En cuanto a Su resurrección, hay muchas líneas de evidencia que hacen este caso irrefutable. Un famoso abogado resumió el entusiasmo y confianza cristianos en la solidez del caso de la resurrección, cuando escribió “He sido abogado defensor por más de 42 años, habiendo ejercido en muchas partes del mundo y aún estoy en servicio activo. He sido afortunado en asegurar un buen número de éxitos en diversos procesos jurídicos y puedo asegurar inequívocamente, que la evidencia de la Resurrección de Jesucristo es tan abrumadora, que obliga a aceptarla por las pruebas que no dejan lugar a dudas.”
La respuesta de la comunidad secular a la misma evidencia, ha sido predeciblemente apática, acorde con su leal compromiso con el naturalismo metodológico. Para quienes no están familiarizados con el término, el naturalismo metodológico es el empeño de explicar todo en términos de causas naturales, y por causas naturales solamente. Si algún supuesto evento histórico desafía una explicación natural (por ejemplo una resurrección milagrosa), los eruditos seculares generalmente lo tratan con exagerado escepticismo, a pesar de la evidencia, sin importar lo abrumadora que ésta sea.
Tal inflexible fidelidad a las causas naturales, a pesar de la clara evidencia de lo contrario, no conduce a una investigación imparcial (y por lo tanto adecuada) de la evidencia. Una postura científica e histórica más flexible ha dicho, “El ser forzado a creer sólo en una conclusión... violaría la propia objetividad de la ciencia misma.” Habiendo dicho esto, procedamos ahora a examinar varias líneas de evidencia a favor de la resurrección.
- La Primera Línea de Evidencia para la Resurrección de Cristo.
Para comenzar, tenemos el demostrable y sincero testimonio de testigos oculares. Los apologistas del cristianismo primitivo citaron a cientos de testigos oculares, algunos de los cuales documentaron las experiencias de sus propias declaraciones. Muchos de estos testigos oculares, gustosa y resueltamente, soportaron prolongadas torturas y la muerte misma, antes que repudiar su testimonio. Este hecho certifica su sinceridad, descartando un fraude por parte de ellos. De acuerdo con el registro histórico, (por ejemplo El Libro de los Hechos 4:1-17, Cartas de Plinio a Trajano X, 96, etc.) leemos, “Muchos cristianos podrían terminar su sufrimiento simplemente con renunciar a la fe. En vez de eso, parece que la mayoría optó por soportar el sufrimiento y proclamar la resurrección de Cristo de la muerte.”
Aún cuando el martirio es algo admirable, no es necesariamente demostrativo. Éste no valida una creencia tanto como a quien la cree (al demostrar su sinceridad de una manera tangible). Lo que hace que el martirio de los primeros cristianos sea algo extraordinario, es que ellos demostraban con ello si lo que estaban pregonando era verdad o no; si vieron a Jesucristo vivo después de Su muerte o no lo hicieron. Esto es lo extraordinario. Porque si todo fuera sólo una mentira, ¿por qué muchos seguían sosteniéndola dadas las circunstancias? ¿Por qué conscientemente se aferrarían a una mentira sin validez alguna, hasta el punto de enfrentar persecución, prisiones, tortura y muerte?
Por el contrario, el 11 de septiembre del 2001 (derribo de las Torres Gemelas, en Nueva York), los terroristas indudablemente creían lo que profesaban (evidenciado por su decisión de morir por ello), pero no pudieron saber y no supieron si el origen de sus creencias era o no verdad. Ellos pusieron su fe en tradiciones transmitidas a ellos por muchas generaciones. En contraste, los primeros mártires cristianos fueron la primera generación. O ellos vieron lo que aseguraban haber visto, o no.
Entre los más ilustres que profesaron haber sido testigos oculares estaban los apóstoles. Ellos colectivamente sufrieron un cambio innegable, después de las declaradas apariciones de Cristo posteriores a Su resurrección. Inmediatamente después de Su crucifixión, ellos se escondieron temiendo por sus vidas. Pero después de la resurrección, ellos tomaron las calles y valientemente proclamaban la resurrección, a pesar de la intensa persecución que sufrían. ¿Qué explicación habría para su repentino y dramático cambio? Ciertamente no era una ganancia financiera. Los apóstoles renunciaron a todo lo que tenían para predicar la resurrección, incluyendo sus vidas.