lunes, 3 de febrero de 2020

Encontrar a Cristo

No es solo la principal misión de nuestra vida, sino también una necesidad existencial: queremos encontrar a Cristo, queremos tener la certeza de que Dios existe, queremos encontrar el sentido de la vida. Porque en el fondo sabemos que nuestra mente aspira a conocer la verdad absoluta y nuestro corazón no se contenta con cualquier bien finito; nuestro corazón está hecho para alcanzar a Dios, el único bien infinito y eterno.
Lo reconozcamos o no, todos llevamos en el corazón ese profundo vacío que nada ni nadie puede llenar, solo Dios. Claro es, que en muchas ocasiones preferimos acallar ese grito sordo de nuestro corazón y lo silenciamos con “comida basura”: buscamos opacar ese clamor existencial con fiesta, con diversión, con un afán desmedido por comprar y conseguir la última versión del teléfono, del smartwatch, de las gafas o de los zapatos de moda.
Resultado de imagen de los pastores Encontrando a CristoPuede que también tratemos de ocultar nuestro vacío rodeándonos de amistades o de diversión y amores mundanos… Posiblemente, almas pagadas por ti mismo, soberbias y pseudo-intelectuales, que se llenan la boca con las teorías y suposiciones científicas que niegan la existencia de Dios, “porque no es científicamente comprobable”.
Pero en el fondo, tarde o temprano, nos damos cuenta de una realidad: no hay nada ni nadie en el mundo que pueda llenar ese ansia de infinito, y nada ni nadie puede acallar esa pregunta, esa búsqueda de Dios y esa necesidad existencial de conocer al Creador.

QUIERO VER UNA SEÑAL

Los pastores que fueron testigos del nacimiento de Cristo también tenían esa misma sed de infinito, esperaban un salvador que los liberara de la opresión. Aunque sus aspiraciones eran mundanas, Cristo mismo viene a hacerles ver que no necesitaban un salvador de los romanos, sino alguien que los liberase de las tinieblas y de la esclavitud del pecado (Romanos 8:2).
Ellos no sabrían por dónde empezar a buscar. Por eso Dios les envió a su ángel para hacerles saber que el Salvador acababa de nacer. Sin embargo, los pastores querían un salvador guerrero que aplastara con brazo poderoso a los poderes paganos de los romanos. Igual que muchas veces los incrédulos están esperando un dios, como si fuera una máquina expendedora a la que le echas unas monedas (algunas obras buenas o unas oraciones) y a cambio te da lo que quieres. Como si Dios fuera el genio de la lámpara y le tuviéramos que ordenar cuáles son nuestros deseos.
Por eso un buen padre no le da a escoger a su hijo pequeño si prefiere comer dulces y comida basura o frutas, verduras y pescado; porque ya sabe la respuesta y también sabe muy bien qué es lo que lo hará crecer sano y fuerte. De igual manera, Dios nos da, no lo que creemos que necesitamos, sino lo que realmente es bueno para nosotros.
Dios sabía que los pastores no lo iban a entender, así que les da una señal inequívoca de que Cristo ha llegado para salvarnos: Hallaréis al niño envuelto en pañales, acostado en un pesebre” (Lucas 2:12).

Llegar como sea

Posiblemente hayan escuchado la historia de John Stephen Akhwari, el atleta  de Tanzania que quedó en último lugar en la prueba de maratón, de las Olimpiadas de 1986 en México.
Resulta que la ceremonia de clausura de los Juegos Olímpicos había concluido. Los espectadores y participantes empezaban a abandonar el estadio. Ya había anochecido cuando de repente, por los altavoces del estadio, se pidió a  los  pocos asistentes que aún quedaban, que se sentasen. 
sigue co¿Que sucedía? … Pues que John Stephen Akhwari, se acercaba lentamente en la oscuridad. Entró renqueante al estadio olímpico, dando muestras  evidentes de un dolor que le punzaba en una de sus sangrantes  piernas. John prácticamente cruzó andando el túnel. No podía más; se había caído más o menos en el Km. 19, golpeándose la rodilla y, como se pudo comprobar en la revisión médica posterior, dislocándose un hombro.
Le quedaban solo los 400 metros finales de la maratón. 
Una vez cruzada la meta, un periodista le preguntó: ¿Por qué después de la caída, con el dolor que sentía y sin opciones de lograr una posición relevante, decidió seguir en la competición?  Akhwari contestó: “Mi país no me envió a México a iniciar la carrera, sino a terminarla.”
Amigos y amigas, la actitud de dicho atleta la podemos aplicar a la carrera de nuestra existencia. Habrá muchos obstáculos, muchas circunstancias en el camino que nos estimulen a abandonar el propósito que tiene Dios para nuestra vida; contratiempos, infortunios, adversidades, reveses económicos, falta de salud , etc. pero aún así, nuestro paso no debe suspenderse, debemos avanzar hasta el final. No importa el lugar en el que lleguemos; lo importante será llegar.
Podríamos entonces, trasladar la frase de este esforzado atleta, señalando también que Dios no nos ha enviado a este mundo a iniciar una carrera, sino a terminarla.

“Por tanto, nosotros también, teniendo en derredor nuestro tan grande nube de testigos, despojémonos de todo peso y del pecado que nos asedia, y corramos con paciencia la carrera que tenemos por delante

(Hebreos 12:1).

¿Cómo puedo tener la seguridad de mi Salvación?

Resultado de imagen de ¿Cómo puedo tener la seguridad de mi Salvación?Muchos seguidores de Jesucristo buscan la seguridad de la salvación en lugares equivocados. Tendemos a buscar la seguridad de la salvación en las cosas que Dios está haciendo en nuestras vidas, en nuestro crecimiento espiritual, en las buenas obras y en la obediencia a la Palabra de Dios, evidente en nuestro caminar cristiano. Aunque estas cosas pueden ser evidencias de la salvación, no son las cosas en las que debemos basar la seguridad de nuestra salvación. Más bien, debemos basar la seguridad de nuestra salvación en la verdad objetiva de la Palabra de Dios. Debemos tener confianza en que somos salvos basados en las promesas que Dios ha declarado, no en nuestras experiencias subjetivas.

¿Cómo puedes estar seguro de ser salvo? Considera 1 Juan 5:11-13 “Y éste es el testimonio: que Dios nos ha dado vida eterna; y esta vida está en Su Hijo. El que tiene al Hijo tiene la vida; el que no tiene al Hijo de Dios no tiene la vida. Estas cosas os he escrito a vosotros que creéis en el nombre del Hijo de Dios, para que sepáis que tenéis vida eterna, y para que creáis en el nombre del Hijo de Dios”. ¿Quién es quien tiene al Hijo? Aquellos que han creído en Él y lo han recibido (Juan 1:12). Si tienes a Jesús, tienes la vida. La vida eterna; no temporal, sino eterna.