La empresa para la que trabajaba mi papá siempre proveía de apartamentos de alquiler para sus empleados, generalmente, en edificios de varios niveles. Nosotros vivíamos en uno de esos edificios, en el 4º piso.
Sin perder ni un minuto, el sábado de esa semana hicimos la gran mudanza, estábamos muy emocionados. Al lunes siguiente, cuando mi papá volvía del trabajo y estaba a punto de entrar en casa, vio a una anciana y su viejo esposo luchando por subir una silla de ruedas por las escaleras. Quedó impresionado y conmovido.
Cuando corrió a ayudarles, dijo la señora, “No te preocupes, hijo, ya estamos acostumbrados, hemos hecho esto durante los últimos 15 años por nuestra hija con discapacidad. Dios le bendiga por su ayuda, de todos modos”.