En muchas oportunidades he visto a personas escapar cuando ven a un mendigo, no sólo porque pide dinero, sino por la apariencia que presenta que, casi siempre, va acompañada de un olor nauseabundo, porque su ropa está manchada por las bebidas alcohólicas que ha estado consumiendo, porque es probable que haya estado buscando alimentos en los basureros, o por no poder tomar una ducha,...
Una vez escuché la historia de un joven que hizo algo ilógico y verdaderamente altruista. Se acercó a un mendigo que pedía en la calle y, para sorpresa de todos los que estaban cerca, no sólo se quitó el abrigo que tenía, sino que también se sacó los zapatos y la camisa, e intercambió sus prendas con la ropa que el mendigo llevaba puesta. Muchos se quedaron sorprendidos al ver que este joven hacía esto amor y no por apariencia u obligación.
Ustedes conocen la gracia generosa de nuestro Señor Jesucristo. Aunque era rico, por amor a ustedes se hizo pobre para que mediante su pobreza pudiera hacerlos ricos. 2 Corintios 8:9 (NTV)
Reflexionando sobre este hecho, vi que son pocas las personas que realmente han entendido el amor de Dios por sus almas. La palabra de Dios dice que siendo rico se hizo pobre por amor. Podríamos decir que virtualmente se quitó la ropa para ponerse en el lugar del necesitado, tal y como hizo ese joven. En su desprendimiento, pudimos ver el reflejo del amor de Dios en su vida.
Y yo con el mayor placer gastaré lo mío, y aun yo mismo me gastaré del todo por amor de vuestras almas, aunque amándoos más, sea amado menos. 2 Corintios 12:15 (RV)