sábado, 26 de diciembre de 2015

Pastor ¿Cómo Va Tu Pastoreado?

“SI UN PASTOR TIENE CIEN OVEJAS Y SE DESCARRÍA UNA DE ELLAS, ¿NO VA A BUSCAR LA QUE SE HA DESCARRIADO?” (Mateo 18:12)
En una de las ilustraciones de Jesús, un hombre fue asaltado y dejado por muerto en el camino de Jericó. Esto es lo que pasó: “Aconteció que descendió un sacerdote por aquel camino, y al verlo pasó de largo. Asimismo un levita, llegando cerca de aquel lugar, al verlo pasó de largo” (Lucas 10:31-32). Seguro que la actitud de esas dos personas nos sorprende. Pero ¿qué diríamos si la razón por la que no se ocuparon del hombre no fue falta de compasión, sino que andaban con el tiempo justo para dar un estudio bíblico o llegaban tarde a una reunión del concilio? ¿Tendrían justificación? 
Escribe un pastor:
“No le presté mucha atención a esa parábola hasta después de haber pastoreado durante un buen número de años. Había pasado al lado de mucha gente a quien podría haber ayudado, pero al estar demasiado distraído con las actividades de la iglesia, esas vidas rotas en el camino no encajaban en mi agenda. El amor no es algo que se pueda programar. El hombre malherido del ejemplo no podía esperar tres semanas para una cita, ni a que el samaritano creara una ONG para cuidar a las víctimas de asaltos”.
Las experiencias más gratificantes de la vida raramente llegan de forma escalonada. Nos topamos con ellas en encuentros inesperados y en momentos críticos de la vida de la gente. En efecto, pocos recordarán tu último sermón pero esos mismos podrán repetirte con todo detalle, lo que les dijiste cuando los visitaste en el hospital o cuando tomaste un café con ellos un día, porque eso los tocó personalmente. 
Resulta muy seductor pensar que tu trabajo por las multitudes justifica tu omisión de cuidar de aquellos que solamente son alcanzados individualmente. Pero Jesús dijo: “Si un pastor tiene cien ovejas y se descarría una de ellas, ¿no va a buscar la que se ha descarriado?” (Mateo 18:12). Cuando Pedro manifestó: “Señor; tú sabes que te amo”, Jesús respondió: “…Pastorea mis ovejas” (Juan 21:16 RVR1960). Pastor, hoy el Señor te está diciendo eso a ti.
“YO SOY EL BUEN PASTOR; EL BUEN PASTOR SU VIDA DA POR LAS OVEJAS” (Juan 10:11)

Religión o fe en Cristo

¿Quién eres, Señor?… Yo soy Jesús, a quien tú persigues. Hechos 9:5
Hemos creído en Jesucristo, para ser justificados por la fe de Cristo y no por las obras de la ley. Gálatas 2:16
Saulo de Tarso vivió en el primer siglo de nuestra era. Este erudito pertenecía a la secta de los fariseos, la más escrupulosa del judaísmo. La fe en Jesucristo se extendía entre los judíos de Jerusalén, pero suscitaba persecuciones. Esta enseñanza dejaba de lado el sistema de la ley de Moisés. Anunciaba una salvación gratuita para todo hombre, judío o no, mediante la fe. Y Saulo, celoso de su religión, era uno de los más ardientes perseguidores de los discípulos de Cristo.
Un día Saulo iba camino a Damasco, con la misión de encarcelar a todos los discípulos que encontrara a su paso, cuando de repente quedó cegado por una luz resplandeciente, y por el poder de Dios cayó a tierra. Entonces comprendió, estupefacto, que al perseguir a los que creían en Jesús, en realidad perseguía al mismo Jesucristo, al Mesías rechazado por su pueblo.

