¿Es realmente posible estar “siempre gozoso”, tal como está escrito en 1 Tesalonicenses 5:16?
En medio de mi jornada laboral emerge un anuncio en mi ordenador, de una publicidad de unas vacaciones tropicales, con aguas turquesas, playas blancas, palmeras y sol. “Sin duda sería agradable…”, pienso para mí. La vida puede parecer una lista interminable de tareas que se deben realizar, cuentas que deben ser pagadas, una lista de “lo que debo hacer” que parece ser muy larga, y un cuerpo que cada vez se vuelve más y más débil con los años. Por no mencionar aquellas situaciones graves que en ocasiones pueden surgir, adversidades que no he elegido, pero que Dios ha dispuesto.
Por eso, si tan solo pudiera tomar unas vacaciones...; si tan solo pudiera..., entonces sería feliz. Si tan solo pudiera ganar más dinero...; si tan solo pudiera estar más saludable; si tan solo pudiera conseguir el trabajo de mis sueños, y así sucesiva y sucesivamente, ¡hasta el infinito!
Estas cosas están bien, y a menudo me hacen sentir feliz por un rato. Pero sin ellas vuelvo a mi aburrida vida cotidiana, anhelándolo todo de nuevo. Al parecer, mi felicidad depende de conseguir totalmente lo que quiero. Pero, ¿tiene que ser así?