lunes, 16 de marzo de 2015

El culto familiar

Existen una serie de ordenanzas y también, medios de gracia claramente implícitos en la Palabra de Dios, pero en la práctica tenemos en cuenta pocos, unos pocos preceptos claros y positivos; más bien nos limitamos a recogerlos del ejemplo de hombres santos y de diversas circunstancias secundarias. Pero si los tenemos en cuenta, se logra un fin importante a través de ellos; es así como se prueba el estado de nuestro corazón. Sirve para hacer evidente si los cristianos descuidan un deber claramente implícito, simplemente por el hecho de no poder cumplirlo. De esta forma, se descubre más del verdadero estado de nuestra mente, y se hace manifiesto si tenemos o no un amor ardiente por Dios y por servirle. Esto se aplica tanto a la adoración pública como a la familiar. Consideremos de hecho, que no es difícil dar pruebas de la obligación de ser devotos en el hogar.

Consideremos primero el ejemplo de Abraham, el padre de los fieles y el amigo de Dios. Fue por su devoción a Dios en su hogar como recibió la bendición de: “Porque yo lo he conocido, sé que mandará a sus hijos y a su casa después de sí, que guarden el camino de Jehová, haciendo justicia y juicio” (Génesis 18:19). El patriarca es elogiado aquí por instruir a sus hijos y siervos en el más importante de los deberes, “el Camino del Señor”: la verdad acerca de su gloriosa persona, su derecho indiscutible sobre nosotros, lo que requiere de nosotros. Son importantes las palabras “que mandará”, es decir, que usaría la autoridad que Dios le había dado como padre y cabeza de su hogar, para hacer cumplir en Él los deberes relacionados con la devoción a Dios. Abraham oraba a la vez que también enseñaba a hacerlo a su familia: dondequiera que levantaba su tienda, edificaba “allí un altar a Jehová” (Génesis 12:7; 13:4). Ahora bien, amigos, preguntémonos: ¿Somos “simiente de Abraham” (Gálatas 3:29) si no “hacéis las obras de Abraham” (Juan 8:39) si descuidamos el serio deber del culto familiar? El ejemplo de otros hombres santos es similar al de Abraham. Consideremos la devoción que reflejaba la determinación de Josué, quien declaró a Israel: “Yo y mi casa serviremos a Jehová” (Josué 24:15). No dejó que la posición exaltada que ocupaba, ni las obligaciones públicas que lo presionaban, lo distrajeran de procurar el bienestar de su familia.
También, cuando David llevó el arca de Dios a Jerusalén con gozo y gratitud, después de cumplir con sus obligaciones públicas “volvió para bendecir su casa” (2 Samuel 6:20). Además de estos importantes ejemplos, podemos citar los casos de Job 1:5 y Daniel 6:9. Limitándonos a solo un ejemplo en el Nuevo Testamento, pensamos en la historia de Timoteo, quien se crió en un hogar piadoso. Pablo le hizo recordar la “fe no fingida” que había en él, y agregó: “la cual residió primero en tu abuela Loida, y en tu madre Eunice”. Con razón pudo decir enseguida: “desde la niñez has sabido las Sagradas Escrituras” (2 Timoteo 3:15)

Por otra parte, podemos observar las terribles amenazas pronunciadas contra los que descuidaban este deber. Cuántos habremos reflexionado seriamente sobre estas palabras impresionantes: “¡Derrama tu enojo sobre las gentes que no te conocen, y sobre las naciones que no invocan tu Nombre!” (Jeremías 10:25) Qué tremendamente serio es saber que las familias que no oran son consideradas aquí, iguales a los paganos que no conocen al Señor. ¿Sorprendidos? Pues hay muchas familias paganas que se juntan para adorar a sus dioses falsos. ¿Y no es esto causa de vergüenza para los cristianos profesos? Pero observemos también que Jeremías 10:25 registra imprecaciones terribles sobre ambas clases por igual: “Derrama tu enojo sobre...” Con cuánta claridad nos hablan estas palabras.

Vida real, relaciones reales

Las relaciones virtuales son parte de nuestro mundo. Pero nuestros niños necesitan establecerse y asegurarse en relaciones que no sean solo virtuales.

