jueves, 7 de marzo de 2019

Archívalos y sigue avanzando

El oído que escucha las amonestaciones de la vida, entre los sabios morará. Proverbios 15;31
Recuerdo un sabio consejo que una vez me dio un amigo que era locutor de radio. Al principio de su carrera, mientras luchaba por saber cómo manejar tanto las críticas como los elogios, sintió que Dios lo instaba a archivar ambas cosas. ¿Cuál es la esencia de lo que aprendió? Aprender lo que se pueda de la crítica y aceptar los elogios. Luego, archivar ambas cosas y seguir avanzando humildemente en la gracia y el poder de Dios.
Las críticas y los elogios despiertan en nosotros emociones intensas que, si no se controlan, pueden llevarnos a detestarnos o a aumentar nuestro ego. En Proverbios 15;30-31 leemos sobre los beneficios del estímulo y del consejo sabio: «la buena nueva conforta los huesos, y el oído que escucha las amonestaciones de la vida, entre los sabios morará
El que tiene en poco la disciplina, menosprecia su alma; mas el que escucha la corrección tiene entendimiento» (15:32).
Si somos el blanco de una reprimenda, decidamos que eso nos sirva de ayuda. Si somos bendecidos con palabras de elogio, que nos sintamos renovados y llenos de agradecimiento. A medida que caminamos humildemente con Dios, Él puede ayudarnos a aprender de las críticas y los elogios, a archivarlos y seguir avanzando en su amor.
Señor, ayúdame a crecer y mejorar mediante las críticas y los elogios.
Aprende de los elogios y de las críticas; luego, archívalos y sigue avanzando.

Antes bien, dé gracias a Dios - Gracias, Señor

Antes bien, dé gracias a Dios
Si es posible, en cuanto dependa de vosotros, estad en paz con todos los hombres. Romanos 12:18
Resultado de imagen de Antes bien, dé gracias a DiosEn aquel entonces, apenas me había convertido, me era casi imposible vivir en paz con la gente. La mayoría de las veces que abría mi boca era para decir algo desagradable. Constantemente hería a las personas allegadas a mí y, a decir verdad, les hablaba con más brusquedad que a los demás. Criticaba tanto a Gloria por la manera en que conducía que ella decidió no conducir cuando yo estaba con ella. Mis hijos empezaron a evitarme porque siempre estaba criticándolos. No quería ser tan insensible, pero no podía hacer otra cosa. Me dominaba el hábito de hablar groseramente y no sabía cómo despojarme de él.
Pero un día leí lo que dice Efesios 5:4: “Tampoco digáis palabras deshonestas, ni necedades, ni groserías que no convienen, sino antes bien acciones de gracias. Cuando leí esto, me di cuenta de que necesitaba reemplazar las palabras que solía decir con palabras de acción de gracias, y eso solucionaría mi problema. Después de todo, no podía hablar ásperamente y darle gracias a Dios al mismo tiempo, ni podía criticar a los que me rodeaban si tenía una actitud de agradecimiento hacia Dios.
Decidí de inmediato poner este principio en práctica. Un día, entré precipitadamente al dormitorio de mi hijo para regañarlo severamente por algo que había hecho, cuando de pronto, reconocí mi manera vieja de reaccionar. Me detuve y pensé: “La Palabra dice que esta clase de comportamiento está fuera de lugar, así que voy a detenerme y dar gracias a Dios”. Después de pasar unos minutos alabando y agradeciendo al Señor, no me sentía tan enojado como antes.
Si usted tiene la costumbre de hablar con brusquedad, empiece a despojarse de ese mal hábito. Cuando alguien le contradiga en el trabajo, en el colegio o en cualquier otro lugar y se sienta tentado a responder con palabras fuertes, ¡deténgase! Tómese unos momentos para agradecer y alabar a Dios. Una vez que empiece a pensar en la bondad de Dios, verá que esas palabras ásperas perderán su importancia.
En vez de usar su lengua para destruir a la gente, disciplínela para decir alabanzas a Dios, y entonces se le hará más fácil vivir en paz con los demás.