Respuesta: La pregunta de si hay un argumento concluyente para la existencia de Dios, ha sido debatida a través de la historia por gente extraordinariamente inteligente, colocada a ambos lados de la disputa. En tiempos recientes, los argumentos en contra de la posibilidad de la existencia de Dios han asumido un espíritu conflictivo, que acusa a cualquiera que se atreva a creer en Dios, como alguien delirante e irracional. Karl Marx aseguraba que cualquiera que creyera en Dios, debía tener un desorden mental que causaba la invalidación del intelecto. El psiquiatra Sigmund Freud escribió que una persona que creyera en un Dios Creador, era una persona delirante, y que sólo sostenía esas creencias debido a un factor de “cumplimiento de un deseo”, lo que causó que Freud lo considerara como una posición injustificable. El filósofo Frederick Nietzsche dijo abiertamente que la fe equivalía a negarse a conocer lo que es verdadero. Las voces de estas tres figuras de la historia, junto con otras, son simplemente repetidas ahora por una nueva generación de ateos, quienes claman que la creencia en Dios está intelectualmente injustificada.
¿Realmente es así el caso? ¿Creer en Dios es mantener una posición racionalmente inaceptable? Aparte de lo que dice la Biblia, ¿puede establecerse algún caso de la existencia de Dios que refute la posición, tanto de los viejos como de los nuevos ateos, y ofrecer suficiente garantía para creer en un Creador? La respuesta es sí, se puede. Por otra parte, al demostrar la validez de un argumento a favor de la existencia de Dios, el caso del ateísmo resulta ser intelectualmente débil.
Para formar un argumento para la existencia de Dios, debemos comenzar por hacer las preguntas correctas. Comenzamos con la pregunta metafísicamente más básica: “¿Por qué tenemos algo real, en vez de absolutamente nada?” Esta es la pregunta básica de la existencia de Dios. ¿Y, por qué estamos aquí; por qué está la Tierra aquí; por qué está aquí el universo en vez de la nada? Comentando este asunto, un teólogo ha dicho, “En algún sentido, el hombre no hace preguntas acerca de Dios; su existencia misma exime cualquier pregunta acerca de Dios.”
Nuestro objetivo como Iglesia es llevar a la gente a la fe en Jesús e integrarla en la familia de Dios. Y que nuestro carácter se parezca al de Cristo, glorificando a Dios y sirviendo en toda buena obra.
martes, 30 de julio de 2013
Secretos del Corazón de una Mujer - Reflexiones
Cosas que no son dichas,... sólo pensadas y que se esfuman.
Después de un día agotador, de corretear detrás de chiquillos, de los hijos o los nietos, qué cansada me siento.
Dicen todos que soy el centro del hogar, dicen que las cosas no son iguales cuando no estoy. Cuando me he enfermado dicen que me extrañaron, pero ¿por qué será que me extrañan? A veces pienso que es sólo para que cumpla mis deberes como me corresponde. Les oigo quejarse: “la comida no tuvo sazón”. Me extrañan, cosa que no entiendo porque siempre como la última para que los demás coman bien, y cuando me siento a comer ya todos han terminado y nadie se ha fijado qué había en mi plato. No escucho un “gracias” o un “lo apreciamos”.
¡Qué agotado está mi cuerpo! Ni qué decir de mis manos, ni de mis uñas, que se ven tan mal que ni siquiera puedo ocuparme de ellas. A nadie parece importarle cómo se ven mis manos, mis cabellos, mi rostro, o mis pies. Hay ocasiones en las que quisiera volar, volar y volar.
Al contrario de la mujer virtuosa del libro de Proverbios, a la que todos en su casa alababan, tengo hambre de esas manifestaciones en mi familia. No es que busque llamar la atención o adulaciones, o halagos forzados para alimentar mi ego; lo que busco solamente son esas expresiones que llenen mi necesidad de mujer, palabras de afirmación.
Quisiera decir que soy esa mujer que sufre, callada para no alterar a nadie. Nadie lo sabe.
Dios es quien te defiende - Ánimo en mensaje - Vídeo
A veces nos preocupamos por lo que los demás dicen de nosotros, cuando lo que dicen en realidad no es cierto. Parece que nosotros tenemos una gran tendencia a tratar de quedar bien con todos, y al escuchar la más mínima critica, lo que hacemos es sentirnos mal e imaginamos que todo el mundo piensa o dice lo mismo sobre nosotros.
Pero si hay algo de lo que nos podemos jactar es del hecho de no conceder demasiada importancia a las críticas que no son ciertas, de no perder ni un minuto de nuestro tiempo en sentirnos mal por lo que alguien dice, más todavía cuando sabemos muy bien que lo que ese aquél dice no es verdad, ¿Sabes por qué?, porque de esta forma aprendemos a confiar en Dios, aprendemos a que es Dios quien nos defiende, que si alguien se mete con nosotros, realmente se mete con el que nos defiende, o sea, con Dios.
Porque hay una verdad que no podemos negar y es que nunca podremos quedar bien con todo el mundo, siempre habrá alguien que por envidia, celos, desprecio o por simple locura diga algo de nosotros que no es cierto.
Cuando alguien dice algo de nosotros que no es cierto, nos preguntamos: ¿y qué piensa Dios de eso, cree lo que dicen? Si lo que Dios piensa de eso es totalmente contrario a lo que dicen, entonces vivimos tranquilos y seguimos haciendo lo que Él nos ha mandado hacer. ¡Ojo! Esto ocurre cuando alguien dice de nosotros algo QUE NO ES CIERTO, porque hay muchas personas de las que se dicen cosas y la realidad es que lo que dicen es la verdad.
