domingo, 1 de mayo de 2016

El milagro de la vida

“Te alabaré; porque formidables, maravillosas son tus obras; estoy maravillado, Y mi alma lo sabe muy bien”. (Salmos 139: 14)
el milagro de la vidaLa vida es un milagro. Con subidas y bajadas, con buenos y malos momentos, sigue siendo hermosa. 
Es vibrante, llena de emociones y colores que son desde grises y opacos hasta los más intensos y alegres.  Vivir es sentir, y sentir implica que a veces te dolerá y otras que disfrutarás de esas emociones. La vida puede tener la fragancia de un grato perfume, y otras veces pareciera que ese perfume no asienta con nosotros y que hasta nos apesta.  
Es una escalera que a veces queremos subir y otras no, pero que sabemos que si queremos llegar a algún lugar, tenemos que subirla y enfrentar los riegos que vengan. 
Más que respirarla, la vida hay que disfrutarla, beber de su néctar, embriagarnos de sonrisas, compartir con otros, ayudar al que lo necesite. No hay que vivirla con máscaras ni disfraces, sino que hay que tratar de ser fieles a nosotros mismos y a nuestra esencia, y presentarnos ante el mundo tal como somos. 
A veces tendremos que enfrentar injusticias, pero sabiendo que lo que cada uno siembre, tarde o temprano, cosechará. La vida es amor y el amor aunque a veces duele, es lo más bonito que se puede experimentar y sentir en el interior.  El amor transforma, te hace ser mejor, te lleva a romper límites y barreras, te insta y te renueva las células y fibras de tu ser. El que no ha amado, no puede sentir el milagro de la vida, no le encontrará el sentido a muchas cosas que nacen en el corazón. 

Buscando a Jesús

Mateo 2
Cuando los magos de Oriente se enteraron del nacimiento de Jesús, lo primero que hicieron fue ir a buscarlo. Verso 1 “Cuando Jesús nació en Belén de Judea en días del rey Herodes, vinieron del oriente a Jerusalén unos magos…
Algo similar sucede hoy en día cuando la gente se entera de que Jesucristo existe y que es poderoso, también acuden a buscarlo. Por esta razón vemos templos, estadios o coliseos llenos de personas que insisten en buscar a Jesús.
Que la gente busque a Jesús no es malo, al contrario eso es maravilloso, lo malo es que al igual que los magos, hoy muchas personas no saben en realidad qué es lo que están haciendo.
En este camino de la búsqueda de Jesús encontramos algunas cosas que debemos tener en cuenta.
1. Muchos no saben cómo ni dónde buscarlo. Verso 2 a “…diciendo: ¿Dónde está el rey de los judíos, que ha nacido?..
2. La Adoración debe ser nuestro motivo de búsqueda. Verso 2b “…Porque su estrella hemos visto en el oriente, y venimos a adorarle…” ¿Tú por qué lo buscas? Muchos solo lo buscan porque creen que con Jesús saldrán de sus necesidades y preocupaciones.
3. Encontrarnos con Jesús debe causarnos gran gozo. Verso 10 “…Y al ver la estrella, se regocijaron con muy grande gozo…”
4. El entregarnos a Jesús tiene que ser por más que solo pedir comodidad para nosotros. Verso 11 “…Y al entrar en la casa, vieron al niño con su madre María, y postrándose, lo adoraron; y abriendo sus tesoros, le ofrecieron presentes: oro, incienso y mirra…” Jesucristo nos dice que el verdadero culto a Dios es aquel en el que nos entregamos como ofrenda. Romanos 12:1 “… Así que, hermanos, os ruego por las misericordias de Dios, que presentéis vuestros cuerpos en sacrificio vivo, santo, agradable a Dios, que es vuestro verdadero culto…”
¿Cuando tú vas al culto vas a entregarte o vas a pedir milagros, como hace la mayoría? Recuerda que la gran mayoría solo tiene en cuenta un evangelio de comodidad y de milagros.

Lo positivo del pasado

El pasado difícil, incómodo, incorrecto o mal hecho debe recordarse solamente para no volver a caer, para saber cómo superar las dificultades o para ayudar a otros a no repetir la mala experiencia. La capacidad de recordar el pasado es una función muy poderosa del cerebro, que puede ser una bendición o una maldición, según lo que elijas recordar y la manera en que lo recuerdes.
Está claro que al recordar se traen las emociones del pasado al presente, hayan sido positivas o negativas. Recordar heridas, ofensas, desilusiones o fracasos del pasado hará que todas las emociones relacionadas con estos hechos, corran a tu mente para crear de nuevo un vacío emocional destructivo. Y a la inversa, cuando recuerdas experiencias positivas, enciendes de nuevo el valor, el gozo y el sentido del logro relacionado con la victoria. No se debe subestimar el poder de una experiencia para volver a inspirar tu fe en Dios, ¡ni mucho menos!
La Biblia nos enseña que debemos recordar las proezas de Dios, para no olvidar nunca que el Señor es Todopoderoso. Fue Dios quien dividió el Mar Rojo, quien hizo caer los muros de Jericó, quien también alimentó a los israelitas en el desierto milagrosamente.
Está claro que no podemos vivir del pasado, pero podemos mejorar el presente recordando la manera en que enfrentamos las situaciones del ayer.

El Anillo

Vengo, maestro, porque me siento tan poca cosa que no tengo fuerzas para hacer nada. Me dicen que no sirvo, que no hago nada bien, que soy torpe y bastante tonto. ¿Cómo puedo mejorar? ¿Qué puedo hacer para que me valoren más?
El maestro sin mirarlo, le dijo: Cuánto lo siento muchacho, no puedo ayudarte, debo resolver primero mi propio problema. Quizá después…, y haciendo una pausa, agregó: si quisieras ayudarme tú a mí, yo podría resolver este problema con más rapidez y después tal vez te pueda ayudar.
– E…encantado, maestro, titubeó el joven, pero sintió que otra vez era desvalorizado, y sus necesidades postergadas.
Bien, asintió el maestro. Se quitó un anillo que llevaba en el dedo pequeño y dándoselo al muchacho, agregó: toma el caballo que está allí afuera y cabalga hasta el mercado. Debo vender este anillo porque tengo que pagar una deuda. Es necesario que obtengas por él la mayor suma posible, pero no aceptes menos de una moneda de oro. Ve y regresa con esa moneda lo más rápido que puedas. El joven tomó el anillo y partió.
En cuanto llegó, empezó a ofrecer el anillo a los mercaderes. Éstos lo miraban con poco interés, hasta que el joven dijo lo que pretendía por el anillo. Cuando el joven mencionó la moneda de oro, algunos rieron, otros se dieron la vuelta y sólo un viejito fue tan amable como para tomarse la molestia de explicarle, que una moneda de oro era muy valiosa para entregarla a cambio de un anillo.