viernes, 18 de mayo de 2018

ABC del Cristiano

Alaba a Dios en cada circunstancia de la vida.

Busca la excelencia, no la perfección.

Cuenta tus bendiciones en vez de sumar tus penas.

Devuelve todo lo que tomes prestado.

Encomienda a tres personas cada día.

Fíate de Dios de todo corazón y no confíes en tu propia inteligencia.

Gózate con los que gozan y llora con los que lloran.

Haz nuevos amigos pero aprecia a los que ya tienes.

Invita a Cristo a ser tu Señor y Salvador.

Jamás pierdas una oportunidad de expresar amor.

Lee tu Biblia y ora cada día.

Mantente alerta a las necesidades de tu prójimo.

No culpes a los demás por tus infortunios.

Olvida las ofensas y perdona así como Dios te perdona.

Promete todo lo que quieras; pero cumple todo lo que prometes.

Que se te conozca como una persona en quien se puede confiar.

Reconoce que no eres infalible y discúlpate por tus errores.

Sé la persona más amable y entusiasta que conoces.

Trata a todos como quisieras que te traten.

Únete al ejército de los agradecidos.

Vístete de misericordia, humildad y paciencia.

Y no te olvides de soportar a los demás como a ti te soportan.

Záfate de las garras seductoras de Satanás.

Y lo mejor llénate del amor de Dios, quien todo lo puede y está dispuesto a amarte siempre.

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La Caverna Misteriosa

La leyenda cuenta acerca de un suceso real del que se ha derivado parte a fantasía, transmitida ésta de generación en generación: 
En cierta ocasión, una mujer muy pobre, y cargando a su hijo, pasó frente a una caverna, cuando repentinamente escuchó una voz que salía desde allí, diciendo: “entra y toma todo lo que desees, pero no te olvides de lo principal, y recuerda que una vez que salgas, la entrada se cerrará para siempre. Por lo tanto, aprovecha la oportunidad, sin olvidar lo principal”. 
caverna misteriosaLa mujer entró en la caverna y se encontró ante una gran cantidad de oro y joyas; dejando al niño sentado en el suelo, fue acumulando en su delantal lo que más podía. 
“Tienes ocho minutos”, dijo la voz misteriosa. 
Terminados los ocho minutos, corrió hacia la entrada llevando el oro y las joyas, y al salir, la puerta se cerró para siempre. Allí se dio cuenta de que su hijo había quedado en el interior de la caverna. Tenía riquezas, sí, pero se había olvidado de lo principal.
Hay quien todo el día codicia; pero el justo da, y no detiene su mano. Proverbios 21: 26.
Por nada estéis afanosos, sino sean conocidas vuestras peticiones delante de Dios en toda oración y ruego, con acción de gracias. Filipenses 4: 6.
No existe nada más perjudicial que la ambición, “el deseo intenso y vehemente de conseguir una cosa difícil de lograr, especialmente riqueza, poder, o fama”. Anhelar y luchar por tener cosas como algo prioritario, puede provocar que se desvíe la atención de lo que es realmente importante, como la familia, la salud, la práctica de valores y principios, como son la buena relación con los demás, el compañerismo, la amistad, o la comunión con Dios. 
El progreso sí forma parte de la voluntad de Dios para los hombres. En esto, la Biblia es muy precisa, porque dice que el primer objetivo del hombre o la mujer al tener un trabajo remunerado, es para bendecir a los que no tienen: El que hurtaba, no hurte más, sino trabaje, haciendo con sus manos lo que es bueno, para que tenga qué compartir con el que padece necesidad. Efesios 4: 28. Aún así, es bueno saber también que el afán está a la misma altura que la ambición, lo que hace necesario chequearse interiormente para no caer en semejante condición.

¿Puede alguien perder su salvación como parece enseñar Hebreos 6:4-6?

