos libera, nos sana, nos limpia de todas las inmundicias pasadas y nos hace nuevos y limpios. Del Río de Dios sale agua viva y saludable para cada uno de nosotros que nos refresca el alma; nos da vida en abundancia, nos quita la sed, nos brinda gozo, paz y salvación. ¡Sumérgenos Señor, en tu Río cada día!

En el momento de la decisión

Escogí el camino de la verdad. Salmo 119:30
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¿Quién es el hombre que teme al Señor? Él le enseñará el camino que ha de escoger.
Salmo 25:12
Todos los seres humanos, a lo largo de nuestra existencia, nos vemos en la tesitura de escoger entre diferentes opciones, por ejemplo respecto a los estudios, a una profesión, a un cónyuge, un domicilio… Pero hay una decisión capital, la más importante de todas, decisión que define nuestro futuro eterno, es la decisión de escuchar o no a Dios. El resultado eterno de esta decisión es el cielo o el infierno, y las consecuencias ya son visibles en la tierra.
El creyente también tiene que tomar decisiones. Lot, por ejemplo, tomó una mala decisión (Génesis 13). Se dejó seducir por la llanura en la que estaba Sodoma, sobre la cual pendía el juicio de Dios. No escuchó la advertencia divina y perdió todo.
Jonatán, amigo de David, le manifestó mucho cariño y humildad. Pero un día tuvo que escoger entre la corte del rey Saúl, incansable perseguidor de David, con todos los privilegios, y David, con quien tendría que andar de un lado a otro por las montañas huyendo del rey. La decisión era difícil. Su corazón lo empujaba hacia David, pero su razón lo retenía cerca de su padre. ¡Al final tomó la decisión equivocada!
Pero leamos la historia de Daniel. Desde su llegada a Babilonia, este joven exiliado, tuvo que escoger entre servir a Dios o a los ídolos del monarca pagano. Sin vacilar, tomó la decisión de no contaminarse en la corte del rey de Babilonia. ¡Y nada lo hizo cambiar de opinión! Más tarde, ni siquiera la amenaza de ser echado en el foso de los leones lo hizo claudicar. Después de setenta años de cautiverio seguía siendo fiel como el primer día. ¡Tomó la buena decisión y honró a Dios durante toda su vida!

Tiempo para perdonar y olvidar

Entonces se le acercó Pedro y le dijo: Señor, ¿cuántas veces perdonaré a mi hermano que peque contra mí? ¿Hasta siete? Jesús le dijo: No te digo hasta siete, sino aun hasta setenta veces siete. Mateo 18:21-22
“¿Recuerdas cuando… ?”, palabras que se oyen a menudo durante la Navidad. Con la familia o con amigos traemos a la memoria recuerdos agradables de navidades pasadas. Pero también nos vienen a la memoria experiencias que no quisiéramos recordar: el dolor de algo que pasó, las críticas negativas, la decepción de alguna promesa incumplida, el rechazo, las aflicciones...
¿Qué hemos de hacer con esa clase de recuerdos? ¿Hemos de conservarlos por el resto de nuestra vida junto con el resto de nuestras cargas?
No tiene que ser así, podemos deshacernos de esos recuerdos; es más, tenemos que deshacernos de ellos. Pero hay solo una forma de hacerlo: por medio del perdón. Perdonar a otros parece fácil de hacer, sin embargo, muy pocos lo hacemos. Miramos el perdón como una alternativa que tenemos en la vida, como algo que podemos aceptar o descartar. Pero la verdad es que el perdón es un requisito fundamental en la vida del creyente.