El otro día noté lo muy necesitado que estaba; cuando alguien me habló de una forma incorrecta, respondí de la forma en la que menos pensaba hacerlo. Mi vocabulario está cambiando y esa es señal de que me estoy alejando de ti.

He tratado de leer tu Palabra y ya no siento el mismo gusto que sentía antes, a veces creo que lo sé todo, que no hay nada que pueda aprender o que alguien me pueda enseñar.. ¡Ay Dios! ¡Cuánto te necesito! He perdido mi humildad, he dejado de ser como un niño para convertirme en un “adulto” sabelotodo.
Te sirvo Señor, y sin embargo siento que no lo hago con la misma intención de antes. Recuerdo cuando oraba antes de cada servicio, recuerdo cómo me preparaba tan minuciosamente, recuerdo lo importante que era para mí hacer el trabajo que me habías encomendado, sin embargo me miro hoy en día y me doy cuenta que lo hago sólo por hacerlo, que todo se ha convertido en una rutina y he dejado escapar aquella pasión que un día existió en mi corazón por hacer tu obra.