“Entonces fueron abiertos los ojos de ambos, y conocieron que estaban desnudos; entonces cosieron hojas de higuera, y se hicieron delantales.”
(Génesis 3:7 RV60)
Un breve examen de conciencia delante de Dios, no es preciso que sea muy profundo ni muy exhaustivo, me revela a las claras que, al menos lo mío, debe ser no un simple delantal como el de Adán y Eva, sino ¡todo un “Armani” totalmente realizado de hojas de higuera!
Si alguien nos llamara “hipócritas”, nuestras reacciones serían de lo más variadas, dependiendo de cada persona y de su estado de ánimo. Pero sin lugar a dudas existirían unos cuantos denominadores comunes: malestar, incomodidad, tal vez enojo…
Si alguien nos llamara “hipócritas”, nuestras reacciones serían de lo más variadas, dependiendo de cada persona y de su estado de ánimo. Pero sin lugar a dudas existirían unos cuantos denominadores comunes: malestar, incomodidad, tal vez enojo…
Sin embargo, hay otro tipo de simulación totalmente inconsciente, que no planeamos ni remotamente premeditamos. Es una especie de “mecanismo de defensa” que tiende a encubrir nuestro verdadero ser del alcance de los demás, de su mirada, de su observación. Una forma, en el amplio sentido de la expresión, de “vestir” nuestra más íntima desnudez, la del alma.