lunes, 10 de abril de 2017

¿Cómo fue salvada la gente antes de que Jesús muriera por nuestros pecados?

Resultado de imagen de ¿Cómo fue salvada la gente antes de que Jesús muriera por nuestros pecados?Desde la caída del hombre, la base de la salvación siempre ha sido a través de la muerte de Cristo. Nadie, ni antes de la cruz, o desde la cruz, pudo haberse salvado sin ese evento central de la historia del mundo. La muerte de Cristo pagó la pena por los pecados pasados de los santos del Antiguo Testamento y los futuros pecados de los santos del Nuevo Testamento.

El requerimiento para la salvación ha sido siempre la fe, y el objeto de esa fe salvadora siempre ha sido Dios. El salmista escribió, “Bienaventurados todos los que en Él confían” (Salmo 2:12). Génesis 15:6 nos dice que Abraham creyó a Dios y eso fue suficiente para que Dios se lo contara por justicia (ver también Romanos 4:3-8). El sistema de sacrificios del Antiguo Testamento no quitaba el pecado, como claramente lo enseña Hebreos 9:1-10:4. Lo que sí hacía, era apuntar hacia el día en que el Hijo de Dios derramaría Su sangre por el pecado de la raza humana.


Lo que sí ha cambiado a través de los tiempos, es el contenido de la fe del creyente. El requerimiento de Dios en cuanto a lo que debemos creer, se basa en la cantidad de revelación que Él ha dado a la raza humana a partir de entonces. A esto se le llama revelación progresiva. Adán creyó en la promesa que Dios le dio en Génesis 3:15 de que la Simiente de la mujer conquistaría a Satanás. Adán lo creyó, y lo demostró por el nombre que le dio a Eva (verso 20) y el Señor indicó Su inmediata aceptación al cubrirlos con pieles de animal (verso 21). Hasta ese punto, fue todo lo que Adán supo, pero él lo creyó.

Defensa personal

“Por sobre todas las cosas cuida tu corazón,
porque de él mana la vida”.
(Proverbios 4:23 NVI)
El corazón de una mujer es un profundo océano de secretos; frase famosa de la película Titanic. Bien lo dice el Señor en su palabra, somos vasos frágiles, fácilmente quebrantables; para nuestros hombres parecemos un reproductor de cancioncillas desafinadas y sin sentido; para nosotras, representamos la necesidad extrema de hacerles saber lo que sentimos y necesitamos.
Queremos que hilen fino en el límite de la cordura; deseamos paz, ternura, detalles que nos hagan sentir amadas; detalles que cuando no los recibimos, nuestro corazón palpita una y otra vez, tratando de acallar el ruido que producen nuestros más negativos pensamientos.
Es una realidad que dar en vez de recibir es mucho más satisfactorio. Es la renuncia voluntaria a perder el tiempo esperando suplir las más altas expectativas con la persona equivocada.
Que la palabra amable calma el enojo, que el ánimo decaído seca los huesos, que la belleza no es la que se lleva por fuera, que la contienda desgasta y agota; verdades inmanejables por nuestro carácter impaciente o intolerante al sufrimiento; bloqueamos nuestras emociones, y a muchas se nos hace difícil que a nuestro alrededor no se enteren de nuestra insatisfacción, pero nuestro rostro habla por sí solo y nuestras reacciones automáticas nos delatan.
De lo que hay en el corazón habla la boca; lo que contamina a una persona no es lo que entra por ella, sino lo que sale de allí. Honramos a Dios con nuestros labios, pero en realidad nos encontramos lejos de Él. Decimos que lo amamos, pero nos sentimos incapaces en los momentos de efervescencia, de guardar la compostura a la que hemos sido llamados.

Quiero Dar Gracias a Dios

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Gracias 
Por todo lo que la vida me ha dado en abundancia,

salud, felicidad, prosperidad.
Gracias por las duras lecciones que me han ayudado
a conocerme mejor y conocer mejor a los demás.

Gracias

por los fracasos vividos, por la obligación de no sentarme nunca sobre mis laureles, por la necesidad de comprender el fracaso de los demás y ofrecerles la ayuda que necesitan en esos momentos,
por todas esas ocasiones que se presentaron para cultivar:
la paciencia, la tolerancia y la esperanza.

Gracias

por los múltiples descubrimientos de la realidad y la verdad…

Gracias

por las oportunidades que aproveché,
las soluciones que encontré,
las capacidades que desarrollé,
las victorias que he obtenido, los días maravillosos que he vivido.

Gracias 
por los padres que conocí, los amigos que encontré, los profesores que me enseñaron, los libros que he leído, los viajes que he realizado,

las comidas que me han deleitado.

Gracias 
por los paisajes que he admirado, el sol que me ha calentado, las flores que he contemplado, el aire que he respirado.
Gracias 
por la conciencia cada vez más grande de que un SER ESPECIAL,

vela por mí a pesar de mis errores,

me protege a pesar de mis debilidades,

me ama a pesar de mis defectos, y me da soluciones a pesar de mis obstinaciones.

Gracias por la alegría de constatar, simplemente, que yo estoy vivo@!

¿Qué dura para siempre?

Pero tú eres el mismo, y tus años no se acabarán. Salmo 102;27
Una amiga mía, que había tenido muchas dificultades, escribió: «En los últimos semestres de la vida estudiantil, muchas cosas han cambiado… es aterrador. Nada permanece para siempre».
Por cierto, mucho puede suceder en dos años: un cambio de carrera, nuevas amistades, enfermedades, muertes... Para bien o para mal, ¡una experiencia transformadora puede estar a punto de abrirse paso en tu camino! Entonces, qué gran consuelo es saber que nuestro amoroso Padre celestial no cambia.
El salmista declara: «Pero tú eres el mismo, y tus años no se acabarán» (Salmo 102:27). La repercusión de esta verdad es inmensa: Dios es amoroso, justo y sabio para siempre. Como afirma Arthur W. Pink: «Cualquiera que fueran los atributos de Dios antes de crear el universo con su Palabra, son exactamente los mismos ahora, y permanecerán inmutables para siempre».
En el Nuevo Testamento, Santiago escribe: «Toda buena dádiva y todo don perfecto desciende de lo alto, del Padre de las luces, en el cual no hay mudanza, ni sombra de variación» (1:17). En nuestro mundo cambiante, podemos saber que nuestro Dios bueno siempre será coherente con su carácter.
Quizá parezca que nada dura para siempre, pero Dios sigue siendo bueno con su pueblo.

Señor, gracias porque eres el único que nunca cambia, y eres bueno con nosotros.
Aquel que sustenta el universo no te dejará.