martes, 24 de septiembre de 2019

¿Qué significado tiene la vida?

¿Cuál es el significado de la vida? ¿Cómo encontrar propósito, realización y satisfacción en mi vida? Y una vez hallado, ¿tendré el potencial suficiente para lograr algo de importancia duradera? Mucha gente no se ha detenido nunca a considerar estas importantes preguntas. Años más tarde, miran atrás y se preguntan por qué sus relaciones se han desmoronado y por qué se sienten tan vacíos aunque consiguieron lo que emprendieron. 
A un jugador de béisbol que figuraba en el paseo de la fama del béisbol se le preguntó, qué le hubiera gustado que le dijeran al principio, cuando empezó a jugar al béisbol. Él respondió, "Desearía... que alguien me hubiera dicho que cuando alcanzara la cumbre, no encontraría nada allí". 
Muchas metas revelan su vacío solamente después de que se han desperdiciado años de búsqueda.
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En nuestra sociedad la gente persigue muchos propósitos, pensando que en ellos van a encontrar el significado vital. Algunas de estas búsquedas son: éxito en los negocios, riquezas, buenas relaciones, sexo, entretenimiento, hacer el bien a otros, etc. Pero la gente ha testificado que a pesar de alcanzar sus metas de riquezas, relaciones y placer, todavía sienten un profundo vacío interior, un sentimiento de un vacío que al parecer nada lo llena.

El autor del libro bíblico de Eclesiastés expone este sentimiento cuando dice, "¡Vanidad de vanidades! ¡Vanidad de vanidades! ¡Todo es vanidad!" (Eclesiastés 1:2). El rey Salomón, escritor de Eclesiastés, tenía riquezas incalculables, más sabiduría que cualquier hombre de su época o de la nuestra, cientos de mujeres, palacios y jardines que eran la envidia de los reinos, la mejor comida y el mejor vino, y todo tipo de entretenimiento disponible. Hasta cierto punto, dijo que cualquier cosa que deseara su corazón, él la procuraba. Y aún así, concluyó, "la vida debajo del sol" (La vida es vivida como si todo lo que hay en ella fuera todo lo que podemos ver con nuestros ojos y experimentar con nuestros sentidos; – es vacía). ¿Por qué hay tal vacío? Porque Dios nos creó para algo más allá de lo que podemos experimentar en el aquí y ahora. Salomón dijo de Dios, "Él también ha puesto la eternidad en los corazones de los hombres…". O sea, somos conscientes de que, en nuestros corazones, este "aquí y ahora" no es todo lo que hay.


En Génesis, el primer libro de la Biblia, encontramos que Dios creó a la humanidad a Su imagen (Génesis 1:26). Esto significa que somos más como Dios que como cualquier otro (que cualquier otra forma de vida). También encontramos que antes de que la humanidad cayera en pecado y la maldición cayera sobre la tierra, fueron realidad las siguientes cosas: (1) Dios hizo al hombre una criatura social (Génesis 2:18-25); (2) Dios dio al hombre trabajo (Génesis 2:15); (3) Dios tuvo compañerismo con el hombre (Génesis 3:8): y (4) Dios dio al hombre dominio sobre la tierra (Génesis 1:26). ¿Cuál es la importancia de esto? Dios tenía la intención de que cada una de esas funciones contribuyera a nuestra realización en la vida, pero todo esto (especialmente el compañerismo del hombre con Dios) fue perjudicado por la caída del hombre en pecado y la maldición resultante sobre la tierra.
En Apocalipsis, el último libro de la Biblia, Dios revela que va a destruir esta tierra y el cielo como los conocemos, y conducirnos al estado eterno, al crear un nuevo cielo y una nueva tierra. En ese momento, Él va a restaurar por completo el compañerismo con la humanidad redimida. Algunos van a ser juzgados indignos y arrojados en el lago de fuego (Apocalipsis 20:11-15). La maldición del pecado será disipada; no habrá más pecado, aflicción, enfermedad, muerte, dolor, etc. (Apocalipsis 21:4). Para los vencedores, Dios habitará con ellos, y ellos serán Sus hijos (Apocalipsis 21:7). De este modo, volvemos al punto de partida: Dios nos creó para tener compañerismo con Él, pero el hombre pecó, rompiendo ese compañerismo; y Dios restaura ese compañerismo completamente, en el estado eterno. ¡Ahora bien, ir a través de la vida haciendo de todo y nada, solamente para morir separados de Dios por la eternidad, sería peor que banal! Pero Dios ha hecho un camino no solamente para hacer posible la dicha eterna (Lucas 23:43), sino también esta vida satisfactoria y valiosa en la tierra. Ahora, ¿cómo se obtienen esta dicha eterna y este "cielo en la tierra"?

Abigail: un ejemplo de prudencia

La Biblia alaba la virtud de la prudencia. ¿Pero cómo aprendemos a ser prudentes? Una forma de hacerlo es siguiendo el imperecedero ejemplo de una mujer de fe como Abigail.

