sábado, 1 de abril de 2017

En la Vida nada sucede porque Sí

Un día, un muchacho pobre que vendía mercancía de puerta en puerta para pagar sus estudios, vio que solo le quedaba una simple moneda de diez centavos y tenía hambre.
Decidió que pediría comida en la siguiente casa. Sin embargo, los nervios lo traicionaron cuando una encantadora joven le abrió la puerta.
En vez de comida, le pidió un vaso de agua. Ella pensó que el joven tendría hambre y le dio un gran vaso de leche. Él bebió despacito y después le preguntó: -¿Cuánto le debo? -No me debes nada – respondió ella.
Resultado de imagen de En la Vida nada sucede porque SíY continuó: – Mi madre nos enseñó a no aceptar ningún pago por una caridad. Él dijo: -Pues te lo agradezco de todo corazón.
Cuando Howard Kelly salió de aquella casa, no solo se sintió más fuerte físicamente, sino que también su fe en Dios y en los hombres era más fuerte. Ya se había resignado a rendirse y dejar todo.
Años después, esa joven mujer se enfermó gravemente. Los médicos de su pueblo estaban confundidos.
Finalmente la enviaron a la ciudad más cercana, donde llamaron a un especialista para estudiar su extraña enfermedad. Llamaron al Dr. Howard Kelly.
Cuando escuchó el nombre del pueblo de donde era ella, una extraña luz llenó sus ojos.
Inmediatamente, vestido con su bata de médico, fue a ver a la paciente. En seguida reconoció a aquella mujer, y determinó hacer cuanto fuera para salvar aquella vida. Dedicó especial atención a aquella paciente, y después de una gran lucha por la vida de la enferma, se ganó la batalla.
El Dr. Kelly pidió a la administración del hospital que le enviara la factura total de los gastos. La pagó, y después escribió algo y mandó que se lo entregaran a la paciente.
Ella tenía miedo de abrir el papel, porque sabía que la llevaría el resto de su vida pagar todos los gastos.
Finalmente abrió la factura y algo llamó su atención; decía lo siguiente: “Totalmente pagado hace muchos años con un vaso de leche.: Dr. Howard Kelly.”
Lágrimas de alegría corrieron por los ojos de la mujer, y su corazón feliz rezó:
“Gracias Dios, porque tu amor se manifiesta en las manos y en los corazones humanos.”

Días de tormenta

Marcos 4.37 “Pronto se desató una tormenta feroz y olas violentas entraban en la barca, la cual empezó a llenarse de agua”. NTV
La naturaleza siempre nos muestra su lado más violento, cuando cambia rápidamente de dirección descargando toda su furia en lugares que se encuentran cerca de los mares, lagos o ríos. En ello podemos apreciar que cuando el poder de la naturaleza despierta, no hay nadie que pueda contenerla, ya que en ella se manifiesta el poder de Dios. Bíblicamente, las olas se interpretan como un sinónimo de problemas en la vida de todo ser viviente, y la tormenta viene siendo todo un cúmulo de situaciones adversas que sirven para probar la confianza y la fe en todo ser humano.
dias de tormentaEn cualquier momento de nuestras vidas se pueden presentar situaciones de agobio donde sentimos que nos ahogamos, tal como lo sintieron los discípulos del maestro que vieron como las olas se levantaban enormemente, y llegó a pasar por sus mentes el temor y la angustia, así como la desesperación y la incertidumbre; en momentos así únicamente vemos la magnitud del problema y sentimos que nuestra barca está a punto de zozobrar, y nosotros juntamente con ella. Muchos desfallecen y dejan de luchar, bajan los brazos y se dan por vencidos; pero otros toman el reto y ven más allá del horizonte, redoblan sus esfuerzos, adquieren mayor confianza y se disponen a sacar el agua de su barca; no ven la enormidad del problema, no piensan en rendirse, y tampoco están dispuestos a perder lo que es suyo; por el contrario, luchan con todo su ser para conservar lo que les pertenece. ¿Alguna vez has visto lo que un marinero hace cuando se enfrenta a una mar embravecida, donde no hay nadie alrededor a quien pedir ayuda, donde únicamente está él y el resto de la tripulación, y enfrente se encuentra el gran desafío? ¡Se llena de valor, no ve el tamaño del oleaje, aprieta la mandíbula, saca fuerzas hasta de su debilidad y se dispone a vencer y llegar a la otra orilla! Es obvio que por un momento pasa por su mente el temor, sin embargo lo supera, y le inspira para triunfar.

