domingo, 15 de marzo de 2015

El que tiene oídos para oír, oiga

El que tiene oídos para oír, oiga. Mateo 11:15.
Reflexiones Cristianas - El que tiene oídos para oír, oiga.Estad atentos, y oíd mi voz; atended, y oíd mi dicho. Isaías 28:23.
Dos amigos caminaban por una calle concurrida y ruidosa de una ciudad soleada del sur de Francia., cuando uno de ellos preguntó: 
–¿Oyes el canto del grillo? 
–¿Con semejante ruido?, respondió el otro. 
El primero, un zoólogo, tenía el oído ejercitado para percibir los sonidos de la naturaleza. No contestó nada a su amigo; simplemente dejó caer una moneda. Enseguida varias personas se dieron la vuelta. 
–Oímos solo lo que queremos oír, señaló él.
Nuestro oído, demasiado aturdido a menudo de informaciones, ¿está ejercitado para escuchar la voz de Dios?, porque atrapados en un torbellino de actividades, corremos el riesgo de permanecer sordos a lo más importante.

Obra en construcción

Sabemos que todos los cambios que hacemos en nuestra vida conllevan un proceso.
Actualmente, con la tecnología “instantánea”, todo lo queremos... ¡ya! Cuando una página de Internet tarda en cargar, nos desesperamos y pensamos que algo funciona mal. Y así con todo. Antes se esperaba días, y a veces hasta meses, para poder leer una carta que se esperaba recibir. Ahora, con un simple clic estamos en otras ciudades, en otros países.
Pero cuando hablamos de cambios personales, hemos que tener en cuenta que no se encuentran al alcance de un clic, que quizá tengamos que ser más pacientes con nosotros mismos.
Sea cual sea el cambio que quieres hacer hoy, el primer paso es poder reconocerlo y trabajar por ello.
Lo segundo sería poner en práctica ese cambio.

Mi peor enemigo

 
Fui yo la que tiró del gatillo.
Fui yo la que dijo sí al pecado.
Fui yo quien dijo sí al error
que una y otra vez rondaba en mi mesa, y me pedía lo cometiera.
Fui yo la que se hirió con palabras desalentadoras.
Fui yo la que se dijo de mirar atrás.
Fui yo la que pensó en necedades de adolescente,
y fui yo quien se dijo no poder.
Fui yo la que se decoró de inseguridades,
y fui yo quien se lastimó con múltiples terquedades.
Y aunque no parece estar dentro de mí,
y en ocasiones me miente tan bien que llego a pensar que dice la verdad,
y aunque tenga la seguridad de que su amistad es dañina,
en varias ocasiones la he hecho mi mejor amiga.
No es que algo malo pase conmigo,
tampoco se trata de encontrar culpables exteriores.
Si bien es cierto que tienen responsabilidades,
realmente, fuimos nosotros quienes escogimos la tristeza;
porque el enemigo no viene de afuera,
el enemigo está fluyendo dentro de ti y de mí.
El enemigo en ocasiones, somos nosotros mismos
El enemigo no siempre es la compañera de escuela,
el novio malo, la madre intolerante o el hermano orgulloso.
El enemigo generalmente, somos nosotros mismos
Somos nosotros quienes nos desalentamos y menguamos 
con una habilidad increíblemente fea.
Somos nosotros quienes pensamos que no somos capaces,
y que es mejor seguir de largo y seguir evitando el reto.
A veces pensamos que las personas exteriores son nuestros peores enemigos,
pero en realidad, somos nosotros en muchas ocasiones nuestro peor enemigo.

Enemigo o no, si ahora te das cuenta de que tienes que cambiar, da el paso de una vez.

Y a ese enemigo que vive dentro de ti, haz de él tu amigo.

