miércoles, 7 de octubre de 2015

Más Grande Que Un Sentimiento

“Aun si nos sentimos culpables, Dios es superior a nuestros sentimientos y él lo sabe todo.”
1 Juan 3.20
Culpa. Este es un tema que, para nosotros, surge y resurge una y otra vez. Cada vez que hablamos con gente sobre permitir que Dios sane su pasado, de una u otra manera, terminamos hablando de la culpa con la que viven por las cosas que hicieron en él. Pero la culpa es una realidad en varios sentidos.
Veamos: Es real en el sentido de que todos la sentimos, el sentimiento es de todos. No obstante, en un sentido más profundo, es real porque significa haber hecho algo malo. Todos la sentimos, porque todos hemos cometido errores, hemos herido a alguien o hemos causado daño. Ese es el hecho y no se puede obviar. Pues basado en los hechos, somos culpables de hacer esas cosas.
Y bien, ¿cuál es el problema con todo esto? Es fácil que tu sentimiento de culpa nuble la manera en que te ves a ti mismo y al mundo que te rodea. Se convierte en el lente por medio del cual nos vemos a nosotros mismos. Y cuando nos vemos de esta manera, llegamos a la conclusión de que los demás nos ven de la misma, o por lo menos que pueden sentir nuestra culpabilidad.
Por fuera puede que parezcamos estar seguros de nosotros mismos, dotados, exitosos, talentosos, etc., pero por dentro estamos pendientes de un hilo. Puede que podamos presentarnos de manera que la gente no pueda ver nuestro sentimiento, pero el sentimiento sigue vivo dentro de nosotros.

Nuestro “Pero Señor…”

Muchas veces las oraciones que elevamos se convierten en monólogos acerca de lo que necesitamos, deseamos y/o agradecemos. La voz de Dios se hace audible cuando leemos o recordamos sus promesas, pero no parece tener el mismo tono cuando nos insta al servicio, a la acción. Esa orden ya no nos suena tan fuerte y clara, en cambio, nuestras razones y argumentos inundan todo nuestro pensamiento, y cada vez estamos menos seguros de que aquello sea realmente la voluntad de Dios… Caso de que lo fuese, todo debería darse más fácil, ¿no? 
Pero las excusas no se las damos al Señor, generalmente nos las damos a nosotros mismos para convencernos de lo que pensamos y queremos. Imaginemos pararnos ante Él y decirle que recapacite ante nuestras razones…
oracion-mujer-Pero Señor:
-Es que no tengo tiempo.
“No mirando nosotros las cosas que se ven, sino las que no se ven; pues las cosas que se ven son temporales , pero las que no se ven son eternas” 2°Corintios 4:18
Quizá el tiempo sea el mejor parámetro para conocer dónde está puesto nuestro corazón. Solo es cuestión de ver y comparar cuánto tiempo dedicamos a cada cosa de nuestra vida.
Este pasaje pone en evidencia lo menor que resulta lo temporal con respecto a lo eterno y cómo enfocamos o no nuestra mirada sobre lo que resulta fugaz. Nuestra mirada y nuestro tiempo ¿están puestos en el Reino?
-No es el momento. Más adelante quizás lo sea, pero ahora es realmente complicado.
“Entonces el Reino de los cielos será semejante a diez vírgenes que tomando sus lámparas, salieron a recibir al esposo. (…) Pero mientras ellas iban a comprar, vino el esposo; y las que estaban preparadas entraron con él a las bodas; y se cerró la puerta. (…) Velad, pues, porque no sabéis el día ni la hora en que el Hijo del Hombre ha de venir.” Mateo 25: 1, 10 y 13.

