“echando toda vuestra ansiedad sobre él, porque él tiene cuidado de vosotros”.
1 Pedro 5:7
Querido Señor:
Acudo a ti sintiéndome ansiosa y atemorizada. Mi lucha no es con nadie en particular, sino que hoy me toca enfrentarme cara a cara conmigo misma. Debo confrontar mis realidades, abrir la puerta a la sinceridad, para que pueda llegar la sanidad que tanto ansío y espero.
Si como a Pedro me preguntaras si te amo, respondería: ¡Señor, sólo Tú sabes cuánto te amo! Lucho con muchas imperfecciones a diario, y a mi alrededor hay tanta presión que a veces siento que voy a explotar, que no podré continuar por más esfuerzos que hago por avanzar y salir adelante.
Y sé que sería como tierra árida y seca si Tú no estuvieras aquí conmigo. El enemigo ha intentado robar mis sueños y quebrantar mi fe, pero desde ese lugar profundo de mi ser, desde el rincón más íntimo y secreto de mi alma, mis células respiran ese amor y esa gracia que no permite que huya de tus brazos y de tu amor.
Es muy fuerte tu Espíritu sobre mí, aunque yo me sienta muy vulnerable y débil a veces. Tú conoces también lo decepcionada que me siento cada vez que pienso que te fallo. Me surge un sentimiento de impotencia cuando creo que voy avanzando, porque doy dos o tres pasos hacia adelante y retrocedo como diez.