“Porque para mí el vivir es Cristo, y el morir es ganancia.” (Filipenses 1:21)
Para mucha gente la vida en la tierra es todo lo que hay, todo lo que tienen. Los domina el concepto de que todo termina con la muerte. Y como ésta es la filosofía que domina su vida, llegan a la conclusión de hay que aprovechar la corta vida en la tierra. Ésta es la razón por lo que dedican todo su esfuerzo en acumular bienes y riquezas, dinero, popularidad, poder, y en dar rienda suelta a los placeres sensuales.
Cuando murió uno de los hombres más ricos de la historia, John D. Rockefeller, le preguntaron a su abogado: «¿Cuánto dejó John D?» La respuesta fue: «TODO».
Dijo Salomón, uno de los hombres más sabios de la historia. “Nada trajimos al nacer y nada nos llevamos al morir. La gente trabaja duro para conseguir cosas, pero cuando muere no puede llevarse nada.” (Eclesiastés 5:15 PDT).
La biblia presenta una perspectiva de vida cuanto menos diferente, en el sentido de que el Señor Jesús nos enseñó que “la vida del hombre no consiste en la abundancia de los bienes que posee. Que la vida es más que comida, y el cuerpo mas que el vestido.” (Lucas 12:15,23).
Los valores espirituales tienen mayor importancia que los recursos materiales que finalmente, quedarán en la tierra sin saber quién los disfrutará. En este sentido, el Señor dio el sabio consejo de encontrar el camino que nos lleva a un aprovechamiento más efectivo de la vida: “Busquen el reino de Dios por encima de todo lo demás y lleven una vida justa, y él les dará todo lo que necesiten.” (Mateo 6:33NTV). Jesús nos advierte de buscar un equilibrio, para que el ocuparnos de la vida no nos lleve a olvidarnos de Dios.
El apóstol Pablo entendió plenamente este principio de vida. Es la razón por la que les dice a los cristianos filipenses: “Si vivo, quiero hacerlo para servir a Cristo, pero si muero, salgo ganando.” (Filipenses 1:21 TLA). Para Pablo, su vida en la tierra está cifrada en Cristo. Cristo es el todo en su vida, el eje de su vida. Es el que le da sentido a su vida.
I. EL VIVIR ES CRISTO
Pablo fue un hombre culto, uno de los más prestigiosos maestros del judaísmo, fuerte candidato a formar parte del Sanedrín (la alta jerarquía de la religión judía). Por su rechazo al cristianismo y a los cristianos, se convirtió en un acérrimo perseguidor de la iglesia cristiana. Contaba con el total apoyo del Sanedrín.
Pero la vida de este hombre experimentó un cambio radical cuando tuvo un encuentro con Cristo camino a Damasco. Entonces los propósitos de su vida fueron otros, sus convicciones fueron otras; ahora sus metas eran vivir para servir a Cristo y a su iglesia, desarrollar valores eternos y hablar a otras personas acerca de Cristo.
En términos espirituales, la máxima aspiración de Pablo era ser semejante a Cristo y hablar con valor y claridad a favor de Su evangelio. Pablo llegó a decir “opino que nada tiene valor comparado con la inapreciable ganancia de conocer a Jesucristo como Señor. Por ganar a Cristo todo lo he dejado a un lado y lo considero basura.” (Filipenses 3:8 NT BAD).
Ésta es una profunda declaración acerca de sus valores: la relación de una persona con Cristo es más importante que cualquier otra cosa. Conocer a Cristo debe ser nuestra meta final.
En términos económicos, El Señor Jesucristo ve la vida como una gran inversión. Lo que acumulemos en la tierra no vale nada para la obtención de la vida eterna. Ni riquezas ni pobreza, ni la conquista de los honores más elevados, pueden hacernos ganar la vida eterna.
El Señor enseña: “De nada sirve que una persona gane en este mundo todo lo que quiera, si a fin de cuentas pierde su vida. Y nadie puede dar nada para salvarla.” (Mateo 16:26 TLA). El Señor dice claramente que el hombre está aquí para un negocio mucho más grande que conseguir dinero y vivir holgadamente. Está llamado a representar los intereses de su Rey. Si pierde esto, lo pierde todo.
Y sobre este concepto de vida, el Señor aconsejó: “No os hagáis tesoros en la tierra, donde la polilla y el orín corrompen, y donde ladrones minan y hurtan; sino haceos tesoros en el cielo, donde ni la polilla ni el orín corrompen, y donde ladrones no minan ni hurtan. Porque donde esté vuestro tesoro, allí estará también vuestro corazón.” (Mateo 6:19-21).
El verdadero tesoro es creer que Jesucristo es el único camino para llegar al Dios verdadero. Es buscar intencionalmente a Dios de todo corazón y permitir que los propósitos de Dios se hagan realidad en toda nuestra vida, en nuestra familia y en todo lo que hacemos.