Hay Un Gigante en Tu Cuerpo

Cierto día, Napoleón señalando a China en el mapa, hizo la siguiente declaración: “Ahí yace un gigante dormido. Déjenlo dormir. Cuando despierte, él moverá el mundo”. Transcurrieron dos siglos para ver hoy en día, el despertar de este gigante.
Sin embargo, ya hace un par de milenios el apóstol Pablo escribió lo siguiente a los Efesios: “y cuán incomparable es la grandeza de su poder a favor de los que creemos. Ese poder es la fuerza grandiosa y eficaz que Dios ejerció en Cristo cuando lo resucitó de entre los muertos y lo sentó a su derecha en las regiones celestiales” Efesios 1:19-20 (NVI).
Aquí podemos ver que hay un poder celestial a favor de los que creen. Hay un poder dentro de ti que aún no te has dado cuenta que lo tienes. Has atravesado situaciones en tu vida ignorando que en ti había ese poder. Te has encontrado siendo victima de las circunstancias, de los problemas, cuando tú has sido llamado a ser protagonista. Hay un gigante en tu cuerpo dormido que necesitas despertar. Ya has escuchado y quizá has leído unas cuantas veces la historia de David y Goliat. El verdadero gigante fue David, porque sabía el poder que habitaba en él debido a la confianza que tenía en Dios.

¿Cómo Hablar con Dios? 4 Pasos Importantes de la Oración

La oración es el medio de comunicación, espiritual, que Dios estableció para que las personas hablen con Él.

Es normal que se confundan un poco aquellos que se están iniciando en esta práctica, y en algunos casos hasta podrían sentirse algo intimidados. Si este es tu caso, aquí tienes algunos consejos que seguro te serán muy útiles. Y ya verás que no es nada complicado, todo lo contrario, es muy parecido a conversar con un amigo. O sea, a la hora de hablar con Dios debes abrir la mente y el corazón.

Paso 1
Escoge un sitio donde te encuentres a gusto, puede ser en la comodidad de tu hogar, en la Iglesia, a solas, o junto a otros cristianos. Hay quienes prefieren hacerlo al aire libre, en espacios naturales como la playa o un parque, pues en lugares así sienten más cercana la presencia de Dios. Lo principal es que estés realmente cómodo y relajado para poder concentrarte en lo que quieres decir.

Paso 2
Después de dar el primer paso ya puedes comenzar a hablar con Dios. Di todo lo que te apetezca, y sin dejar de mostrarle el respeto que se merece, procura no ser demasiado formal, pues ten en cuenta que la persona que te está escuchando es un amigo de confianza (Juan 15:15). Puedes orar en voz alta, susurrando, o desde el silencio de tu corazón, pero trata de decir todo lo que tienes en mente. Cuéntale tus miedos, consúltalo sobre tus proyectos, comparte con Él tus sueños y las cosas que te hacen feliz, pero siempre procura hablar en primera instancia, de aquellas cosas que te llevaron a conversar con Él. Si tienes preguntas que hacerle, no dudes en planteárselas. Y recuerda que la gratitud es una parte fundamental en la oración, por ello nunca olvides darle las gracias por todas las cosas que te ha dado.

Confianza en Dios

“Entonces Israel ya no tendrá la tentación de confiar en la ayuda de Egipto.”
Ezequiel 29:16 (Nueva Traducción Viviente)
En este pasaje, el SEÑOR le revela a su pueblo que es proclive a la tentación de confiar en alguien más que no sea Él. Después de que el Todopoderoso sacara a Israel de su esclavitud en Egipto y les prosperó en la tierra prometida, su pueblo se olvidó de confiar en Él, y en repetidas ocasiones, buscó alianzas con pueblos extranjeros en lugar de volver a su DIOS. Ello les ocasionó ser nuevamente cautivos.
De igual manera, todo aquel que le ha entregado su vida a Jesucristo, debe confiar de todo corazón en Él y sus caminos. Fuera de Jesucristo los creyentes se extravían y pierden fruto. Para cada situación que venga a la vida del creyente, DIOS tiene la mejor solución, no obstante hay que creerlo. Cuando un creyente deposita su confianza en algo o alguien que no sea DIOS, cae en tentación, pues las Escrituras declaran que Él tiene cuidado de los suyos:
“Pongan todas sus preocupaciones y ansiedades en las manos de Dios, porque él cuida de ustedes.” 1 Pedro 5:7 (Nueva Traducción Viviente).
La fe es la plena confianza en DIOS, y por medio de ella el Todopoderoso actúa. Su voluntad es que los suyos se aproximen a Él con la certeza de que recibirán lo que le piden, pues se deleita en suplir las necesidades de los que confían en Él.
Deposita toda tu confianza en DIOS, quien escucha todas tus oraciones y te cuida. No dependas de personas o circunstancias que son temporales, depende de aquel que es eterno.

Aquellos que ponen su confianza en DIOS jamás serán decepcionados, sé parte de ellos.