martes, 15 de enero de 2019

Dios ama al dador alegre

Toda buena dádiva y todo don perfecto viene de lo alto, desciende del Padre de las luces, con el cual no hay cambio ni sombra de variación. Santiago 1:17
Todo es de Dios y Él lo reparte como quiere. Recordando la Parábola de los Talentos, podemos ver como El Señor decidió dar a uno cinco talentos, a otro dos talentos y al tercero solo uno. En resumidas cuentas, somos solo administradores de los bienes que Dios nos ha dado para que podamos producir aún más con nuestro esfuerzo y dedicación, para beneficio de nuestra familia y de la comunidad en general.
¿Es justo que algunos tengan más que otros? Los ideales socialistas no lo creen así, y más bien buscan la igualdad para todos los seres humanos; pero estudiemos lo que la Biblia dice.
Pero previamente, antes de continuar con este mensaje, sepamos lo que el socialismo significa:
¿Qué es Socialismo?
El socialismo es definido como el sistema de organización económico y social, cuya base es que los medios de producción formen parte del patrimonio colectivo y sea el mismo pueblo quien los administre.
El orden socialista se plantea como objetivo principal, la justa repartición de los bienes y una organización racional de la economía. Para ello plantea la eliminación de la propiedad privada y la extinción de las clases sociales.
Seguramente todos estaríamos de acuerdo en erradicar la pobreza y que no hubiera tanta diferencia entre las clases sociales, pero ¿esto es posible? ¿Somos todas las personas iguales, tenemos los mismos talentos, la misma capacidad, los mismos sueños, las mismas ganas de emprender, de trabajar, etc.?
El ideal de que todos tengamos lo mismo, a pesar de que somos diferentes, ¿podría funcionar si el gobierno tomara el control de los bienes e hiciera la repartición?

La venganza y el reino

Si es posible, en cuanto dependa de vosotros, estad en paz con todos los hombres. No os venguéis vosotros mismos, amados míos, sino dejad lugar a la ira de Dios, porque escrito está: Mía es la venganza, yo pagaré, dice el Señor. Romanos 12;18-19


Pocas cosas calan tan profundo en nuestros corazones como los males que nos vienen de mano de otros. Es más fácil aceptar las dificultades económicas, la falta de trabajo o la enfermedad.  Cuando otras personas nos traicionan, sin embargo, nos sentimos dolidos en lo más íntimo de nuestro ser. Superar el mal momento es todo un desafío.

En los versículos arriba citados, Pablo nos da una orientación respecto a este tema.  Primeramente nos recuerda que la paz debe ser una de las características de los que andan en Cristo, porque seguimos a un Dios de paz. De todas formas, la frase «en cuanto dependa de vosotros» nos advierte que el estar en paz con los demás es algo que requiere la colaboración de dos personas. Es decir, no implica solamente la ausencia de agresión de mi parte, sino también el mismo compromiso de parte de la otra persona. Por esta razón no siempre la paz es absoluta, pues nuestros deseos de estar en paz con los demás pueden no ser correspondidos por la otra parte.

¿Cuál es la diferencia entre resurrección y reencarnación?

Algunas personas creen en la doctrina de la reencarnación. Incluso algunos cristianos llegan a compartir esta creencia, confundiéndola con la doctrina de la resurrección. Pero si comparamos esas dos doctrinas, entenderemos que, aunque se parecen, ambas se excluyen.
La resurrección significa resurgir, volver a la vida. De este modo, Jesús resucitó porque murió y, al tercer día, volvió a vivir en el mismo cuerpo (su cuerpo había desaparecido del sepulcro: Mateo 28,5-7; Marcos 16,6; Lucas 24,3-4 y Juan 20,1-9); aunque ese cuerpo se haya vuelto glorioso, pudiendo ser tocado (Juan 20,17.27), y también atravesar puertas y paredes sin la necesidad de que se abrieran o se derrumbaran (Juan 20,19). El cuerpo de Jesús resucitado es un cuerpo semejante al que recibiremos al final de los tiempos.
Reencarnación significa volverse a encarnar, materializarse nuevamente. Es una doctrina espiritista que no posee ninguna base bíblica, ni encuentra amparo en la Tradición y el Magisterio de la Iglesia; por lo tanto, no puede ser aceptada por ningún cristiano.
La doctrina de la reencarnación afirma que el espíritu del fallecido asumirá un nuevo cuerpo con fines de purificación, es decir, las sucesivas reencarnaciones de un espíritu lo hacen alcanzar la perfección al final de este largo proceso, purificándose de esta manera de las culpas y pecados cometidos en las reencarnaciones anteriores.
Algunos pensadores que creen en la reencarnación llegan a afirmar otras dos aberraciones: que el espíritu humano puede reencarnarse en el cuerpo de algún animal o vegetal, y que cuando un espíritu alcanza la perfección puede transformarse en dios.