“No se engañen ustedes: nadie puede burlarse de Dios. Lo que se siembra, se cosecha” (Gálatas 6:7).
Pero por esas cosas de la vida, el joven se enamoró de la hija de su vecino. Logró hacerse novio de la joven y, al cabo de un tiempo, le propuso matrimonio. Como regalo de boda el papá de la novia “le obsequió al muchacho nada menos que ese mismo campo que él había estropeado con la cizaña”. ¡Ya te puedes imaginar la sorpresa que esto representó para el recién casado! No tenía más alternativa que aceptar el terreno y trabajar arduamente a fin de poder restaurar lo que él había dañado. Al verse frustrado por sus acciones, no pudo por más que decirse a sí mismo con dolor: ‘Estoy cosechando lo que sembré’.
¡Cuánta razón tuvo este muchacho! ¿Qué has estado sembrando en el terreno de tu corazón? ¿Cuáles son los hábitos que has estado cultivando? No importa cuáles sean tus respuestas a estos interrogantes, pero debes saber que lo que estés haciendo con tu vida ahora producirá resultados que impactarán en tu presente y en tu futuro.