domingo, 23 de febrero de 2014

Queriendo conocer como Dios

No sean altaneros, digo a los altivos; No sean soberbios, ordeno a los impíos; No hagan gala de soberbia contra el cielo, ni hablen con aires de suficiencia.
(Salmos 73:6,9)
Desde la construcción de la Torre de Babel, hasta los viajes a otros planetas y la clonación de especies vivas, el humano no para en sus soberbios intentos por saberlo todo, descubrirlo todo, y acercarse a Dios no para amarle precisamente, sino para presuntuosamente competir con Él, estar a la altura de “Su conocimiento”.

Ahora, el nuevo “juguete” que tiene entre sus manos desde 2008, es el Gran Colisionador de partículas (LHC), un gigante y costoso aparato en el cual intervienen miles de científicos e ingenieros de laboratorios y universidades de todo el mundo, quienes están interesados en temas propios de su especialidad: estructura y origen de la materia, partículas, átomos, masa y otros más, que guardan relación con el denominado “Big Bang”, o esa gran explosión que según algunos científicos, determinó la creación del universo.

Muchos no entenderán totalmente sobre masa, átomos, protones y agujeros negros, pero sí comprenderán que dicho proyecto, al ser evaluado en una inversión que iría de 3,5 miles de millones a 6,5 miles de millones de euros, provoca terribles paradojas humanas como las siguientes: 
Mientras andamos interesados en saber cómo se formó el universo, nuestro planeta sigue consumiéndose en una nube de contaminación originada por nuestra propia mano. 
Mientras sacamos dinero para este tipo de proyectos, no lo usamos para paliar el hambre de los millones de seres, que diariamente mueren de hambre y sed. 
Mientras deseamos saber si hay habitantes en otros planetas, no nos llevamos del todo bien con los del nuestro. 
Y mientras queremos abrir nuevos espacios de comunicación universal, aquí en la tierra cada día nos entendemos menos. En términos vulgares, empezamos a construir la casa por el tejado.

La persona de Cristo y su iglesia

Otra vez os digo, que si dos de vosotros se pusieren de acuerdo en la tierra acerca de cualquiera cosa que pidieren, les será hecho por mi Padre que está en los cielos.
Porque donde están dos o tres congregados en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos. Mt. 18:19,20
Jesús hablaba aquí de lo que es la esencia de su iglesia.
Una persona aislada no es parte de la Iglesia de Cristo. En ella no hay lugar para solitarios o “anacoretas” (religiosos que viven en lugares solitarios entregados a la contemplación y penitencia), que dicen adorar individualmente a Dios, por su propia cuenta. Ellos nunca pueden constituir la Iglesia de Cristo. En cambio, donde dos o tres estén reunidos en el nombre del Señor, entonces sí, y sólo así se manifiesta la iglesia de la que Cristo es la cabeza y ellos su cuerpo.
La iglesia es una comunidad de cristianos salvos.
Dado que ya tenemos el FUNDAMENTO y las BASES sobre este concepto, vamos a ver tres pasos a relacionados, a seguir por los miembros de la iglesia de Cristo:
1) Obediencia - hacer lo que otro manda.
2) Compromiso - obligación contraída.
3) Responsabilidad - capacidad de compromiso.
Sólo vamos a tratar el primer paso de la Obediencia. El compromiso y la responsabilidad cristiana son pasos que los veremos en otra  ocasión.