La prudencia puede definirse de dos maneras: es la cualidad de comportarnos y hablar sin ofender a nadie ni revelar información privada; y también la libertad de decidir qué se debe hacer en ciertas situaciones.
¿Cómo puede una mujer cristiana aprender estas cosas?
Abigail: un ejemplo de prudenciaDe todas las mujeres de fe cuyas vidas fueron preservadas en la Biblia, hay una que indudablemente se destaca cuando hablamos de prudencia. Esa mujer es Abigail; su ejemplo es sin duda algo digno de considerar.
- El escenario -
En 1 Samuel 25:1-13, vemos a David huyendo del rey Saúl en el desierto de Parán. Sus hombres habían comenzado a cuidar el ganado en los alrededores de su escondite, y también cuidaba su ganado un hombre rico y maleducado llamado Nabal. Cuando llegó el tiempo de la esquila (un tiempo que, además, estaba dedicado a comida, bebida y fiesta), los hombres de David pidieron una recompensa por haber protegido anteriormente los animales de este acaudalado hombre. Nabal, sin embargo, se rehusó arrogantemente, insultando y humillando a David y sus hombres, por lo que David se enojó mucho e ideó una venganza en medio de su ira: no quedaría un solo hombre vivo en la casa de Nabal.
Oyéndolo, un atemorizado siervo de Nabal le avisó a Abigail del inminente desastre: ¡había que hacer algo!
Cuando Abigail aparece por primera vez en escena, es una mujer casada (con Nabal); ya fuera por voluntad propia o por un acuerdo entre su padre y su futuro novio como era la tradición, la Biblia no lo dice. Lo único que sabemos es que Nabal, un exitoso ganadero de ovejas, consiguió una esposa no solo hermosa, sino, como dice la Biblia, también “de buen entendimiento”. Desafortunadamente, lo que Abigail consiguió fue un esposo difícil, “duro y de malas obras” (1 Samuel 25:3).
El desafío de Abigail era aprender a vivir en paz con su mezquino esposo y a la vez mantener su integridad y fortaleza de carácter. Para ello, tuvo que aprender a ser prudente en sus palabras y acciones para lograr los mejores resultados.

La práctica de la presencia de Dios - 2ª Conversación

Hace más de 300 años, en un monasterio de Francia, un hombre descubrió el secreto para vivir una vida de gozo. A la edad de dieciocho años, Nicolás Herman vislumbró el poder y la providencia de Dios por medio de una simple lección que recibió de la naturaleza. Pasó los siguientes dieciocho años en el ejército y en el servicio público.
Finalmente, experimentando la “turbación de espíritu” que con frecuencia se produce en la mediana edad, entró en un monasterio, donde llegó a ser el cocinero y el fabricante de sandalias para su comunidad. Pero lo más importante, comenzó allí un viaje de 30 años que le llevó a descubrir una manera simple de vivir gozosamente. 

En tiempos tan difíciles como los actuales, Nicolás Herman, conocido como el Hermano Lorenzo, descubrió y puso en práctica una manera pura y simple de andar continuamente en la presencia de Dios. El Hermano Lorenzo era un hombre gentil y de espíritu alegre, que rehuía ser el centro de atención, sabiendo que los entretenimientos externos “estropean todo”. Justo después de su muerte fueron recopiladas unas pocas de sus cartas. Fray José de Beaufort, representante del arzobispado local, ajuntó estas cartas con los recuerdos que tenía de cuatro conversaciones que sostuvo con el Hermano Lorenzo, y publicó un pequeño libro titulado "La Práctica de la Presencia de Dios". En este libro, el Hermano Lorenzo explica, simple y bellamente, cómo caminar continuamente con Dios, con una actitud que no nace de la cabeza sino del corazón. 

Resultado de imagen de Hermano LorenzoEl Hermano Lorenzo nos legó una manera de vivir que está a disposición de todos los que buscan conocer la paz y la presencia de Dios, de modo que cualquiera, independientemente de su edad o las circunstancias por las que atraviesa, pueda practicarla en cualquier lugar y en cualquier momento. Una de las cosas hermosas con respecto a La Práctica de la Presencia de Dios, es que se trata de un método completo. En cuatro conversaciones y quince cartas, muchas de las cuales fueron escritas a una monja amiga del Hermano Lorenzo, encontramos una manera directa de vivir en la presencia de Dios, que hoy, trescientos años después, sigue siendo práctica.

2ª Conversación

El Hermano Lorenzo me dijo que él siempre había sido dominado por el amor, sin ninguna actitud egoísta. Y desde que resolvió hacer del amor a Dios el fin de todas sus acciones, había encontrado razones para estar muy satisfecho con su método. También estaba contento cuando podía levantar una simple pajita del suelo por amor a Dios, buscándole solo a Él, y nada más que a Él, y ni siquiera buscando sus favores. 

Durante mucho tiempo había estado afligido mentalmente por creer que sería condenado. Nada, ni todos los hombres del mundo podrían haberlo persuadido de lo contrario. Finalmente razonó consigo mismo de esta manera: Yo no me involucré en la vida religiosa excepto por amor a Dios, y me he esforzado para hacer solo para Él todo lo que hago. Sea lo que sea de mí, esté perdido o salvado, siempre seguiré obrando puramente por amor a Dios. Por lo menos tendré este bien, que hasta la muerte habré hecho todo lo posible para amarlo. Durante cuatro años había estado con esa angustia mental; y durante ese tiempo había sufrido mucho. Sin embargo, desde entonces vivió en una libertad perfecta y una continua alegría. Puso sus pecados delante de Dios, tal como eran, para decirle que no merecía sus favores, pero que sabía que Dios continuaría otorgándole los mismos abundantemente. 

El Hermano Lorenzo dijo que, a fin de formar el hábito de conversar con Dios continuamente y de mencionarle todo lo que hacemos, al principio debemos dedicarnos a Él con cierto esfuerzo; pero que después de ocuparnos un poco de eso, deberíamos encontrar que su amor nos mueve a hacerlo sin ninguna dificultad. Él esperaba que después de los días agradables que Dios le había concedido en vida, tendría un tiempo de dolor y sufrimiento. Y aunque no estaba inquieto por esto, sabiendo muy bien que no podía hacer nada por sí mismo, Dios no fallaría en darle la fuerza para soportarlos.