sábado, 14 de julio de 2012

La rosa y la espina-reflexión-vídeo

Había un hombre tan precavido que...
Que nunca se rió ni jugó;
él nunca se arriesgó, ni nunca intentó nada,
él nunca cantó u oró.
Y cuando un día murió,
el seguro de vida se negó a pagar,
porque, como nunca había vivido,
¡dijeron que no había muerto!


Rosa con EspinaEl proceso de vivir es en sí un riesgo, pero todos tenemos que enfrentarnos a él en diferentes etapas. Para aprender a caminar, un bebé debe arriesgarse al dolor que producen las caídas. El adolescente que acaba de sacar la licencia de conducir se enfrenta al mayor riesgo de su vida como conductor. La pareja que se compromete con los votos matrimoniales debe enfrentar la posibilidad de que esa unión, la cual esperan que sea la que les dé la mayor felicidad de la vida, pueda ser también la que traiga los dolores más fuertes. Y el empresario que intenta afianzarse o ampliar su empresa sabe que también corre el riesgo de sufrir una pérdida sustancial.
Por lo tanto, si existe tal potencial de sufrimiento cuando tratamos de crecer y alcanzar metas en la vida, ¿por qué lo intentamos?
Una razón es que Dios nos ha bendecido con un impulso interior que nos lleva a mejorarnos en la vida. Con mucho acierto alguien ha dicho que ”llegará el día en que el riesgo de quedarse como un brote es más doloroso que el riesgo de florecer“.  Y sabemos que no podemos recoger rosas sin correr el riesgo de herirnos con una espina.
Pero cuando la posibilidad de enfrentarnos a las espinas es demasiado dolorosa, recuerda que es cuando Dios te inspira a cortar nuevas rosas, puedes confiar en que Su fuerza y Su dirección te ayudarán a caminar entre espinas.
Samuel creyó, y el Señor estaba con él, no dejó sin cumplimiento ninguna de sus palabras.  1Samuel 3:19

Siente mi paz-Dios tiene el control-vídeo


No te preocupes por nada, yo tengo el control. Siente mi paz y descansa en mí.
Filipenses 4:7
Y la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, guardará vuestros corazones y vuestras mentes en Cristo Jesús.
Isaías 26:3
Al de firme propósito guardarás en perfecta paz, porque en ti confía.
Juan 14:27
La paz os dejo, mi paz os doy; no os la doy como el mundo la da. No se turbe vuestro corazón, ni tenga miedo.
Filipenses 4:9
Lo que también habéis aprendido y recibido y oído y visto en mí, esto practicad, y el Dios de paz estará con vosotros.
   Por nada estéis afanosos, sino sean conocidas vuestras peticiones delante de Dios en toda oración y ruego, con acción de gracias.

El pescador-reflexiones-Disfrutar de la vida

El Pescador
Un hombre adinerado pasaba sus días pescando en el lago contiguo a su mansión. Cada día, veía en aquel lugar a un hombre muy pobre que vivía en una choza tambaleante. Pescaba con un palo y una cuerda. Lo hacía casi una hora; pocas veces conseguía más de dos pescados.
Entonces, se iba a casa.

Los años pasaron y, frustrado de tanto meditar, el rico se acercó al pobre:
Disculpe, por favor, pero hemos pescado en este lugar por años, y siento curiosidad. Usted viene aquí diariamente, logra pescar muy poco y luego se dirige a su casa. Sólo me pregunto por qué no permanece un poco más de tiempo.
Mire, si usted se queda cada día una o dos horas más podría vender en la ciudad el pescado que le sobrara.
Conseguiría dinero suficiente para adquirir una caña de pescar mejor, y así tener una pesca considerable. Tal vez pueda también conseguir un bote y una red. Pescaría aun más, y podría hasta contratar otro hombre y un bote adicional. Pronto no tendría que estar en el agua todo el día, sino que llegaría a ser dueño de una gigantesca compañía, y entonces podría pasar sus días pescando, el tiempo que desee, haciendo lo que le place y sin preocupaciones.
-Pero señor, no le entiendo -dijo el hombre pobre-, ¡eso es precisamente lo que hago!
Contentarse con la vida que Dios nos ha concedido es disfrutar la mayor de las riquezas.
I Timoteo 6:6
Un hombre, en efecto, es un medio de gran ganancia cuando va acompañada de contentamiento.

Disfrutar de la vida
Un hombre rico y emprendedor se horrorizó cuando vio a un pescador, tranquilamente recostado junto a su barca contemplando el mar y fumando apaciblemente su pipa después de haber vendido el pescado.
-¿Por qué ? ¿no ha salido a pescar? le preguntó el hombre emprendedor.
-Porque ya he pescado bastante por hoy.. -respondió el apacible pescador.
-¿Por qué? ¿no pescas más de lo que necesitas? 
-insistió el industrial.

