«Por eso dije: “Aquí me tienes, como el libro dice de mí. Me agrada, Dios mío, hacer tu voluntad; tu ley la llevo dentro de mí”. En medio de la gran asamblea he dado a conocer tu justicia. Tú bien sabes, Señor, que no he sellado mis labios. Salmo 40: 7-9, NVI

En sus principios era firme como una roca, y su vida revelaba la gracia de una desinteresada afabilidad. Había quienes buscaban su compañía, pues se sentían en paz en su presencia; pero otros muchos lo evitaban, porque su vida inmaculada era para ellos una reprensión. Hasta sus jóvenes compañeros insistían en ser como Él. Era de carácter alegre; les gustaba su presencia, y recibían gustosos sus oportunos consejos; pero sus escrúpulos los impacientaban, y lo consideraban estrecho de miras. Jesús contestaba: Escrito está: «¿Con qué limpiará el joven su camino?, ¡con guardar tu Palabra! En mi corazón he guardado tus dichos para no pecar contra ti» (Salmo 119: 9,11).
Cuando le preguntaban por qué no participaba en las diversiones de la juventud de Nazaret, decía: Escrito está: «Me he gozado en el camino de tus testimonios, más que toda riqueza. En tus mandamientos meditaré; consideraré tus caminos. Me regocijaré en tus estatutos; no me olvidaré de tus palabras» (Salmo 119:14-16).
Cuando le preguntaban por qué no participaba en las diversiones de la juventud de Nazaret, decía: Escrito está: «Me he gozado en el camino de tus testimonios, más que toda riqueza. En tus mandamientos meditaré; consideraré tus caminos. Me regocijaré en tus estatutos; no me olvidaré de tus palabras» (Salmo 119:14-16).