Durante la temporada navideña estamos maravillados por el hecho de que Dios envío a su Hijo unigénito al mundo. Y Jesucristo dejó el confort del cielo para hacerse cuerpo humano. Lo hizo para que pudiéramos tener una relación con Dios y vida eterna. Es increíble que Dios nos dio la gracia y la libertad sobre el pecado mientras aún éramos pecadores.
Incluso con este gran milagro que sucedió en nuestras vidas, muchos de nosotros todavía somos lentos o temerosos en compartir el evangelio a los perdidos. Tenemos miedo de mencionar el nombre de Dios o de Jesús por temor a represalias en el trabajo, rechazo en nuestras relaciones o quizá por perder el respeto en nuestras comunidades. Sin embargo, como creyentes, necesitamos y debemos hablarles a otros acerca de cómo hemos sido transformados de la oscuridad a la luz.
Dios es mayor que cualquier cosa que se interponga en tu camino cuando compartes el evangelio de Jesucristo. Si pedimos a Dios que nos dé discernimiento para decir la verdad, Él nos dará exactamente la sabiduría necesaria para esta labor. El Espíritu Santo nos guiará a decir lo que son semillas de verdad sembradas en los corazones de los perdidos.