“No se interesen tanto por la belleza externa: los peinados extravagantes, las joyas costosas o la ropa elegante. En cambio, vístanse con la belleza interior, la que no se desvanece, la belleza de un espíritu tierno y sereno, que es tan precioso a los ojos de Dios.” 1 Pedro 3.3-4
A través del orden y el diseño aprendemos a reconocer las cosas. Este es el caso de nuestros sentidos. El maquillaje de todo está ordenado de tal manera que siempre es reconocido como tal. Cuando pruebas algo nuevo, estás iniciando un nuevo patrón u orden. Cuando escuchas un idioma nuevo, se te presenta, esta vez, como un nuevo orden de sonidos.
Cuando conoces a una persona nueva, se te presenta un nuevo orden de imagen, habla, personalidad, etc. Pero cuando pruebas, ves, escuchas o tocas algo reconocible, eso es una combinación de patrones que realmente reconoces.
Podría decirse que cada uno de nosotros tenemos nuestro propio orden, que en cierto sentido somos nuestro propio mundo. Es este orden o arreglo de las cosas lo que nos hace individuos reconocibles. En cierto sentido, la gente conoce nuestro arreglo u orden cuando realmente nos conocen, incluso nuestra alma arreglada.