-¿Y qué iba a hacer con ello? -preguntó a su vez el pescador.
-Ganaría más dinero. Fue la respuesta. podría poner un motor nuevo que haría más potente su barca.
Y podría ir a aguas más profundas y pescar más peces. Ganaría lo suficiente para comprarse unas redes de nylon, con las que sacaría más peces y conseguiría más dinero. Pronto ganaría para tener dos barcas. Y hasta una verdadera flota. Entonces sería rico y poderoso como yo.
-¿Y que haría entonces? -preguntó de nuevo el pescador.
-Podría sentarse y disfrutar de la vida respondió el hombre emprendedor.
-¿Y qué cree que estoy haciendo en este preciso momento? -respondió sonriendo el apacible pescador. ¡Eso es precisamente lo que hago!
Contentarse con la vida que Dios nos ha concedido es disfrutar la mayor de las riquezas.
I Timoteo 6:6
Un hombre, en efecto, es un medio de gran ganancia cuando va acompañada de contentamiento.

El sonido de las palabras-La última lágrima


El Sonido de Las Palabras
El sonido de estas palabras será música para los oídos de cualquier niño o adulto.
Dígale a alguien hoy lo maravilloso que es.
Adelante… ¡Alégrele la vida!
1 Tesalonicenses 2:8
Tan grande es nuestro afecto por vosotros, que hubiéramos querido entregaros no sólo el evangelio de Dios, sino también nuestras propias vidas; porque habéis llegado a sernos muy queridos.
Juan 13:34
Un mandamiento nuevo os doy: que os améis los unos a los otros; que como yo os he amado, así también os améis los unos a los otros.
Juan 15:12
Este es mi mandamiento: que os améis los unos a los otros, así como yo os he amado.
Juan 15:17
Esto os mando: que os améis los unos a los otros.
Romanos 12:10
Sed afectuosos unos con otros con amor fraternal; con honra, daos preferencia unos a otros;
Efesios 5:2
y andad en amor, así como también Cristo os amó y se dio a sí mismo por nosotros, ofrenda y sacrificio a Dios, como fragante aroma.
La última lágrima
Allí estaba, sentado en una banqueta, con los pies descalzos sobre las baldosas rotas de la vereda; gorra marrón, manos arrugadas sosteniendo un viejo bastón de madera; pantalones que remangados dejaban libres sus pantorrillas y una camisa blanca, gastada, con un chaleco de lana tejido a mano.
El anciano miraba a la nada. Y el viejo lloró, y en su única lágrima expresó tanto que me fue muy difícil acercarme, a preguntarle, o siquiera consolarlo.
Por el frente de su casa pasé mirándolo.
 Al darse la vuelta fijó su mirada en mí, le sonreí, le saludé con un gesto aunque no crucé la calle; no me animé, no le conocía y si bien entendí que en la mirada de aquella lágrima se mostraba una gran necesidad, seguí mi camino sin convencerme de estar haciendo lo correcto.


En mi camino guardé la imagen, la de su mirada encontrándose con la mía. Traté de olvidarme. Caminé rápido como escapándome. Compré un libro y tan pronto llegué a mi casa, comencé a leerlo esperando que el tiempo borrara esa presencia…  pero esa lágrima no se borraba. Los viejos no lloran así por nada, me dije.
Esa noche me costó dormir; la conciencia no entiende de horarios y decidí que por la mañana volvería a su casa y conversaría con él, tal como entendí que me lo había pedido. Luego de vencer mi pena, logré dormir. Recuerdo haber preparado un poco de café, compré galletas y muy deprisa fui a su casa convencido de tener mucho por conversar.
Llamé a la puerta, cedieron las rechinantes bisagras y salió otro hombre. ¿Qué desea? preguntó, mirándome con un gesto adusto. Busco al anciano que vive en esta casa, contesté. Mi padre murió ayer por la tarde, dijo entre lágrimas.
¡Murió! dije decepcionado. Las piernas se me aflojaron, la mente se me nubló y los ojos se me humedecieron.
¿Usted quien es? volvió a preguntar. En realidad, nadie, contesté y agregué. Ayer pasé por la puerta de su casa, y estaba su padre sentado, vi que lloraba y, a pesar de que le saludé, no me detuve a preguntarle que le sucedía, pero hoy volví para hablar con él pero veo que es tarde.
No me lo va a creer pero usted es la persona de quien hablaba en su diario. Extrañado por lo que me decía, le miré pidiéndole más explicación. Por favor, pase. Me dijo aún sin contestarme. Luego de servir un poco de café me llevó hasta donde estaba su diario y la última hoja rezaba: Hoy me regalaron una sonrisa plena y un saludo amable… hoy es un día bello.
Tuve que sentarme, me dolió el alma solamente de pensar lo importante que hubiera sido para ese hombre que yo cruzara aquella calle. Me levanté lentamente y al mirar al hombre le dije: Si hubiera cruzado la vereda y hubiera conversado unos instantes con su padre… Pero me interrumpió y con los ojos humedecidos de llanto dijo: Si yo hubiera venido a visitarle al menos una vez este último año, quizás su saludo y su sonrisa no hubieran significado tanto.
Autor Desconocido

Si hubiera….si hubiera…si hubiera….
¿Cuántas veces esas dos palabras han estado en nuestros labios?
Tomemos la decisión de aprovechar cada oportunidad para amar, compartir y edificar a otros.
Hoy…porque mañana puede ser tarde.
Has amado la justicia y aborrecido la maldad; Por tanto, te ungió Dios, el Dios tuyo, Con óleo de alegría más que a tus compañeros.