Hay muchas personas que han enseñado, y de hecho continúan haciéndolo, que el pasaje de Hebreos 6:4-6, muestra claramente que un cristiano puede perder la salvación. Si hacemos una lectura superficial del pasaje en cuestión, parecería que ésta es la interpretación correcta. Pero como ocurre con muchas Escrituras, debemos estar atentos a la “herejía a primera vista”.
Vamos entonces a estudiar este pasaje y ver qué es lo que realmente enseña:
  • Hebreos 6:4-6: “Porque es imposible que los que una vez fueron iluminados y gustaron del don celestial y fueron hechos partícipes del Espíritu Santo, 5 y asimismo gustaron de la buena palabra de Dios y los poderes del siglo venidero, 6 y recayeron, sean otra vez renovados para arrepentimiento, crucificando de nuevo para sí mismos al Hijo de Dios y exponiéndolo a vituperio.”
Imagen relacionadaEste pasaje plantea la pregunta: “¿Cómo puede ser alguien ‘iluminado’, para después ‘caer’”? Puede parecer que este pasaje está hablando de alguien que pierde la salvación. ¿O verdaderamente este pasaje sí habla de perder la salvación? La clave para responder a esta pregunta es descubrir quiénes son ellos” y de qué “recayeron”.
Para empezar, es importante saber que esta sección de Hebreos trata acerca de apóstatas/herejes; aquellos que de alguna forma, parece ser que abrazaron la verdad, pero que ahora la han abandonado. También es importante saber qué entendieron los creyentes, a los que originalmente se les envió este mensaje, acerca de los “que una vez fueron iluminados”. Cuando leemos hoy día este pasaje, podríamos pensar que estas personas “fueron iluminadas” acerca de la verdad o que fueron regeneradas. Pero, ¿fue ésta la intención original del autor? ¿Y cómo entenderían los lectores este mensaje?
En las Escrituras, “iluminados” no siempre significa “regenerado” o “salvo”. En este versículo se está hablando de personas que estuvieron involucradas fuertemente en una iglesia. Es como si se hubieran unido a una congregación, escuchado el Evangelio y ver al Espíritu trabajando en la vida de los creyentes. Sí, pudieron haber recibido algunas de las bendiciones al formar parte de una comunidad, haber confesado públicamente a Cristo y haber sido bautizados. Pero estas personas en particular, nunca tuvieron un conocimiento real de la salvación de Cristo. Recordemos que en los escritos iniciales del cristianismo, a las personas convertidas y bautizadas se las llamaban “iluminados”.
Otra clave que se debe entender es a quién hace referencia la frase "los que gustaron (probaron) del don celestial”. Como vemos, ellos solo “gustaron”/“probaron” a Cristo, pero no fueron realmente convertidos a la fe en Él.
Una persona puede aprender cosas acerca de Cristo, llegando a admirarlo. Esta persona puede, incluso, disfrutar de una cierta comunión, pero no tener ningún compromiso duradero con Cristo. Mas cuando una persona se arrepiente y tiene fe, se une a Cristo en salvación. Pensemos en la siguiente analogía: no es lo mismo casarse con alguien, que solo salir unas pocas citas con esa persona.
Así es visto con cierta frecuencia, en las personas que han estado en una iglesia durante muchos años, involucradas en muchas cosas, que nunca han faltado a un servicio, y sin embargo, no son salvas. Éstas han sido “iluminadas” al ver a Dios trabajar; pero solo les ha gustado lo que sucede, sin pensar en involucrarse realmente en “eso”. Lo más probable es que hayan participado de la Cena del Señor, como sugiere el pasaje, pero nunca fueron verdaderamente salvos. En otras palabras, ellos "estaban en la iglesia, pero no eran parte de la Iglesia”. Así que, el hecho de ser miembro de una iglesia, ser “iluminados” por la vida de la Iglesia y ver cómo trabaja Dios, no garantiza la salvación. Ser “iluminado”, no necesariamente significa ser “salvo”.