lunes, 5 de enero de 2015

Pudo más su amor

Puestos los ojos en Jesús, el autor y consumador de la fe, el cual por el gozo puesto delante de él sufrió la cruz, menospreciando el oprobio, y se sentó a la diestra del trono de Dios.
Hebreos 12:2 (RVR 60)
Dios es un Juez justo y Santo, esa es Su naturaleza; un Dios que aborrece y repugna el pecado y la iniquidad, pues la pureza y la perfección es su esencia, y por más que me amara a mí, como creación suya, y a toda la humanidad, no podía dejar de lado darnos el castigo que cada uno de nosotros merecíamos por la naturaleza pecaminosa que heredamos de Adán y Eva. 
Nos alejamos de Él, nos apartamos de Su naturaleza como ovejas descarriadas, cada uno corriendo a un precipicio, por nuestros placeres que nunca nos saciarán. En fin, nada podríamos hacer con nuestras propias fuerzas, para pagar nuestra salvación; no podríamos zafarnos del justo juicio de Dios sin recibir el castigo eterno que merecemos, por más que hayamos intentado ser “buenos” con nuestras propias fuerzas. 
Pero Dios no es un Juez justo y Santo únicamente, para encubrir nuestras malas acciones causadas por una naturaleza caída y corrupta. Fue tan grande su amor por nosotros que envió a Su Hijo unigénito, a proveer sacrificio por nuestras deudas, las cuales nunca, en toda nuestra existencia, hubiéramos podido pagar; recayendo sobre Su hijo, Dios mismo en la persona de Jesucristo, todo el peso del pecado, la ira de Dios y el castigo que merecíamos, para que Su santidad y justicia fuera satisfechas. Y así, personas culpadas como tú y yo, podamos ser perdonados, limpiados y justificados. ¿Acaso hubo, hay y habrá mayor regalo y mayor amor que éste? ¡CUÁN PERFECTO AMOR!
El día en que a nuestro Señor Jesús lo iban a crucificar, comenzó a experimentar gran angustia y depresión. Tanta, que hasta llegó a sudar como gotas de sangre; por lo cual Él le rogaba al Padre: Padre mío, si es posible, pase de mí esta copa; pero no sea como yo quiero, sino como tú. 
Luego vinieron a arrestarlo; pero Pedro, por defender a su maestro, sacó la espada y, con la intención de quitarle la cabeza a Malco, solo alcanzó a quitarle la oreja. Aun así, Jesús estaba dispuesto a dar su vida por nosotros. Así que, en vez de sentirse agradecido por la defensa de Pedro le dijo:
Vuelve tu espada a su lugar; ¿Acaso piensas que no puedo ahora orar a mi Padre, y que él no me daría más de doce legiones de ángeles?

No estoy llorando…

Todos sabemos que la risa es la mejor de las terapias, pero no se suele decir que llorar también es bueno y saludable. Al llanto se le asigna generalmente, una connotación negativa por parte de la sociedad, a pesar de que es algo tan natural como la risa e igual de necesario.
Desde que somos pequeños, se nos enseña a los hombres que llorar es una muestra de “debilidad”, y más aún cuando asumimos un liderazgo, ya sea en el trabajo, en el hogar o en otras facetas. Pretendemos dar una apariencia de fortaleza frente a los demás, pero no nos damos cuenta que la apariencia solo nos ahoga por dentro.
Por esto tal vez te sorprenda este consejo, ¡ánimo en llorar!
“Bienaventurados los que lloran, porque ellos recibirán consolación.” Mateo 5:4
Dios conoce exactamente lo que sientes, por lo que no es necesario que finjas dando la imagen de que nada sucede. Recuerda que son bendecidos los que lloran porque recibirán consuelo, así que, ponte de rodillas y habla con Dios porque delante de Él no tienes nada que ocultar.
Claman los justos, y Jehová oye, Y los libra de todas sus angustias. Cercano está Jehová a los quebrantados de corazón; Y salva a los contritos de espíritu. Salmos 34:17-18
La Biblia dice que Dios está cerca de los quebrantados, de los que lloran, de aquellos que tienen dolor, por lo tanto, no dudes más y ¡clama! Solo Él puede librarte de todas tus angustias.
Recuerda que el estrés, la tristeza, el dolor psíquico y físico, o la alegría, los nervios, la angustia, la emoción, todos son sentimientos que podemos traducir en lágrimas. Cuando lo hacemos nos sentimos mucho mejor, pero si ahogamos el llanto solo logramos aumentar la presión y el desequilibrio interior.

¿Qué visión tienes de ti?

