“Donde hay un gran amor, siempre hay milagros”
Esta es una historia de familia, que me contó mi padre acerca de su madre, mi abuela.
En 1949 mi padre acababa de regresar de la guerra, y en todas las autopistas estodounidenses se veían soldados de uniforme que buscaban transporte para llegar a casa, como se acostumbraba en aquella época.
Desgraciadamente, la emoción vivida del encuentro con su familia pronto se vio ensombrecida. Mi abuela enfermó gravemente y tuvo que ser hospitalizada. Eran sus riñones, y los médicos le dijeron a mi padre que necesitaba una transfusión de sangre de inmediato; de lo contrario no pasaría de aquella noche. El problema era que su tipo de sangre era AB-, un tipo de sangre muy poco común, incluso hoy día, pero aún más difícil de encontrar porque en esa época no había bancos de sangre ni vuelos para enviarla. Se examinó a todos los miembros de la familia, pero ninguno tenía el tipo requerido. Los médicos no daban ninguna esperanza; mi abuela se moría.
Desgraciadamente, la emoción vivida del encuentro con su familia pronto se vio ensombrecida. Mi abuela enfermó gravemente y tuvo que ser hospitalizada. Eran sus riñones, y los médicos le dijeron a mi padre que necesitaba una transfusión de sangre de inmediato; de lo contrario no pasaría de aquella noche. El problema era que su tipo de sangre era AB-, un tipo de sangre muy poco común, incluso hoy día, pero aún más difícil de encontrar porque en esa época no había bancos de sangre ni vuelos para enviarla. Se examinó a todos los miembros de la familia, pero ninguno tenía el tipo requerido. Los médicos no daban ninguna esperanza; mi abuela se moría.
...cuando conducía por la autopista, se cruzó con un soldado en uniforme que pedía transporte para llegar a casa. Profundamente triste, mi padre no sentía en aquel momento ningún deseo de hacer una buena obra. Sin embargo, fue como si algo ajeno a él le obligara, se detuvo y aguardó mientras el extraño subía al coche.