sábado, 9 de enero de 2016

¡Prometido!

Dios no es hombre para que mienta, ni hijo de hombre para que se arrepienta. Él dijo, ¿y no hará? Habló, ¿y no lo ejecutará? Números 23:19
Lo que Dios había prometido, era poderoso también para cumplirlo. Romanos 4:21
"Ahora estoy al volante, pero te llamo en cuanto llegue…".
"Paso a recogerte sin falta a las ocho. Puedes contar conmigo; ¡te lo prometo!".
"Perdona, realmente me fue imposible… tuve un impedimento a última hora".
Este tipo de frases forma parte de nuestra vida cotidiana, son normales. El impedimento puede ser... miles de cosas: una llamada telefónica, un pequeño problema con alguien, una fuerte migraña, una reunión imprevista…o lo que aún es más serio, un accidente grave, un paro cardíaco, la muerte…
Cuando se promete hacer algo, se suele tener la firme intención de cumplir la promesa. Pero en la práctica hay que sobreentender: salvo si hay un imprevisto… (lea Santiago 4:13-15). No se puede prever un accidente, enfermarse o perder repentinamente a un ser querido. En el mundo donde vivimos estamos sometidos, lo queramos o no, a todo tipo de factores externos que actúan sobre nosotros.

Luz en las tinieblas

La entrada del Mesías a la Tierra es el anticipo a aquel momento en que las tinieblas dejarán de existir por completo.
1:1 En el principio ya existía el Verbo, y el Verbo estaba con Dios, y el Verbo era Dios.
1:2 Él estaba con Dios en el principio.
1:3 Por medio de él todas las cosas fueron creadas; sin él, nada de lo creado llegó a existir.
1:4 En él estaba la vida, y la vida era la luz de la humanidad.
1:5 Esta luz resplandece en las tinieblas, y las tinieblas no han podido extinguirla.
1:6 Vino un hombre llamado Juan. Dios lo envió
1:7 como testigo para dar testimonio de la luz, a fin de que por medio de él todos creyeran.
1:8 Juan no era la luz, sino que vino para dar testimonio de la luz.
1:9 Esa luz verdadera, la que alumbra a todo ser humano, venía a este mundo.
1:10 El que era la luz ya estaba en el mundo, y el mundo fue creado por medio de él, pero el mundo no lo reconoció.
1:11 Vino a lo que era suyo, pero los suyos no lo recibieron.
1:12 Mas a cuantos lo recibieron, a los que creen en su nombre, les dio el derecho de ser hijos de Dios.
1:13 Éstos no nacen de la sangre, ni por deseos *naturales, ni por voluntad humana, sino que nacen de Dios.

1:14 Y el Verbo se hizo hombre y habitó entre nosotros. Y hemos contemplado su gloria, la gloria que corresponde al Hijo unigénito del Padre, lleno de gracia y de verdad. Juan 1:1-14
Debemos tener en cuenta que en el período en el que se escribió este evangelio, la oscuridad constituía una verdadera limitación para la humanidad. Cuando caía el atardecer y se ponía el sol, la gran mayoría de las actividades del día cesaban. Los hombres no poseían aún los medios como para prolongar con iluminación artificial las horas hábiles del día, de manera que la noche imponía serios obstáculos para las actividades de la población.
La analogía revela cuán profunda es la incapacidad del hombre de discernir los caminos correctos que debe escoger en la vida. Incluso a los que poseen mejor vista, la noche no les permite ver nada con claridad. Todo permanece entre penumbras, escondido en un mundo de sombras y siluetas. La necesidad de la luz se intensifica pues sin ella, avanzar en el camino resultará extremadamente tortuoso y complejo.
Y la luz de Cristo es más intensa que las tinieblas, de modo que la oscuridad no puede sojuzgarla.

La fe y la conducta cristiana

Acordaos de vuestros pastores, que os hablaron la palabra de Dios; la fe de los cuales imitad, considerando cuál haya sido el éxito de su conducta. Hebreos 13:7
La ética se define como el estudio de la conducta humana dentro del contexto de la moral y buenas costumbres. Evidentemente, el contexto puede variar por cuestiones culturales, emocionales, espirituales, sociales, económicas, y también individuales. Por ejemplo, en China la gente se viste de blanco cuando están de luto. Sin embargo, la mayoría de la gente se viste de negro cuando está de luto. Aún así, ambas culturas hacen “algo” similar cuando están de duelo. 

Si hablamos de ética cristiana, estamos hablando de reglas de conducta cristiana que, bíblicamente hablando, deberían ser iguales para todos los creyentes, independientemente de las cuestiones económicas, culturales, sociales o educacionales. Esto seria lo ideal, pues estamos asumiendo que todos los cristianos han nacido en verdad, de nuevo, que leen la Biblia y conocen las Escrituras, que han venido a seguir los nuevos valores morales y de conducta que nos rigen desde que recibimos a Cristo y Nacimos de nuevo. Éstos pueden resumirse en los mandamientos, los cuales recordaremos basándonos en Éxodo 20:

Sino tenga vida eterna

Dios sabe quién eres, te ama y quiere que lo conozcas a Él y lo ames.
¿Cómo se logra esto?
Primero, tienes que admitir que, como todos, eres un pecador. Ser pecadores significa que somos imperfectos y hacemos lo incorrecto; nos quedamos cortos al intentar alcanzar su perfección. También significa que estamos separados de Él y merecemos su juicio.
Sino tenga vida eterna¡Pero Él nos ama! Dios envió a su propio hijo, Jesucristo, para morir por nuestros pecados, y Él murió por tus pecados. Fue castigado para que tú no tengas que ser castigado. No solo eso, sino que la muerte no lo derrotó a Él. Después de tres días, Jesús resucitó de entre los muertos, ¡nuevamente vivo!
Confiar en el sacrificio de Jesús es la única forma de encontrar el perdón de Dios y de comenzar una relación con Él. Para tomar este paso, simplemente habla con Dios, se llama orar, y dile que crees en su Hijo. 
“Querido Señor Jesús,
Sé que soy un pecador. Te pido perdón y me aparto del pecado. Creo que moriste por mis pecados y resucitaste para darme una nueva vida. Te entrego el control de mi vida. Confío en ti como mi Señor y Salvador por el resto de mi vida.
En tu nombre, amén.”