La Niña y El Anciano

Nani era una niñita de seis años. Aquella tarde causaba un terrible chirrido que, por lo estridente, trastornaba los sentidos tanto de residentes como de quienes simplemente pasaban por allí. Es que iba montada, pedaleando a toda velocidad, en su viejo y oxidado triciclo… un triciclo que habían disfrutado cuatro dueños anteriores.
Era tal la felicidad que mostraba, al no haber tenido que disputar con ninguno de sus cuatro hermanos el juguete, que se sentía la reina y dueña de la calle.
Realmente no había ninguna cosa en ese instante que le interesara más que pedalear, subiendo y bajando a toda velocidad por la acera. Para ella ese chirrido era música celestial.
Pero tras muchas vueltas, se interpuso en su camino un hombre que traía en su mano una latita. Era un anciano de bellos ojos que transmitían amor. Cuando ella alzó su mirada y vio ese rostro tan bondadoso, su corazón vio al padre y abuelito que nunca tuvo. El diálogo entre los dos fue muy breve: 
-“¿Me dejas arreglarte tu triciclo?” Obviamente, se trataba de uno de los atormentados vecinos. Después de aceitado el triciclo, se oyó un “gracias, señor”, acompañado de una gran sonrisa que ambos se regalaron.
Ese sencillo gesto fue todo lo que bastó para que se iniciara la más sincera y profunda amistad entre los dos. No había día en que Nani, camino a su escuela, no pasara por el negocio del gentil anciano y le saludase con su manita y una sonrisa a través del cristal de la ventana.
Pasaron varios días en los que no se vio la figura de la niña, y el anciano ya la extrañaba, al haberse acostumbrado a su saludo al iniciar el día. Algo inquieto, se dispuso a visitar la casa de la niña y conocer la realidad. Era el propietario de una pequeña mueblería que abastecía al humilde vecindario, y conocía la condición de los vecinos.
Cuando llegó a la vivienda, se dio cuenta del drama… la madre estaba enferma y en cama y Nani tenía que cuidar de ella. Al ver la escasez en que vivían, con mucha cautela y ternura dijo el anciano: 
-“Señora, ¿aceptaría que yo costease todos los gastos de su hijita hasta terminar sus estudios, incluyendo todas sus necesidades sin faltar una de ellas?” Con gran asombro e incredulidad, la estupefacta madre aceptó ese gesto.
A partir de ese día, Nani se vistió siempre con ropa y zapatos nuevos, y comía todo lo que le gustaba, compartiendo con sus hermanitos su “abundancia”.
La promesa de ese perfecto desconocido, para ella como salido de un cuento de hadas o como caído del cielo, se mantuvo, cumpliéndose día a día hasta terminar sus estudios.

La corrección nos lleva a la perfección

Dios es un padre maravilloso que quiere lo mejor para nosotros. Desde el principio preparó la tierra para que pudiéramos ser felices en ella, nos hizo un paraíso maravilloso.
El primer hombre, Adán, mientras permaneció en sujeción, es decir, bajo la soberanía de Dios, pudo disfrutar de ese lugar maravilloso. Nada le hacía falta, todo lo tenía, lo único que debía hacer para seguir disfrutando de esa hermosa maravilla era estar en obediencia.
Pero el hombre se dejó contaminar en ese tiempo y lo seguimos haciendo nosotros ahora. Sofonías 3:1 “¡Ay de la ciudad rebelde y contaminada y opresora!”
Desde los tiempos de Adán, en el corazón de los hombres solo hay rebeldía, no nos gusta someternos a nuestras autoridades, sean políticas, religiosas o en el hogar.
El mundo cada día es más decadente porque no le gusta la corrección, los hogares donde, influenciados por el modernismo, ya no corrigen a sus hijos, se pueden ver por su deterioro; cada vez hay más hogares destruidos y otros a punto de destruirse.
Entre más rebeldes somos, menos nos gusta la corrección. Sofonías 3.2 “No escuchó la voz, ni recibió la corrección; no confió en Jehová, no se acercó a su Dios.”
Queremos un Dios que nos permita nuestra maldad, queremos llegar al cielo pero por el camino ancho, queremos viajar cómodos. Y buscamos profetas y sacerdotes iguales a nosotros. Sofonías 3.4 “Sus profetas son livianos, hombres prevaricadores; sus sacerdotes contaminaron el santuario, falsearon la ley.”