lunes, 19 de agosto de 2019

¿Cómo es el cielo?

Resultado de imagen de ¿Cómo es el cielo?El cielo es un lugar real descrito en la Biblia. La palabra cielo se encuentra 276 veces solo en el Nuevo Testamento, y la Escritura habla de tres cielos. El apóstol Pablo fue “arrebatado al tercer cielo,” pero se le prohibió revelar lo que allí experimentó (2 Corintios 12:1-9). 
Ahora bien, si decimos que existe un tercer cielo, también deberíamos referirnos a los otros dos. El primero es referido frecuentemente en el Antiguo Testamento como el “cielo o firmamento”. Este es el cielo que contiene nubes, la zona por la que vuelan las aves... El segundo cielo es el espacio interestelar/exterior, que es la morada de las estrellas, planetas y otros cuerpos celestes (Génesis 1:14-18). 


El TERCER CIELO, cuya localización no se revela, es la morada de Dios. Jesús prometió preparar un lugar para los verdaderos cristianos en el cielo (Juan 14:2). El cielo también es el destino de los santos del Antiguo Testamento, quienes murieron confiando en la promesa del Redentor de Dios (Efesios 4:8). Cualquiera que cree en Cristo, no perecerá, sino que tendrá vida eterna (Juan 3:16). 

El apóstol Juan fue un privilegiado al ver e informar sobre la ciudad celestial (Apocalipsis 21:10-27). Juan testificó que el cielo posee la “gloria de Dios” (Apocalipsis 21:11), es la presencia misma de Dios. Al no haber noche en el cielo y el Señor mismo ser la luz, el sol y la luna ya no serán necesarios (Apocalipsis 22:5). 

Juan describe, la ciudad está llena del brillo de piedras costosas y de jaspe claro como el cristal. La ciudad también tiene 12 puertas (Apocalipsis 21:12) y 12 cimientos (Apocalipsis 21:14). El paraíso del Jardín del Edén será restaurado: el río de agua de vida fluirá libremente, y el árbol de la vida estará nuevamente disponible, dando cada mes su fruto, y cuyas hojas serán para la “sanidad de las naciones” (Apocalipsis 22:1-2). Aunque Juan fue elocuente en su descripción del cielo, la realidad del mismo va más allá de la capacidad del hombre finito para describirlo (1 Corintios 2:9). 

El cielo es un lugar de “no hay más”. Y ya no habrá más lágrimas, ni dolor, ni tristeza (Apocalipsis 21:4). Ya no habrá más separación porque la muerte será vencida (Apocalipsis 20:6). Lo mejor del cielo es la presencia de nuestro Señor y Salvador (1 Juan 3:1). Estaremos cara a cara con el Cordero de Dios, quien nos amó y se sacrificó a Sí mismo, para que pudiéramos disfrutar de Su presencia en el cielo por la eternidad.

¿Hay diferentes niveles en el cielo?

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Lo más cercano a la descripción de la existencia de diferentes niveles en el cielo se encuentra en 2 Corintios 12:2, “Conozco a un hombre en Cristo que hace catorce años (si en el cuerpo, no lo sé; si fuera del cuerpo, no lo sé; Dios lo sabe) fue arrebatado hasta el tercer cielo”. Algunos interpretan esto como un indicador de que hay tres diferentes niveles en el cielo, divididos en un nivel para los “cristianos super-dedicados” o cristianos que han obtenido un alto grado de espiritualidad, un nivel para cristianos “normales”, y un nivel para cristianos que no sirvieron fielmente a Dios. Pero esta opinión no tiene bases en la Escritura. 