Un Testimonio de Fe y Aliento

El Dios al que servimos es tan real que puedo testificar de sus grandezas. No solo porque lo he visto glorificarse en mi vida, sino también en la de mucha gente que me rodea. Hace algunos años, una de mis amigas más cercanas lloraba desconsolada. En aquel momento parecía que nada iba bien en su vida. Pasaba por un proceso de enfermedad, y tenía de esos problemas y dificultades que nunca faltan. No veía esperanza alguna de encontrar al hombre de su vida para así, poder ver realizado el sueño de tener su propia familia.
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Su ambiente parecía aventurarle la desdicha, su panorama no era nada alentador, no se veían esperanzas de que algo pudiera cambiar. Ella ni siquiera tenía la certeza de que cuando se casara, si encontraba a ese hombre que la complementara, podría tener hijos. Lloraba y daba gritos de impotencia, porque no lograba entender las razones y el por qué de muchas cosas que estaba viviendo en ese momento.
Pero después de la noche viene el día, viene la alegría del Señor. Después de la tormenta viene la calma. Pasados unos tres años aproximadamente, en un cambio de ambiente y de mudanza por su trabajo, conoció a un hombre que la cautivó. Hoy llevan algo más de dos años de casados. Dentro de un mes mi gran amiga dará a luz un hijo varón, y todos estamos esperando ansiosamente su llegada.
Parece que aquellas noches de tristeza e insomnio valieron la pena por los buenos resultados que está teniendo ahora. Estoy segura de que eso es un premio a su fidelidad. Los hijos de Dios no serán avergonzados, aunque muchas veces parezca larga la espera; Dios actuará en el momento más inesperado y de manera sorprendente.

¿Qué dice la Biblia acerca de la virgen María?

María, la madre de Jesús, era una mujer que fue descrita por Dios como “muy favorecida” (Lucas 1:28). La frase “muy favorecida” viene del griego, y significa esencialmente, “mucha gracia”. María recibió la gracia de Dios. La gracia es “un favor inmerecido”, es algo que recibimos a pesar de no merecerlo. María necesitaba, al igual que el resto de nosotros, de la gracia de Dios. Ella misma comprendió este hecho, al declarar en Lucas 1:47, “Y mi espíritu se regocija en Dios mi Salvador.” Reconoció que necesitaba ser salvada, que necesitaba a Dios como su Salvador. La Biblia nunca dice que María fuera otra cosa que una mujer humana normal, pero eso sí, a quien Dios eligió usarla de una manera extraordinaria. Sí, era una mujer justa y favorecida (con gracia) por Dios (Lucas 1:27-28). Al mismo tiempo, también fue un ser humano pecador, como todos los demás, que necesitaba a Jesucristo como su Salvador, al igual que todos los demás (Eclesiastés 7:20Romanos 3:236:231 Juan 1:8).

María no tuvo una “inmaculada concepción” – no hay ninguna razón bíblica para creer que el nacimiento de María fue otra cosa que un nacimiento humanamente normal. María era virgen cuando dio a luz a Jesús (Lucas 1:34-38), pero la idea de una virginidad perpetua de María es anti-bíblica (Mateo 1:25), en la que hablando de José, declara, “Pero no la conoció hasta que dio a luz a su hijo primogénito; y le puso por nombre Jesús.” La palabra “hasta” indica claramente que José y María tuvieron relaciones sexuales después del nacimiento de Jesús. José y María tuvieron varios hijos después de que Jesús nació. Jesús tuvo cuatro hermanos; Jacobo, José, Simón, y Judas (Mateo 13:55). También tuvo hermanas, pero no se mencionan sus nombres ni
 el número de ellas (Mateo 13:55-56). Dios bendijo y favoreció a María dándole varios hijos, lo cual en esa cultura, era una clara indicación de la bendición de Dios hacia una mujer.

En cierta ocasión en la que Jesús estaba hablando, una mujer de entre la multitud exclamó, “Bienaventurado el vientre que te trajo, y los senos que mamaste” (Lucas 11:27). Nunca hubo una mejor oportunidad para que Jesús declarara que María era en realidad, digna de alabanza y adoración. ¿Mas cuál fue la respuesta de Jesús? “Y él dijo: Antes bienaventurados los que oyen la palabra de Dios, y la guardan.” (Lucas 11:28). Para Jesús, la obediencia a la Palabra de Dios era MÁS IMPORTANTE que la mujer de quien nació. En ninguna parte de la Escritura Jesús, o alguien más, dirige alguna alabanza, gloria o adoración a María. Elisabet, la pariente de María, alabó a María en Lucas 1:42-44, pero su alabanza estaba basada en el hecho de que María daría a luz a Jesús. No estaba basada en ninguna gloria inherente a María.