domingo, 3 de marzo de 2013

¿Cómo puedo vencer al pecado en mi vida cristiana? - Preguntas y respuestas bíblicas - vídeo

Respuesta: La Biblia habla de los recursos que tenemos para vencer nuestra pecaminosidad:

(1) El Espíritu Santo – El Espíritu Santo es un don que Dios nos ha dado (a Su iglesia) para ser victoriosos en el vivir cristiano. En Gálatas 5:16-25, Dios hace un contraste entre las acciones de la carne y el fruto del Espíritu. En ese pasaje, somos llamados a caminar en el Espíritu. Todos los creyentes ya poseen el Espíritu Santo, pero este pasaje nos dice que necesitamos caminar en el Espíritu, dejando bajo Su control nuestra voluntad. Esto significa que deberíamos llevar a la práctica lo que el Espíritu Santo nos induce a hacer en nuestras vidas, en lugar de seguir los deseos de la carne.

La diferencia que el Espíritu Santo puede hacer en la vida del creyente se demuestra en la vida de Pedro, quien antes de ser lleno del Espíritu Santo negó a Jesús tres veces, habiendo dicho antes que seguiría a Cristo hasta la muerte. Una vez lleno del Espíritu, Pedro habló del Salvador a los judíos en Pentecostés de manera fuerte y abierta.

Uno camina en el Espíritu tratando de no bloquear lo que Él mismo nos induce a hacer (“sin apagar al Espíritu”, como se dice en 1ª Tesalonicenses 5:19), y buscar más bien, ser lleno del Espíritu (Efesios 5:18-21). ¿Cómo se llena uno del Espíritu Santo? Primero, es elección de Dios, igual que lo era en el Antiguo Testamento. Dios elegía a individuos específicos en el Antiguo Testamento para llevar a cabo una obra que Él quería que hicieran (Génesis 41:38; Éxodo 31:3; Números 24:2; 1ª Samuel 10:10; etc.). En Efesios 5:18-21 y Colosenses 3:16 hay evidencias de que Dios escoge llegar a aquellos que se están llenando de la Palabra de Dios. De manera que eso nos lleva a nuestro siguiente recurso.

(2) La Palabra de Dios, la Biblia2ª Timoteo 3:16-17 dice que Dios nos ha dado Su Palabra para equiparnos para cada buena obra. Esto nos enseña cómo vivir y qué creer, nos dice cuándo hemos escogido senderos erróneos, nos ayuda a regresar al sendero correcto y nos ayuda a permanecer en ese sendero. Como nos comparte Hebreos 4:12, la Palabra es viva y eficaz, y capaz de penetrar en nuestros corazones, para arrancar los problemas más profundos que humanamente hablando no se pueden vencer. El salmista habla acerca de este poder que puede cambiar vidas en Salmos 119:9, 11, 105 y otros versículos. A Josué se le dijo que la clave del éxito para vencer a sus enemigos (una analogía para nuestra batalla espiritual), no era olvidar este recurso, sino más bien meditar en la Palabra día y noche, de manera que pudiera cumplirlo. Él lo hizo, y aún cuando lo que Dios le ordenó no tenía sentido militar, fue clave para su victoria en Su lucha por obtener la Tierra Prometida.

Este, comúnmente, es un recurso que lo tratamos de manera trivial. Damos prueba de ello al llevar nuestras Biblias a la iglesia o leer el devocionario diario o un capítulo al día, pero fallamos en memorizarla, en meditar en ella, en buscar la aplicación para nuestras vidas, en confesar los pecados que nos revela, en adorar a Dios por los dones que revela habernos dado. A menudo nos volvemos anoréxicos o bulímicos cuando se trata de la Biblia. Al alimentarnos de la Palabra, aspiramos lo suficiente como para mantenernos vivos espiritualmente, pero lo hacemos solamente cuando vamos a la iglesia (nunca ingerimos lo suficiente para ser cristianos saludables y prósperos), o a menudo nos alimentamos, pero nunca meditamos el tiempo necesario como para obtener de ella una nutrición espiritual.

Si usted no ha hecho el hábito de estudiar la Palabra de Dios sobre una base diaria de una manera significativa, y de memorizarla mientras pasa a través de los pasajes que el Espíritu Santo deja grabado en su corazón, es importante que, desde ya, comience a hacer de ello un hábito. También es sugerible comenzar un diario (puede ser en el ordenador si usted puede teclear más rápido que escribir) o en un cuaderno, etc. Tenga como un hábito no dejar la Palabra de Dios hasta que haya escrito algo que le beneficie. ¡La Biblia es la herramienta que utiliza el Espíritu en nuestras vidas y en las vidas de otros (Efesios 6:17), una parte indispensable y primordial de la armadura que Dios nos da, para pelear nuestras batallas espirituales (Efesios 6:12-18)!


