“Considera al íntegro y mira al justo, porque hay un final dichoso para el hombre de paz” (Salmos 37:37, RV95).
Arístides (530-468 a.C .) es un personaje histórico poco conocido, que constituye un verdadero ejemplo a imitar para quienes vivimos en tiempos de carencia de líderes íntegros, tanto a nivel político, como económico, social y, lamentablemente, religioso.
Conocido con el sobrenombre de “el Justo”, Arístides fue un político griego que se negó al cohecho, a beneficiarse del dinero público que pasaba por sus manos, y a hacer favores a sus amigos utilizando su influencia. No buscó nunca la gloria personal a pesar de que obtuvo grandes victorias en el campo de batalla. El historiador griego Heródoto se refirió a él como “el mejor y más honorable hombre de Atenas”, y de manera similar lo hizo Platón.
Paradójicamente, su integridad le granjeó el odio de sus conciudadanos de Atenas. Tanto, que en el 482 a.C. lo expulsaron de la ciudad. “Yo ni siquiera conozco a ese hombre, decía un ateniense que había votado a favor de su expulsión, pero estoy cansado de oír que es el más justo”. A pesar de que regresaría posteriormente al liderazgo político, Arístides murió pobre, como consecuencia de haberse negado toda su vida a dejarse corromper.