Una de las facetas en la que es necesario que los padres seamos mentores de nuestros hijos, es la de tener relaciones saludables. Los niños están sumamente cómodos en un mundo virtual.
Tienen amigos virtuales de todo el mundo. Mientras que los padres usan las redes sociales, como una oportunidad para establecer contacto con viejos amigos que han conocido personalmente en la secundaria, en la universidad, y en el presente, sus hijos se esfuerzan por sumar una multitud de "amigos", se hayan conocido antes o no. Esto puede provocar que un hijo o una hija acepten como amigo al hermano del primo del vecino de su amigo: ¡alguien a quien nunca han conocido en la vida real!

El dilema con esto, es que mientras los adolescentes están buscando aceptar más y más amigos para ser populares, su mundo relacional cambia del equilibrio de lo real... a la inestabilidad virtual. Cambian las relaciones reales, auténticas, cara a cara, por ilusiones virtuales, falsas impresiones... y engaños.

Esta observación tiene una doble perspectiva. 
Primero, mientras más relaciones virtuales tengan nuestros niños con personas que no han visto cara a cara, en mayor riesgo estarán. En nuestro ámbito es norma que ellos tienen que haber compartido cierto tiempo cara a cara con alguien, antes de agregarlo como amigo a su lista, sea cual sea la actividad en la que estén. De esta manera, al menos sabemos que los amigos son realmente quienes dicen ser.
Cuando nos encontramos con la gente por primera vez, solemos tratar de averiguar qué clase de personas son. Aunque las tratemos desde hace años, si no las conocemos bien, por lo general observamos lo que dicen y cómo actúan para ver si nos gustaría tenerlas en nuestra vida. Hacemos esto con al menos, dos de los cinco sentidos que tenemos: vista y oído. Pero con las relaciones virtuales no tenemos disponibles ninguna de estas dos opciones. Podemos "ver", pero solo estamos viendo una imagen distorsionada, la imagen que la otra persona quiere proyectar al mundo, y muchas veces, esa imagen es diferente de la persona real. No es más que una máscara. Queremos que nuestros niños tengan con la gente, relaciones en las que puedan aprender a discernir quienes son realmente esas personas, sin la máscara.

Es tiempo de dar gracias a Dios

Papito Dios, gracias por tu infinita misericordia, por amarme como me amas, por la gracia que me concedes en Cristo Jesús de acercarme confiadamente a tu Trono y rendirte mi corazón, mis deseos, mis angustias y mis necesidades. Gracias, porque aunque he pecado, sé que en el nombre de Jesucristo, puedo tener la certeza de que Tú me estás escuchando y me estás llenando con tu Divina Presencia. Gracias por la limpieza y la pureza que estás dando a mi corazón, gracias por perdonar mis pecados, gracias por concederme el honor de confiar en ti, de creer en ti, de poner mi fe en ti; gracias por enseñarme todos los días a ser como Tú, mi buen Jesús, gracias por hacerme odiar el pecado y permitirme anhelar tu voluntad, gracias Espíritu Santo, por convencerme de todo pecado, justicia y juicio.
Gracias Señor, por mi vida, por el aire que respiro, por lo que tengo, por lo que sé y por lo que soy; gracias por mis seres queridos, por todo y todos los que son parte de mí.
¿Cuántas veces Señor, me bendices en el día?, y ¿cuántas veces te lo agradezco verdaderamente? Este es el momento para darte las gracias Señor, por todo aquello que me has dado a lo largo de la vida, gracias por darme el privilegio de haber sido llamado(a) por ti, gracias por haberte fijado en mí aún con tantas imperfecciones como tengo; gracias por tu fidelidad, por tu gran amor, por tu gracia y tu poder en mi vida. Gracias por cada una de las bendiciones que desde antes de formarme en el vientre de mi madre, ya habías apartado para mí.
Gracias Señor, por ser mi Amo, mi Señor y mi Protector. Gracias por darme el aliento que necesito para salir adelante, gracias por fortalecerme en tu amor, en tus caminos y en tu voluntad. Gracias por no desecharme, gracias por no dejar tu obra en mí iniciada o en la mitad, gracias porque te has propuesto lograr en mí cosas inimaginables, gracias porque lo que vas a hacer, sé que lo estás haciendo y sé que lo culminarás.

