La empresa para la que trabajaba mi papá siempre proveía de apartamentos de alquiler para sus empleados, generalmente, en edificios de varios niveles. Nosotros vivíamos en uno de esos edificios, en el 4º piso.
Durante dos años, mi papá estuvo enviando su solicitud de un apartamento en el primer piso. Así sería más fácil para mi mamá, que había sufrido complicaciones después de su segundo parto. Se le había recomendado mucho reposo, y subir las escaleras todos los días era un poco difícil para ella. Gracias a Dios, la solicitud de mi papá fue concedida muy rápidamente, y mamá y papá se alegraron mucho. Nos mudaríamos a otro apartamento, en el primer piso de ese mismo edificio, próximo a la oficina de mi papá.
Sin perder ni un minuto, el sábado de esa semana hicimos la gran mudanza, estábamos muy emocionados. Al lunes siguiente, cuando mi papá volvía del trabajo y estaba a punto de entrar en casa, vio a una anciana y su viejo esposo luchando por subir una silla de ruedas por las escaleras. Quedó impresionado y conmovido.
Cuando corrió a ayudarles, dijo la señora, “No te preocupes, hijo, ya estamos acostumbrados, hemos hecho esto durante los últimos 15 años por nuestra hija con discapacidad. Dios le bendiga por su ayuda, de todos modos”.