(3) La oración – Este es otro recurso esencial que Dios nos ha dado. Es un recurso que los cristianos mencionan pero no lo ponen en práctica, le dan un uso muy pobre. Tenemos reuniones de oración, tiempos de oración, etc., pero no encontramos el uso que le daba a ella la Iglesia de la antigüedad. Como se puede ver en estos ejemplos en Hechos 3:1; 4:31; 6:6; 13:1-3, etc., Pablo repetidamente menciona cómo oró por aquellos a quienes ministró. Nosotros tampoco utilizamos de la manera correcta este gran recurso que está a nuestra disposición. Pero Dios nos ha dado promesas maravillosas concernientes a la oración (Mateo 7:7-11; Lucas 18:1-8; Juan 6:23-27; 1ª Juan 5:14-15, etc.). ¡Y nuevamente Pablo incluye esto en su pasaje referente a cómo prepararse para la batalla espiritual (Efesios 6:18)!

¿Qué ofreces a Dios? - Devocional

Si consideramos a Dios como Padre y como Señor nuestro, tendremos a bien ofrecerle siempre lo mejor de nosotros o de lo que hagamos. Pero, ¿qué pasa cuando en vez de ofrecer lo mejor le ofrecemos lo que sobra o lo peor?
La Biblia narra un suceso en el que Dios responde a su pueblo por la clase de ofrenda que éste le está ofreciendo:

“El hijo honra al padre, y el siervo a su señor. Si, pues, soy yo padre, ¿dónde está mi honra? y si soy señor, ¿dónde está mi temor? dice Jehová de los ejércitos a vosotros, oh sacerdotes, que menospreciáis mi nombre. Y decís: ¿En qué hemos menospreciado tu nombre? En que ofrecéis sobre mi altar pan inmundo. Y dijisteis: ¿En qué te hemos deshonrado? En que pensáis que la mesa de Jehová es despreciable. Y cuando ofrecéis el animal ciego para el sacrificio, ¿no es malo? Asimismo cuando ofrecéis el cojo o el enfermo, ¿no es malo? Preséntalo, pues, a tu príncipe; ¿acaso se agradará de ti, o le serás acepto? dice Jehová de los ejércitos.” 

Malaquías 1:6-8 (Reina-Valera 1960)
Ocasionalmente podemos llegar a confundirnos y pensar que podemos engañar a Dios con la clase de ofrenda que le estamos ofreciendo.
En el antiguo testamento, en el tiempo antiguo, todo animal que se ofreciera como ofrenda a Dios tenia que ser perfecto, sin ningún defecto. Sin embargo, los sacerdotes habían olvidado este detalle y simplemente estaban ofreciendo sacrificio delante de Dios sólo por presentarlo, no con la intención de que fuese agradable a Dios, sino simplemente por hacerlo.
A veces, podemos caer también nosotros en la monotonía de hacer las cosas para Dios sólo por hacerlas, por costumbre o por simple rutina, cuando en realidad todo lo que debe ser ofrecido a Dios debe ser ofrecido con excelencia y dando lo mejor que tenemos.
En el principio de la historia humana, Abel, hijo de Adán, ofreció de lo mejor de sus ovejas, mientras Caín sólo ofreció a Dios ofrenda. La Biblia no dice que la ofrenda de Caín fuese mala, pero tampoco era lo mejor que tenía; sin embargo, sí menciona que Dios vio con buenos ojos la ofrenda de Abel: “Y Abel trajo también de los primogénitos de sus ovejas, de lo más gordo de ellas. Y miró Jehová con agrado a Abel y a su ofrenda; pero no miró con agrado a Caín y a la ofrenda suya. Y se ensañó Caín en gran manera, y decayó su semblante”. Génesis 4:4-5 (Reina-Valera 1960).

La Confianza - Mensaje - vídeo


Hace muchos años, en un pueblo de mi país, se instalaron dos almacenes de ramos de flores en la misma calle. Uno enfrente del otro. Hasta aquí nada de qué extrañarse. Sólo que el propietario del primero le puso, creativamente, a su negocio:“Almacén La Confianza”. Evidentemente lo que buscaba era infundir precisamente “confianza” a sus clientes y potenciales clientes.
Pero aquí viene la típica “viveza” comerciante que para muchas cosas nos sirve, pero que también nos causa serios dolores de cabeza. Resulta que el propietario del negocio de enfrente supo capitalizar el esfuerzo creativo de su competidor para descalificarle. Instaló un cartel sobre su negocio, claramente visible, y a modo de eslogan,  puso el antiguo dicho popular que dice: “En la confianza está el peligro”. Lapidario.
Independientemente de las coincidencias y de la clara intención de desacreditar al comercio vecino, el contundente mensaje publicitario expresaba una irrefutable verdad. Y una triste realidad. Como la historia de Juan.