Cuando más oscurece es porque amanecerá

Aunque es muy cierta esta frase y sucede a diario en los fenómenos naturales, y también a nivel personal o espiritual, Jesús también se vio afectado por unas situaciones similares muchas veces. Veamos una de ellas.
Entonces Jesús fue llevado por el Espíritu al desierto, para ser tentado por el diablo. Mateo 4:1 (Reina-Valera 1960).
amanece¿Por qué fue llevado al desierto? El desierto simboliza dificultad, problemas, escasez, y es en este lugar donde Dios pone a prueba nuestro corazón. En el desierto nos damos cuenta que no tenemos nada, sino que dependemos de un ser superior. En los momentos de debilidad el enemigo quiere robarnos la bendición, pero lo más importante de esto no es que estemos en el desierto, lo que cuenta es que sepamos quiénes somos, lo que significamos para Dios, y para qué vinimos a este mundo.
Una de las primeras cosas con las que Satanás quiso enredar a Jesús, era que le demostrara que él era el hijo de Dios (Mateo 4:3); sabía que Jesús tenía hambre y también sabía el poder que poseía, pero lo quería hacer caer. Pero más que el hambre física, está la necesidad de alimento espiritual, y eso es lo que debemos entender. Aunque tengamos dificultades, necesidades físicas y materiales, ¿de qué vale saciarlas si con ello, nuestra vida espiritual decrece? Está muy claro cuando dice que no solo de pan viviremos sino de su palabra.
Por otra parte, nos dejamos engañar y confundir con malas interpretaciones de la palabra. Satanás la conoce muy bien, y le dijo, después, que si era Hijo de Dios se lanzara al vacío, porque Dios mandaría a sus ángeles a que lo sostuvieran (Mateo 4:6)
Jesús le contestó que no debemos tentar a Dios. Equivocadamente, muchas personas desperdician su vida lanzándose al vacío, emocional, espiritual o físico, creyendo que es la solución y que Dios entenderá su decisión, dejándose llenar la cabeza de mentiras del diablo. Con estas cosas no podemos jugar.
 Otra vez le llevó el diablo a un monte muy alto, y le mostró todos los reinos del mundo y la gloria de ellos. Mateo 4:8 (Reina-Valera 1960).
Siempre vamos a querer triunfar en la vida; muchos querrán fama, o ser reconocidos por muchas cosas, pero hay que tener en cuenta cómo obtenemos esa fama, riquezas o poder; para qué la queremos si no glorifica a Dios. Si el precio que hay que pagar es adorar a Satanás, entonces es grave la situación, porque aunque no lo digas y hagas directamente, al desobedecer a Dios, no respetar su voluntad o no tener temor de Dios, lo estamos haciendo indirectamente.
En el subtitulo siguiente dice: ¨Jesús comienza su ministerio¨  (Mateo 4:12); es cuando Jesús hace real el servicio a Dios con todas las de la ley. Después de haberse enfrentado a Satanás y pasar por aquel desierto, llego a Él la luz del día, y a pesar de las circunstancias y problemas, nada impidió que el propósito de Jesús se cumpliera en la tierra. Se alimentó Él y los demás, estuvo en varios lugares predicando el evangelio sin que nadie le hiciera daño, obtuvo fama sin quererla, y ahora es Rey de Reyes y Señor de Señores; obtuvo más de lo que Satanás le ofrecía.

Desafío abierto

Jeremías 44:1 al 10. ¿Qué hacían los cautivos en Egipto?
Durante la cautividad en Egipto, Jeremías debió afrontar el mismo problema que tuvo cuando su pueblo vivía en Judá. En aquel tiempo tuvo que hablar a los líderes; ahora tenía que hablar al pueblo común, que en la cautividad cometía algunos de los mismos pecados que trajeron la devastación sobre él.
¿Qué sorprendente respuesta le dieron a Jeremías cuando los confrontó? (Jeremías 44:15-19).
La dureza de sus corazones, y el engaño que los había vencido eran asombrosos. Miraron a Jeremías a la cara, le desafiaron, y no tuvieron en cuenta lo que les había hablado en “el nombre de Jehová”.
La explicación es sencilla: en los tiempos anteriores, antes de la reforma de Josías, cuando estaban profundamente sumergidos en la adoración a dioses paganos, hasta quemando incienso a “la reina del cielo” y derramando libaciones a ella, les iba bien. Estaban bien materialmente y vivían seguros. Sin embargo, fue solo después de las reformas de Josías, hechas demasiado tarde y solo a medias, cuando la calamidad los golpeó. Así pues, ¿por qué habrían de escuchar a Jeremías y todas sus advertencias?