Si no quieres que hablen mal de ti, entonces haz las cosas bien y si haciendo bien las cosas siguen hablando mal de ti, entonces no te preocupes, ellos se las verán con Dios; tú sólo descansa, no te preocupes y sigue haciendo lo que Dios te ha mandado hacer.
Vergüenza: La mentira del diablo - Devocional
La voluntad de Dios es que cada uno de nosotros le busquemos diariamente, que le hagamos el centro de nuestra vida y que diariamente reconozcamos nuestra necesidad inmediata de Él. Sin embargo, a diferencia de Dios, el enemigo de nuestras almas quiere totalmente lo contrario, por lo que usará cualquier medio que se le presente para hacer que nos alejemos de Dios y una de sus formulas favoritas es La vergüenza.
Cuando me refiero a la vergüenza, en especial me quiero referir al sentimiento o reacción que nos provoca haber fallado a Dios, independientemente de la forma que lo hayamos hecho. Porque sentir vergüenza es aquella sensación que nos quiere evitar acercarnos a Dios o pedirle perdón, porque nos hace sentirnos, sucios, hipócritas, malos, etc. Entonces nos da vergüenza ir nuevamente a pedir perdón a Dios por lo mismo, por aquello que ya en innumerables ocasiones le hemos pedido.
¿Está mal que nos dé vergüenza? Definitivamente no está mal, al contrario, eso habla de que en ti aún está activo el Espíritu Santo que es quien te redarguye y te hace sentir que lo que hiciste estuvo mal. Lo que sí estaría mal realmente es que fallaras a Dios y no sintieras ni una pizca de vergüenza por lo que hiciste, ¡Eso sí que no es normal!
Donde existe el problema de verdad es en permitir que esa vergüenza te aleje de Dios, allí sí existe un problema. Porque nada ni nadie tiene que impedirte el hecho de acercarte a Dios, aunque sientas que eres el más pecador de los pecadores.
A pesar de tu vergüenza y de que muchas veces optas por alejarte de Dios en lugar de acercarte a Él por ese sentimiento, Dios sigue insistiendo en buscarte; lo vemos desde el inicio de la creación, cuando Adán y Eva pecaron contra Él: “Mas Jehová Dios llamó al hombre, y le dijo: ¿Dónde estás tú? Y él respondió: Oí tu voz en el huerto, y tuve miedo, porque estaba desnudo; y me escondí.” Génesis 3:9-10 (Reina-Valera 1960). El pecado desde un inicio causa vergüenza, y esa vergüenza es provocada por el hecho de que al pecar hemos quedado expuestos en nuestra naturaleza, pero lamentablemente esa misma vergüenza, en vez de buscar de Dios nos hace escondernos de Él.
Mentalidad De Niño - Crecimiento personal-espiritual - Vídeo
Cuando pensamos en niños de la edad en que comienzan a andar, si tenemos la bendición de haberlos experimentado nosotros mismos, llegaremos a la conclusión de que siempre están en movimiento, nunca quieren detenerse. Van por la vida siempre con más entusiasmo que un adulto puede imaginar, y nunca se cansan. Navegan sus primeros años generalmente sin problemas y con una sonrisa en sus rostros. Los niños parecen tener algo que los adultos perdimos en el camino.
Tienen la habilidad de perdonar rápidamente, de no preocuparse mucho y frustrarse por las cosas y de simplemente disfrutar las cosas sencillas de la vida, sin darlas por sentadas. Nunca guardan rencor y resentimientos contra otros y, si por alguna razón lo hacen, juegan e interactúan con ellos al día siguiente en el tiempo de juego.
He tenido experiencias con mis dos hijas al entrar en su habitación mientras estaban en sus cunas. Saltaban y gritaban felices con grandes sonrisas en sus rostros. Y a menudo me preguntaba por qué sonreían y se sentían felices.
¿Sería su cumpleaños, Navidad, o estaríamos saliendo de vacaciones para Disney? La respuesta a esas preguntas es "no". No era ni su cumpleaños, ni Navidad, ni estábamos yendo a Disney; simplemente estaban entusiasmadas por un nuevo día. ¡Se sentían felices al abrazar un nuevo día y no podían esperar para comenzarlo! Entonces, y así, fue como comencé a pensar interiormente, ¿por qué no pueden los adultos comportarse de igual forma? ¿Dónde perdimos este entusiasmo por la vida? ¿Podremos recobrarlo y mantenerlo?
Demasiadas veces, como adultos, olvidamos cómo vivir nuestra vidas felizmente y los días parecen escurrírsenos sin disfrutarlos.
Es triste decirlo, pero a veces la gente tiende a deprimirse sobre una variedad de cosas que están más allá de su control, como el clima, o algo que vivieron en su pasado, o incluso algo tan tonto como que alguien les haya hablado sobre algo junto a la fuente de agua. A veces la gente no vive un único día, sino muchos a la vez y no saben que no podrán recobrar esos días jamás. Continuamente sollozan, se enfurruñan e internamente tienen el propósito de llevar a otros a su misma idea.
No estamos en esta tierra para sentirnos miserables, sino con propósito: para coger cada día según viene y sacar de él lo mejor. Para afrontar nuevos desafíos y crecer a consecuencia de ellos. Para regar nuestro ser de gozo y felicidad, no sea cosa de que otros se van afectados por ellos, por los desafíos, por nuestros problemas.
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