miércoles, 19 de abril de 2017

Para formar parte de la familia de Dios

«El amor sea sin hipocresía; aborreciendo lo malo, aplicándoos a lo bueno».
Romanos 12: 9, BA
Resultado de imagen de Para formar parte de la familia de DiosLos hábitos, repetidos a menudo, dan forma al carácter. Los niños que hablan groseramente el uno al otro y se comportan sin consideración en el hogar, están formando hábitos que se manifestarán en su vida posterior, y que les resultará muy difícil vencerlos. No manifiestan temor de Dios, ni demuestran refinamiento de carácter. Sus actitudes agresivas, su falta de respeto y de buenos modales, no son más que el reflejo de la educación que reciben en el hogar.
En la conducta de los niños fuera del hogar, todo el mundo puede leer, como en un libro abierto, un informe del estilo de vida de la familia. Se lee la historia de deberes descuidados, de falta de dominio propio, de carencia de abnegación, de actitudes agresivas, de irritabilidad e impaciencia. Sin embargo, quienes revelan que tienen temor de Dios darán testimonio, en su carácter y en sus palabras, de un hogar donde se atesora el amor, donde hay paz, donde se cultiva la paciencia, donde se presta atención a las pequeñeces de la vida, donde todos están preocupados de su deber de hacer felices a los demás.
¿Nos estamos preparando para formar parte de la familia celestial? ¿Nos preparamos en el hogar para llegar a ser miembros de la familia de Dios? Si es así, hagamos placentera la vida familiar mediante un solidario apoyo mutuo. Si queremos que Jesús habite en nuestro hogar, procuremos que allí solamente se pronuncien palabras amables. Los ángeles de Dios no morarán donde se vive en continua disputa y enfrentamientos. Atesoremos la paz, la cortesía cristiana, y los ángeles serán nuestros huéspedes.

Él entiende y le importa

Ciertamente llevó él nuestras enfermedades y sufrió nuestros dolores, ¡pero nosotros lo tuvimos por azotado, como herido y afligido por Dios! Isaías 53:4
Cuando le preguntaron si creía que la abulia y la apatía eran problemas de la sociedad moderna, un hombre bromeó: «No lo sé ni me interesa».
Seguramente, muchas personas desanimadas sienten eso sobre el mundo y los que en él habitan. Pero Jesús entiende bien la confusión y las preocupaciones de nuestras vidas, y le importa lo que nos sucede. Isaías 53, una profecía del Antiguo Testamento sobre la crucifixión de Cristo, nos deja entrever lo que padeció por nosotros. «Angustiado él, y afligido (…); como cordero fue llevado al matadero» (verso 7). «Por la rebelión de mi pueblo fue herido» (verso 8). «Con todo eso, el Señor quiso quebrantarlo, sujetándolo a padecimiento. Cuando haya puesto su vida en expiación por el pecado, verá linaje, vivirá por largos días, y la voluntad del Señor será en su mano prosperada» (verso 10).
En la cruz Jesús cargó voluntariamente con nuestro pecado y nuestra culpa. Nadie sufrió jamás como el Señor por nosotros. Sabía lo que costaría salvarnos de nuestros pecados y, por amor, quiso pagar el precio (versos 4-6).
Gracias a la resurrección de Jesús, Él está vivo y con nosotros. No importa la situación que enfrentemos, ya que Jesús entiende y le importa. Y nos ayudará a atravesarla.

Señor, gracias porque conoces nuestras circunstancias y te preocupas por nosotros.
No está aquí, sino que ha resucitado… Lucas 24:6

El principio y el fin

“Libro de la genealogía de Jesucristo, hijo de David” (Mateo 1:1)¿Dónde está el rey de los judíos que ha nacido?” (Mateo 2:2). “He aquí, una virgen concebirá y dará a luz un hijo, y llamarás su nombre Emanuel, que traducido es: Dios con nosotros”  (Mateo 1:23). Jesús es Rey y Dios.
“Escribió también Pilato un titulo, que puso sobe la cruz, el cual decía: Jesús Nazareno, rey de los judíos” (Juan 19:21).
“Nosotros tenemos una ley, y según nuestra ley debe morir, porque se hizo a sí mismo Hijo de Dios” (Juan 19:7). Jesús es rechazado como Rey y Dios.
Imagen relacionadaEs curioso como el evangelio termina como empezó. Los evangelistas presentan las evidencias de Jesús como Rey y Dios, y los judíos le crucifican justamente por estos dos motivos, porque no lo quieren como Rey ni Dios. El final de la vida de Jesús está íntimamente ligado con el comienzo.
Los magos preguntan por el “rey de los judíos” (Mateo 2:2) y Pilato pregunta a Jesús: “¿Eres tú el Rey de los judíos?” (Juan 18:33)“Y los soldados entretejieron una corona de espinas, y la pusieron sobre su cabeza, y le vistieron con manto de púrpura; y le decían: ¡Salve, Rey de los judíos!” (Juan 19:2, 3). Y sobre su cruz escriben la causa de su condenación: “Jesús nazareno, Rey de los judíos” (Juan 19:19).

Cuando los principales sacerdotes y los alguaciles dijeron a Pilato que Jesús pretendía ser el Hijo de Dios, Pilato tuvo miedo y preguntó a Jesús: “¿De dónde eres tú?”(Juan 19:9). ¿Tienes un origen divino?  La respuesta a esta pregunta en el contexto sería: “He venido del cielo”, pero Jesús no quiso contestar. “No le dio respuesta”.  Pilato hizo la pregunta porque tuvo miedo de que pudiese ser así.

El poder vivificador de DIOS

“Ciertamente llevó él nuestras enfermedades, y sufrió nuestros dolores; y nosotros le tuvimos por azotado, por herido de Dios y abatido. Mas él herido fue por nuestras rebeliones, molido por nuestros pecados; el castigo de nuestra paz fue sobre él, y por su llaga fuimos nosotros curados.”
Isaías 53:4-5  Reina-Valera 1960 (RVR1960)
El poder vivificador de DIOS
Después de ser salvo y recibir a Jesús en mi corazón, aún existía algo en mí que no comprendía. Las secuelas de abusar del alcohol desde joven cobraron su factura y mi cuerpo se resintió. El restablecimiento de mi sistema nervioso y el poder dormir fue lento, y en ocasiones desesperanzador. No obstante, cada vez que leía la palabra de DIOS era fortalecido y aumentaba mi bienestar. Tanto mi mente como mi cuerpo sufrieron las consecuencias del alcoholismo, y hubo muchos momentos en los que creía que jamás tendría una vida normal. Pero no fue así, mi DIOS, en medio de las llamas por las cuales estaba pasando, prometía que todo iba a estar bien y que ni una sola de esas llamas me iba a quemar (Isaías 43:1-4). 
Durante algún tiempo luché para sentir alegría, pero parecía que estaba como adormecido, mas el SEÑOR me mostraba que por medio de Su Espíritu revivirían mis huesos secos (Ezequiel 37); y así lo hizo. Después de algunos años de estar en la presencia de DIOS y usar medicamentos naturales, sucedió. Poco a poco y también de repente, la ansiedad, la depresión, la pesadez y la crisis nerviosa desaparecieron. Cada vez que alababa a DIOS descendían torrentes de vida del cielo, y cuando oraba por los demás el poder de DIOS recorría mi cuerpo y me daba Su gozo. Hasta que un día recibí la total restauración que anhelaba, la misma que Cristo pagó por mí (Isaías 53:4-5).