Juan era un hermano muy comprometido con las cosas del Señor. Lleno de proyectos, iniciativas, ideas. Nunca estaba ocioso y su anhelo era ser de bendición a los demás.
Un día comenzó a retraerse. Si antes era reservado, ahora lo era aún más. Ya no tenía tanta iniciativa. Cada vez tenía menos relación con los hermanos. A pesar de todo, su compromiso era con el Señor, por lo tanto continuó ocupándose de sus tareas en la iglesia y de su congregación como lo había hecho siempre. Sin embargo, la frustración, la insatisfacción y la falta de contención, hicieron que el desaliento y la tristeza ganaran terreno sobre la fe y la esperanza dentro de su corazón.
¿Qué había pasado? Muy contadas veces había abierto su corazón sobre algún tema en particular. En su momento no fueron cosas graves, pero sí tenían trascendencia futura para su ministerio y familia. Sólo que los líderes de su iglesia, evidentemente, no tenían esa visión y no supieron dar con las respuestas adecuadas.
Juan, literalmente, se estaba ahogando. Es como el que se cae al agua. Pide socorro el que está a punto de ahogarse, no el que se está ahogando. El agua en su garganta le impide gritar. Juan decidió refugiarse en el silencio cuando perdió la confianza.

Un valioso salvavidas: La Confianza
La confianza es como un delicado castillo de cristal. Puede costar años construirlo y tan sólo un pequeño descuido derribarlo.
Extrapolando este episodio al terreno espiritual, cuando un hermano, que es cumplidor y trabajador, se aleja y no pide más auxilio, es porque se está ahogando. Ya perdió la capacidad de pedir socorro.
Un corazón se abre cuando impera la confianza. Nunca por medio de una “cirugía espiritual” compulsiva.

Creer para entender - Devocional - vídeo

Todo sería muy fácil si desde el principio entendiéramos los propósitos de Dios para nuestra vida, el por qué y para qué hace las cosas de la manera que las hace; a veces buscamos una respuesta para todo, como, por ejemplo, para entender las razones de nuestra situación, e incluso nos sentimos mal por no lograr comprender todo lo que quisiéramos; así somos, y si existiera la manera de evitarnos el disgusto y la tristeza, nos ahorraríamos muchas preguntas y comprenderíamos todo lo que nos sucede.
Tratar de entender el por qué Dios hace lo que hace, es motivo de que a veces nuestra fe esté limitada, porque sin darnos cuenta estamos pidiendo explicaciones a Dios de todo lo que está haciendo y eso nos va a lleva a desconfiar y sentir tristeza. Realmente es difícil sentir paz sobre cosas de nuestra vida que ni siquiera nosotros mismos entendemos, pero la confianza plena en que Dios siempre obra para bien, es lo que nos hace resistir en esos momentos inciertos.
Tú puedes estar viviendo situaciones en las que te has preguntado una y otra vez qué es lo que Dios quiere de ti, qué está haciendo que te está doliendo tanto, por qué las personas te dicen que Dios tiene un propósito para tu vida, pero no logras entender como saldrás de todo lo que te está pasando. ¿Por qué y para qué? son preguntas difíciles de comprender, pero incluso en medio de nuestras dudas existe una respuesta:
¿Por qué no logro entender los propósitos de Dios?, ¿por qué mi situación es tan confusa que ni yo mismo entiendo qué es lo que pasa? Cuando intentas comprender humanamente lo que te sucede, la respuesta, obviamente, estará definida por una medida humana, porque la mente se limita a creer solamente en lo que ve; sólo ves problemas, no ves soluciones, no ves más allá de lo que tu dolor o tus dudas te permiten, y, entonces, no puedes ver la intención de Dios y su interés en ayudarte. Porque mis pensamientos no son vuestros pensamientos, ni vuestros caminos mis caminos, dijo Jehová. Como son más altos los cielos que la tierra, así son mis caminos más altos que vuestros caminos, y mis pensamientos más que vuestros pensamientos. Isaías 55:8-9

Pertenecer al Club - Reflexiones

Varias niñas adolescentes decidieron formar un club de cosas que no necesitaban con el fin de recaudar dinero para misiones. Las chicas decidieron añadir dinero al fondo, dando de su sacrificio particular. Aún así, la mayoría de ellas eran de familias pudientes y con facilidad identificaron maneras de contribuir.
Margie era diferente. Su familia tenía pocos bienes y casi nada le sobraba, por lo tanto fue difícil para ella identificar la forma con qué contribuir. Cierto día, se arrodilló al pie de su cama y le pidió a Dios que le mostrara algo que pudiese dar. Mientras oraba, su perrito mascota lamió sus manos. De pronto, recordó que el médico de la familia había ofrecido comprarlo.
Lágrimas brotaron de sus ojos mientras exclamaba:
- ¡Oh Lucero, no me imagino cómo sería tener que despedirme de ti!,  -entonces pensó en el regalo que Dios le hizo al mundo.
-¡Lo haré!  -dijo ella.  Se dirigió hacia la casa del médico y vendió a su perro por cincuenta dólares.  Y aunque echaba de menos al perrito, aun así estaba muy contenta.
Cuando el médico supo cuál fue la razón por la que Margie vendió su perro, se lo devolvió con una nota amarrada al collar.
La nota decía:  Anoche le entregué a Dios lo que sobraba de mi desperdiciada vida. Me encantaría pertenecer a tu club, y deseo comenzar dando a Lucero.
Juan 3:16
Porque tanto amó Dios al mundo, que dio a su Hijo unigénito, para que todo el que cree en él no se pierda, sino que tenga vida eterna.