Pablo no está diciendo que haya tres cielos o tres niveles del cielo. En muchas culturas antiguas, la gente usaba el término “cielo” para describir tres diferentes “esferas” – el cielo que vemos a simple vista, el espacio exterior, y el cielo espiritual. Mas Pablo estaba diciendo que Dios lo llevó a los cielos “celestiales”, el reino más allá del universo físico donde mora Dios. El concepto de tres diferentes niveles de cielo, en parte puede provenir de La Divina Comedia de Dante, en la cual Dante describe que tanto el cielo como el infierno tienen nueve diferentes niveles. Sin embargo, La Divina Comedia es una obra de ficción. La idea de los diferentes niveles del cielo es extraña a la Escritura. 

Sin embargo, la Escritura sí habla de diferentes recompensas en el cielo. Jesús dijo respecto a las recompensas: “He aquí Yo vengo pronto, y mi galardón conmigo, para recompensar a cada uno según sea su obra” (Apocalipsis 22:12). Ya que Jesús repartirá recompensas en base a lo que hayamos hecho, podemos decir con seguridad que habrá un tiempo de recompensa para los creyentes y que las recompensas serán diferentes para cada persona. 

Solo aquellas obras que permanezcan a través del fuego refinador de Dios, tienen valor eterno y serán dignas de recompensa. Aquellas obras valiosas son descritas como “oro, plata, y piedras preciosas” (1 Corintios 3:12), y son cosas construidas sobre el fundamento de la fe en Cristo. Las obras que no obtendrán recompensa son llamadas “madera, heno y hojarasca”; no son obras malas, sino actividades vacías sin valor eterno. 


Las recompensas serán distribuidas en el “tribunal de Cristo”, lugar donde las vidas de los creyentes serán evaluadas únicamente con el propósito de dar las recompensas. El “juicio” de los creyentes nunca se refiere al castigo por los pecados. Jesucristo ya fue castigado por nuestro pecado cuando Él murió en la cruz, y Dios dijo de nosotros: “Porque seré propicio a sus injusticias y nunca más me acordaré de sus pecados y de sus iniquidades” (Hebreos 8:12). ¡Qué idea tan gloriosa! El cristiano nunca debe temer el castigo, sino buscar las coronas de recompensa que pueda arrojar a los pies de nuestro Salvador. En conclusión, no hay diferentes niveles de cielo, pero sí hay diferentes niveles de recompensa en el cielo. 


Lo que somos

Ve, porque instrumento escogido me es éste para llevar mi nombre en presencia de los gentiles, de reyes y de los hijos de Israel. Hechos 9;15
Nunca olvido el día que llevé a mi futura esposa a conocer a mi familia. Guiñando sus ojos, mis dos hermanas mayores le preguntaron: ¿Qué le viste exactamente a este tipo? Ella sonrió y les aseguró que, por la gracia de Dios, yo había llegado a ser el hombre a quien ella amaba.
Me encantó esa respuesta inteligente porque también refleja la forma en que el Señor, por su gracia, ve más allá de nuestro pasado. En Hechos 9, Él guió a Ananías para que sanara a Saulo, un perseguidor de la iglesia a quien Jesús había dejado ciego. Ananías dudó al recibir esta misión, afirmando que Saulo había estado acorralando a los creyentes para atraparlos e incluso ejecutarlos. Mas Dios le dijo a Ananías que no se centrara en lo que Saulo había sido, sino en lo que se había convertido: un evangelista que llevaría la buena nueva a todo el mundo entonces conocido, incluidos los gentiles (aquellos que no eran judíos) y los reyes (verso 15). Ananías vio al fariseo y perseguidor, pero Dios vio al apóstol y evangelista.

En ocasiones, nosotros nos vemos solo como hemos sido: con todos nuestros fracasos e imperfecciones. Pero Dios nos ve como nuevas creaciones; no lo que éramos, sino lo que somos en Cristo y en lo que nos hemos convertido por el poder del Espíritu Santo. 
Quiero Señor, que me ayudes a ver a los demás a través de tus ojos.
¿Puedes verte mejor a ti y a los demás a la luz de lo que son hoy en Cristo? ¿Te alienta saber que Dios no ha terminado de hacer que crezcas y te purifiques?