¡Que tenga un muy buen día!

Un día me encontraba en la fila de un supermercado, detrás de un hombre que estaba pagando su compra. Cuando terminó, el empleado lo despidió diciendo alegremente: “¡Qué tenga muy buen día!”
Resultado de imagen de Este es el día que el Señor ha hecho; regocijémonos y alegrémonos en él.Para sorpresa del empleado, y mía también, el hombre explotó de ira: “Éste es uno de los peores días de mi vida –gritó–. ¿Cómo cree que voy a tener muy buen día?” Y salió de la tienda estallando en cólera.
Puede ser comprensible la frustración de ese hombre, en el sentido de que todos también hemos tenido días “malos” que no podemos controlar. ¿Cómo puedo tener muy buen día –me pregunto– si no puedo controlarlo? Entonces recuerdo estas palabras: “Este es el día que el Señor ha hecho” (Salmo 118:24).
El Señor ha hecho todos los días, y mi Padre va a demostrar hoy su fuerza a mi favor. Él tiene control sobre todas las cosas, y sabe hasta las cosas difíciles que me van a pasar. Todos los acontecimientos han pasado por su sabiduría y amor, y son oportunidades que yo tengo de crecer en la fe. “Para siempre es su misericordia” (verso 1). “El Señor está a mi favor; no temeré” (verso 6).
Ahora, cuando la gente me despide deseándome muy buen día, contesto: “Yo no tengo control sobre eso, pero doy gracias por lo que sea que suceda, y me regocijo. . . pues éste es el día que el Señor ha hecho.”
Salmo 118:24.
Este es el día que el Señor ha hecho; regocijémonos y alegrémonos en él.

Dar buen fruto

Será como árbol plantado junto a corrientes de aguas, que da su fruto en su tiempo y su hoja no cae, y todo lo que hace prosperará. Salmo 1;3
La vista desde la ventanilla del avión era asombrosa. Una angosta franja de campos sembrados y huertas se extendía entre dos montañas estériles. A lo largo del valle, corría un río con agua vivificadora, sin la cual no habría fruto.
Así como una cosecha abundante depende de una fuente de agua limpia, la calidad del «fruto» en mi vida, véase mis palabras, acciones y actitudes depende de mi nutrición espiritual. El salmista lo describe en el Salmo 1: Bienaventurado el varón que no anduvo en consejo de malos, ni estuvo en camino de pecadores, ni en silla de escarnecedores se ha sentado, sino que en la ley de Jehová está su delicia y en su Ley medita de día y de noche. Será como árbol plantado junto a corrientes de aguas, que da su fruto en su tiempo y su hoja no cae, y todo lo que hace prosperará. (versos 1-3). Y, en Gálatas 5, Pablo escribe que, a los que andan en el Espíritu, los caracteriza el «amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, templanza» (versos 22-23).

A veces, las circunstancias me amargan, o mis acciones y palabras se vuelven desagradables. No hay buen fruto, y entonces, me doy cuenta de que no he pasado tiempo escuchando las palabras de mi Dios. Pero, cuando el ritmo de mi vida diaria se arraiga en Él, doy fruto bueno. Al interactuar con los demás, cuando soy paciente y amable, me resulta más fácil dar gracias que quejarme.
Jesucristo es nuestra fuente del poder, la sabiduría, el gozo, el discernimiento y la paz (Salmo 119:28, 98, 111, 144, 165) que debemos producir.

Señor, riega mi vida con tu Palabra.
El Espíritu de Dios vive en sus hijos para obrar a través de ellos.