"Para ver claro, basta con cambiar la dirección de la mirada.” 
Cuando estás frente a un espejo: ¿Cómo te ves?: ¿ganador o perdedor?
Hay personas que tienen una visión perdedora, que se ven a sí mismos  como  “miserables”, “gusanos” y todo lo despectivo que se pueda imaginar. Viven bajo el síndrome del “patito feo” y esa impresión queda reforzada cuando tienen un revés o un fracaso económico, emocional, sentimental o profesional, inclusive espiritual.
Las personas que se ven a sí mismas como perdedoras juegan al papel de víctima, viven reaccionando y culpando a todos los que pueden de la vida que están llevando. Su canción favorita es “pobre de mí, lo que me tocó sufrir”. El enfoque de su vida es el sufrimiento, el dolor, la miseria, la tragedia, la vergüenza, la culpa. Juegan el papel de victima tan bien que son dignos de un premio de la academia de cine. Lo más triste es que piensan que nunca van a salir de su situación perdedora.
¿Tienes esta visión? ¿Te gustaría cambiar a una mirada ganadora?
Las personas con miradas ganadoras siempre asumen la responsabilidad de sus vidas y están dispuestas a superar cualquier obstáculo en el camino. Están dispuestos a aprender nuevas habilidades, adaptarse a los cambios, a abrir sus mentes y sus corazones a nuevas posibilidades.
Una persona que se ve como ganadora reconoce que la vida es dura, pero siempre busca encontrar un nuevo camino,  un nuevo enfoque. Su canción favorita es “debe haber una manera de lograrlo”. En definitiva, tener una mirada ganadora es una elección e  implica tener la determinación de superarse.
“Lo que hará de ti una persona ganadora o perdedora es la visión que tengas de ti mismo.” 
Seguro que has escuchado la frase “Los ojos son las ventanas del alma”; muy cierta, en ellos se encuentra reflejada la personalidad del individuo. Jesucristo también nos mostró esta verdad,  “Tu ojo es una lámpara que da luz a tu cuerpo. Cuando tu ojo es bueno, todo tu cuerpo está lleno de luz; pero cuando tu ojo es malo, todo tu cuerpo está lleno de oscuridad. Y si la luz que crees tener, en realidad es oscuridad, ¡qué densa es esa oscuridad!”

Casa nueva, Vida Nueva, Muerte Vieja

En la casa todo era alegría, festejo y felicidad. La casa estaba recién construida, y la familia se había mudado apenas tres horas antes. Además del festejo por la casa nueva, se brindaba por la felicidad de una pareja de recién casados.
Así mismo, en el jet de fabricación británica, todo era festejo y alegría también. El avión estaba recién reparado, y volvía a la casa de su dueño, el magnate liberiano Hawker Siddeley. El piloto e ingeniero de vuelo, inglés de cuarenta y un años de edad, también se sentía feliz.
Pero la tragedia los envolvió a todos. El avión falló poco después de despegar. Se vino a tierra y chocó contra la casa. Diecisiete personas murieron en el accidente, entre ellos la pareja de recién casados. La casa y el avión se incendiaron y quedaron reducidos a cenizas. Todo esto ocurrió en Khartoum, Sudán, en abril de 1983.
Hay tragedias de la vida real que parece que fueran pura fantasía. Llegan a ser tal acumulación de hechos y de circunstancias, que parecen más propios de una película de horror que de la vida que todos suponemos debería ser tranquila, feliz y ordenada.

Un año más - Reflexión

Érase una vez un mago condenado a muerte por el rey del lugar. El día de su ejecución, el mago prometió al rey que, si lo dejaba vivir un año más haría que su caballo hablara, dándole fama mundial. Pero si llegaba a fallar, el rey podría ejecutarlo inmediatamente.
El rey aceptó. El mago fue perdonado por un año y trasladado al calabozo del Palacio Real. Un duque, amigo del mago, lo visitó en el calabozo y le dijo:
-Sin duda alguna, estás loco. Todos sabemos que no es posible hacer que los caballos hablen, ¡no hay esperanza! Vas a morir.
El mago respondió:
-Pero por lo menos, tengo un año más de vida. Quizá logre hacer o no hacer hablar al caballo, pero de cualquier manera, ¡tengo un año más!
Un nuevo año es siempre una esperanza de nuevos proyectos, deseos y sueños. Muchas cosas pueden pasar. ¿Qué escribiremos en las páginas en blanco de este nuevo año? Lo decidirá la manera en que vivamos cada día. Tratemos de no contaminarnos con el egoísmo y el orgullo, sino que, como buenos discípulos de Jesús, busquemos la fidelidad, la diligencia, la sinceridad y la honestidad.