Un corazón como el del Padre

Tal como la necesidad espiritual solamente puede ser saciada al entrar en intimidad con Dios, la misericordia es fruto del hambre y sed de justicia.
Bienaventurados los misericordiosos, pues ellos recibirán misericordia. Mateo 5:7 En esta bienaventuranza tenemos una de las más claras evidencias de que es Dios el que está obrando transformación en la vida y no la persona misma. La misericordia se refiere específicamente, a una sensibilidad al dolor de otros que, a su vez, produce un deseo de aportar alivio al afligido. No cabe duda de que esta postura refleja el carácter de nuestro Dios, pues la misericordia tiene que ver con un corazón compasivo, bondadoso y tierno. No mide si la otra persona es merecedora de nuestra socorro, sino que se da a sí mismo por el bien del otro.
Conforme a la progresión espiritual que vamos observando, es natural que crezca en nosotros, esta actitud de misericordia, fruto del hambre y sed de justicia. Esta necesidad espiritual solamente puede ser saciada al entrar en intimidad con Dios mismo. La cercanía a Su Persona, no solamente sacia las necesidades de nuestra alma, sino que comienza a contagiarnos de la misma visión que Dios tiene de la gente. Ya no juzgamos con dureza a aquellos que están en situaciones difíciles, condenándolos porque vemos en sus vidas las claras consecuencias del pecado. Más bien, comenzamos a comprender que son personas atrapadas en un sistema maligno, cegadas por las tinieblas de este mundo, que necesitan con desesperación que alguien se les acerque para indicarles el camino hacia la luz y la vida.
¡Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos recibirán aún mayores demostraciones de misericordia!

¿Es bíblico orar a María / los santos?

El hecho de que los católicos oren a los santos es un asunto muy confuso. La posición oficial de la Iglesia Católica Romana, es que los católicos no es que oren directamente a los santos o a María, sino que los católicos piden a los santos y a María que oren, intercedan por ellos. La posición oficial de la Iglesia Católica es que en pedir a los santos por oraciones, no hay ninguna diferencia a que le pidas a alguien aquí en la tierra que ore por ti. Sin embargo, la práctica de la mayoría de los católicos difiere mucho de la enseñanza oficial de la Iglesia Católica Romana. Muchos católicos, de hecho, oran directamente a los santos y/o María, pidiéndoles ayuda, en vez de pedirles a los santos y/o María que intercedan ante Dios por ayuda. Cualquiera que sea el caso, ya sea que se ore a un santo o a María, o el pedirles que oren, ninguna de estas prácticas tiene una base bíblica.

La Biblia en ninguna parte instruye a los creyentes en Cristo a orar a nadie más que a Dios. Tampoco la Biblia, en ningún lugar, anima ni menciona que los creyentes le pidan oraciones a individuos en el cielo. ¿Por qué entonces, muchos católicos oran a María y/o a los santos, o les piden orar por ellos? Porque los católicos ven a María y a los santos como “intercesores” ante Dios. Por lo tanto, si un santo le lleva una oración a Dios, es más efectivo que el que oremos directamente a Dios. Este concepto es evidentemente anti-bíblico.Hebreos 4:16 nos dice que nosotros, los creyentes aquí en la tierra, “... acerquémonos, pues, confiadamente al trono de la gracia, para alcanzar misericordia y hallar gracia para el oportuno socorro.”


1 Timoteo 2:5 declara, “Porque hay un solo Dios, y un solo mediador entre Dios y los hombres, Jesucristo hombre.” No hay nadie más que pueda ser mediador ante Dios por nosotros. Si Jesús es EL ÚNICO mediador, eso indica que María y los santos no pueden ser mediadores. Ellos no pueden ser mediadores de nuestras peticiones en oración a Dios. Más aún, la Biblia nos dice que Jesucristo mismo intercede por nosotros ante el Padre “por lo cual (Jesucristo) puede también salvar perpetuamente a los que por él se acercan a Dios, viviendo siempre para interceder por ellos.” (Hebreos 7:25). Con Jesús mismo intercediendo por nosotros, ¿por qué necesitamos que María o los santos intercedan por nosotros? ¿A quién escuchará Dios que sea más cercano que Su Hijo? Romanos 8:26-27 describe al Espíritu Santo intercediendo por nosotros. Con el segundo y tercer miembro de la Trinidad ya intercediendo por nosotros ante el Padre en el Cielo, ¿qué necesidad habría de tener a María o a los santos intercediendo por nosotros?