El Espíritu de Dios trabaja en cada creyente. No se limita a pastores y misioneros. Si ha recibido a Jesucristo como su Salvador personal, en usted mora el mismo poder que resucitó a Cristo de los muertos (Romanos 8.11). El Espíritu Santo derrama su poder para crear un carácter santo en todos los que obedecen al Señor.
El fruto del Espíritu recibe ese nombre y sus características, porque es la misma personalidad y conducta que el Espíritu Santo produce en los creyentes (Gálatas 5.22,23). Son cualidades que no podemos generar nosotros mismos. El mensaje más poderoso que podemos comunicar no es un testimonio ni un sermón; es la forma como vivimos cuando estamos bajo presión, sepultados bajo una avalancha de problemas, o cuando somos tentados.
El mundo necesita ver familias consagradas a Dios cuyos miembros se amen unos a otros; personas que actúen con integridad y decoro; hombres y mujeres que elijan la pureza moral. Es decir, el mundo necesita de creyentes que sean obedientes al Señor.
Los creyentes, al mostrar paz en vez de ansiedad, o demostrar paciencia en vez de decir una palabra hiriente, son testimonio de la hermosura del evangelio. Atraen a los que no conocen a Cristo por medio de palabras y hechos, y aunque éstos últimos puedan llegar a rechazar la doctrina, no ignorarán una vida recta.
El mensaje más fuerte del evangelio no proviene de un púlpito. El testimonio más poderoso en favor de Jesucristo, donde usted trabaja, vive o descansa, es usted mismo. Sométase a la obra del Espíritu Santo, y Él producirá una gran cosecha de fruto espiritual en su vida.
El fruto del Espíritu recibe ese nombre y sus características, porque es la misma personalidad y conducta que el Espíritu Santo produce en los creyentes (Gálatas 5.22,23). Son cualidades que no podemos generar nosotros mismos. El mensaje más poderoso que podemos comunicar no es un testimonio ni un sermón; es la forma como vivimos cuando estamos bajo presión, sepultados bajo una avalancha de problemas, o cuando somos tentados.
El mundo necesita ver familias consagradas a Dios cuyos miembros se amen unos a otros; personas que actúen con integridad y decoro; hombres y mujeres que elijan la pureza moral. Es decir, el mundo necesita de creyentes que sean obedientes al Señor.
Los creyentes, al mostrar paz en vez de ansiedad, o demostrar paciencia en vez de decir una palabra hiriente, son testimonio de la hermosura del evangelio. Atraen a los que no conocen a Cristo por medio de palabras y hechos, y aunque éstos últimos puedan llegar a rechazar la doctrina, no ignorarán una vida recta.
El mensaje más fuerte del evangelio no proviene de un púlpito. El testimonio más poderoso en favor de Jesucristo, donde usted trabaja, vive o descansa, es usted mismo. Sométase a la obra del Espíritu Santo, y Él producirá una gran cosecha de fruto espiritual en su vida.