Una declaración oficial de esta doctrina dice. “… la bendita Virgen María ha sido, desde el primer instante de su concepción, por una singular gracia y privilegio del Todopoderoso Dios, en vista de los méritos de Jesucristo el Salvador de la Humanidad, conservada libre de toda mancha del pecado original.” Esencialmente la inmaculada concepción es la creencia de que María fue protegida del pecado original, que María no tuvo nunca una naturaleza de pecado, y fue, de hecho, sin pecado.
El problema con esta doctrina de la inmaculada concepción es que no es enseñada en la Biblia. En ninguna parte de la Biblia se describe a María como algo más que una mujer ordinaria, a quien Dios eligió para ser la madre del Señor Jesucristo. María fue indudablemente una mujer piadosa (Lucas 1:28). María seguramente fue una maravillosa esposa y madre. Jesús definitivamente amaba y apreciaba a Su madre (Juan 19:27) . La Biblia, empero, no nos da razón alguna para creer que María era sin pecado. De hecho, la Biblia nos da todas las razones, para creer que Jesucristo fue la única Persona que no estuvo “infectada” por el pecado y que jamás cometió pecado (Eclesiastés 7:20; Romanos 3:23; 2 Corintios 5:21; 1 Pedro 2:22; 1 Juan 3:5).
La doctrina de la inmaculada concepción se originó de la confusión sobre cómo Cristo pudo haber nacido sin pecado, si Él fue concebido dentro de una humana mujer pecadora. La idea era que Jesús habría heredado una naturaleza pecaminosa de María, si ella de hecho era una pecadora. En contraste a la inmaculada concepción, la solución bíblica a este problema es entendiendo que Jesús Mismo fue milagrosamente protegido de ser contaminado por el pecado, mientras Él estuvo dentro del vientre de María. Si Dios fue capaz de proteger a María del pecado, ¿no podría también ser capaz de proteger a Jesús del pecado? Por lo que, la naturaleza sin pecado de María resulta ser ni necesaria, ni bíblica.