«Y para que la grandeza de las revelaciones no me exaltara, me fue dado un aguijón en mi carne, un mensajero de Satanás que me abofetee, para que no me enaltezca». 2 Corintios 12: 7

La iglesia de Cristo está en constante peligro. Satanás está tratando de destruir al pueblo de Dios, y no es suficiente la mente de una persona, el juicio del ser humano, para confiar por sí mismo. Cristo quisiera unir a sus seguidores como iglesia, observando todos el orden, teniendo normas y disciplina, y estando todos sujetos unos a otros, estimando a los demás como mejores que uno mismo. La unidad y la confianza son esenciales para la prosperidad de la iglesia, mas si cada miembro de la iglesia se siente libre para actuar independientemente de los demás, escogiendo su propio camino, ¿cómo puede la iglesia estar segura ante el peligro? La prosperidad y la existencia de una iglesia dependen de la acción rápida y unida, conjunta, y de la confianza entre sus miembros. Cuando en una hora crítica alguien hace sonar la voz de alarma, se necesita un trabajo rápido y efectivo, sin detenerse a hacer preguntas y a examinar la cuestión de un extremo al otro, permitiendo así que el enemigo gane ventajas por la demora, cuando la acción unida podría salvar a muchas almas de la perdición.