Salmo 45:7
Un mandamiento nuevo os doy: Que os améis unos a otros; como yo os he amado, que también os améis unos a otros.
Juan 13:34
Este es mi mandamiento: Que os améis unos a otros, como yo os he amado.
Juan 15:12

La buena cosecha-reflexión


No hay que ser agricultor para saber que una buena cosecha requiere de buena semilla, buen abono y riego constante.
También es obvio que quien cultiva la tierra no se para, impaciente, frente a la semilla sembrada, tirando de ella con el riesgo de echarla a perder, o gritándole con todas sus fuerzas: ¡Crece, maldita seas!
Hay algo muy curioso que sucede con el bambú japonés y que lo transforma en no apto para impacientes:
Siembras la semilla, la abonas, y te ocupas de regarla constantemente.
Durante los primeros meses no sucede nada apreciable.
En realidad no pasa nada con la semilla durante los primeros siete años, a tal punto, que un cultivador inexperto estaría convencido de haber comprado semillas infértiles.
Sin embargo, durante el séptimo año, en un período de sólo seis semanas la planta de bambú crece más de 30 metros.
¿Tardó sólo seis semanas en crecer?
No, la verdad es que se tomó siete años y seis semanas para desarrollarse.
Durante los primeros siete años de aparente inactividad, este bambú estaba generando un complejo sistema de raíces que le permitirían sostener el crecimiento que iba a tener después de siete años.
Sin embargo, en la vida cotidiana, muchas veces queremos encontrar soluciones rápidas, triunfos apresurados, sin entender que el éxito es simplemente el resultado del crecimiento interno, y que éste requiere tiempo…
Quizás por la misma impaciencia, muchos de aquellos que aspiran a resultados en corto plazo, abandonan súbitamente justo cuando ya estaban a punto de conquistar la meta.
Es tarea difícil convencer al impaciente de que sólo llegan al éxito aquellos que luchan de forma perseverante y coherente y saben esperar el momento adecuado.
De igual manera es necesario entender que en muchas ocasiones estaremos frente a situaciones en las que creemos que nada está sucediendo. Y esto puede ser extremadamente frustrante.
En esos momentos, que todos tenemos, debemos recordar el ciclo de maduración del bambú japonés, y aceptar que mientras no bajemos los brazos, ni abandonemos por no “ver” el resultado que esperamos, sí está sucediendo algo dentro de nosotros: estamos creciendo, madurando.
Quienes no se dan por vencidos, van gradual, e imperceptiblemente, creando los hábitos y el temple que les permitirá sostener el éxito cuando éste al fin se materialice.
El triunfo no es más que un proceso que lleva tiempo y dedicación.
Un proceso que exige aprender nuevos hábitos y nos obliga a descartar otros.
Un proceso que exige cambios, acción y formidables dotes de paciencia.
Tiempo…
¡Cómo nos cuestan las esperas! ¡Qué poco ejercitamos la paciencia en este mundo agitado en el que vivimos…!
Apuramos a nuestros hijos en su crecimiento, apuramos al chofer del taxi… nosotros mismos hacemos las cosas apurados, no se sabe bien por qué…
Perdemos la fe cuando los resultados no se dan en el plazo que esperábamos, abandonamos nuestros sueños, nos generamos patologías que provienen de la ansiedad, del estrés…
¿Para qué?
Te propongo tratar de recuperar la perseverancia, la espera, la aceptación.
Gobernar aquella toxina llamada impaciencia, la misma que nos envenena el alma. Si no consigues lo que anhelas, no desesperes… Sé paciente, tendrás esperanza.
Quizás sólo estés echando raíces…
Lucas 8:15 “Mas la que cayó en buena tierra, éstos son los que con corazón bueno y recto retienen la palabra oída, y llevan fruto en paciencia”
Lucas 21:19 “En vuestra paciencia poseeréis vuestras almas”
Romanos 5:3 “Y no sólo esto, mas aùn nos gloriamos en las tribulaciones, sabiendo que la tribulación produce paciencia”
Hebreos 6:12 “Que no os hagáis perezosos, más imitadores de aquellos que por la fe y la paciencia heredan las promesas”