domingo, 14 de julio de 2019

Mi Dios eres Tú

“Pero tú me sacaste del vientre materno; me hiciste reposar confiado en el regazo de mi madre. Fui puesto a tu cuidado desde antes de nacer; desde el vientre de mi madre mi Dios eres tú. No te alejes de mí, porque la angustia está cerca y no hay nadie que me ayude”.
Salmo 22:9-11
Este salmo escrito por David, aunque expresa mucho de lo que estaba sintiendo cuando lo escribía, es un salmo mesiánico en el que se relatan los padecimientos que pasaría Jesucristo al morir en la cruz y los sentimientos que experimentaría.
Resultado de imagen de Mi Dios eres túEl salmista comienza expresando su angustia, tristeza y la lejanía que siente de Dios ante los problemas que está afrontando. ¿Por qué me has desamparado? –es su primera interrogante. ¿Por qué no me escuchas si clamo a ti día y noche? Eso le daba vueltas en la cabeza una y otra vez. Igual como muchas veces nosotros también nos sentimos y pensamos cuando atravesamos el desierto.
Pero después de expresar eso, David comienza a recordar y relatar las grandezas que Dios había hecho en medio de su familia y en su pueblo. Dios había dado pruebas suficientes de que había estado con sus padres y aquella nación. Es entonces cuando él reclama para sí esas promesas. Porque precisamente en todas esas promesas que están escritas en la Biblia, es donde nuestra fe se incrementa y también donde acudimos ante el Padre a pedirle que nos auxilie, que así como estuvo con otros, esté también con nosotros.

La prueba produce paciencia

“sabiendo que la prueba de vuestra fe produce paciencia.” Santiago 1:3.

Todo cristiano maduro sabe que las pruebas son parte de la vida cristiana, ya que a través de las pruebas el Señor nos va perfeccionando, nos hacen crecer en la fe y nos permiten 
ver la gloria de Dios. 
Cuando Santiago escribió la epístola, la iglesia estaba pasando por persecución y tribulación. 
Hay una razón más por la que Dios permite las pruebas, y es que al pasar por pruebas se produce en nosotros paciencia, que es también un fruto del Espíritu Santo. 
Muchas veces pedimos a Dios que nos dé paciencia, pero no estamos dispuestos a pasar por el proceso que usa Dios para producirla. Por naturaleza somos impacientes, de ahí que pecamos a la manera del rey Saúl, y nos adelantamos a hacer lo que no deberíamos. (1 Samuel 13:1-14)
Mas Dios no ha cambiado sus métodos para moldear a sus siervos. Los grandes héroes de la fe tuvieron sus errores y fracasos, pero finalmente aprendieron; llegaron a ser pacientes. ¿Cómo? Por medio de la prueba: “sabiendo que la prueba de vuestra fe produce paciencia.” Santiago 1:3.
El patriarca Abraham tuvo que esperar veinticinco años para recibir la promesa del nacimiento de Isaac. (Génesis 12:3; 15:2,3; 17:1; 21:5) Aunque es cierto que cometió errores, finalmente su fe se perfeccionó al extremo que llegó a ser llamado: “el padre de la fe”.

Jacob, nieto de Abraham, igualmente tuvo que pasar por un largo proceso hasta ser transformado. 
Resultado de imagen para JACOB Y RAQUELHay en la vida de Jacob una hermosa historia de amor, ya que tuvo que esperar catorce años para poder unirse a su amada Raquel. (Génesis 29:18-30) A Jacob le pareció que catorce años eran pocos porque amaba a Raquel, preciosa enseñanza. Cuando amamos a Dios y le servimos con amor, el tiempo nos parece muy corto. Imaginemos los días de sol, de arduo esfuerzo que pasó Jacob durante catorce años; esa prueba produjo en él esa joya que es la paciencia. Paciencia que tomada de la mano del amor trajo la recompensa, el galardón, la unión con su amada. En efecto, es la paciencia la que nos ayudará a unirnos con aquel que es señalado entre diez mil. (Hebreos 6:15; 10:36; Apocalipsis 3:10; 14:12)

¡Amor que vence!

Todo aquel que cree que Jesús es el Cristo es nacido de Dios; y todo aquel que ama al que engendró ama también al que ha sido engendrado por él. En esto conocemos que amamos a los hijos de Dios, cuando amamos a Dios y guardamos sus mandamientos, pues éste es el amor a Dios: que guardemos sus mandamientos; y sus mandamientos no son gravosos, porque todo lo que es nacido de Dios vence al mundo; y ésta es la victoria que ha vencido al mundo, nuestra fe. ¿Quién es el que vence al mundo, sino el que cree que Jesús es el Hijo de Dios? 1 Juan 5: 1-5 (Reina-Valera 1995).
perfecto amorSi hay algo que realmente haga feliz a un padre es que amen a sus hijos, pues el amar al hijo te redirige a amar también a su padre o viceversa, el amar a un padre te llevará a amar a sus hijos.
¨Todo aquel que cree que Jesús es el Cristo, es nacido de Dios; y todo aquel que ama al que engendró ama también al que ha sido engendrado por él.¨ 1 Juan 5:1 (Reina-Valera 1995).
Todo se debe rodear de AMOR, esa pequeña y corta palabra de solo cuatro letras que posee un significado tan profundo. También son cuatro letras las que dan el nombre de quien es el causante de tan gran sentimiento: DIOS.
Nosotros nos convertimos en hijos de Dios al creer en Jesús y abrirle nuestro corazón. Al hacer esto estamos reconociendo y aceptando el amor de Dios, y eso nos llevará a amarlo también.
Y ese amor que recibimos debemos compartirlo con los demás. Un buen hijo de Dios se identifica principalmente por el amor que hay en él y que refleja, porque Dios es amor; si tan solo tratáramos con amor a todos lo que nos rodean y los miráramos siempre con amor, existirían menos pleitos y contiendas.
Aparte de esto, cuando amamos también obedecemos, pues lo que menos queremos es entristecer el corazón de esa persona que nos ama, y eso es lo que Dios también nos pide que hagamos; al hacerlo le estaremos demostrando nuestro amor.
 ¨Y éste es el amor: que andemos según sus mandamientos. Éste es el mandamiento: que andéis en amor, como vosotros habéis oído desde el principio.¨ 2 Juan 1:6 (Reina-Valera 1995).