miércoles, 8 de febrero de 2017

A Él sí le importa

Hay sensaciones en la vida que seguramente la mayoría de los seres humanos compartimos. Una de ellas es la de estar enamorado, otra es la de sentirse herido y entre muchas más, está también el sentir que hacemos algo que nadie valora.
Hay relatos relacionados con esta sensación hechos por adultos y adolescentes. Todos comparten una raíz común: el querer hacer algo “bueno” que parece ser poco relevante para el resto. Por ejemplo, nada parece suficiente para mantener satisfechos a los padres, y aunque los hijos se esfuercen por “portarse bien” puede ser que tampoco sea suficiente. 
Ser joven y cristiano no es una tarea fácil. Quienes son jóvenes y lean estas líneas van a compartir esta declaración. En una sociedad en donde se promueve el individualismo, el excesivo respeto a la vida personal de tu pareja, en donde se promueve la experimentación sexual como práctica necesaria para tener un matrimonio feliz y un sinfín de “actividades” como éstas, ser jóvenes y mantener los principios que rigen nuestra vida no es sencillo. Es muy posible que incluso dentro de la misma familia haya momentos en los que tampoco sea valorado ser honesto, querer servir a Dios con todas las fuerzas de la juventud y reservar el sexo para el matrimonio, ya que no ha sido una práctica que se fomente desde el hogar; es más, es probable que si existen hermanos, éstos no participen de estos principios, y los padres no se “espantan” ni creen que estos hijos son “malos” o irresponsables, lo que hace abundar aún más la sensación de que “a nadie le importa que sea diferente”, o el que “a nadie le importaría si no fuese diferente”. ¡Es igual!

Porque el Señor al que ama disciplina

Porque el Señor al que ama, disciplina, y azota a todo el que recibe por hijo. Hebreos 12:6
Unos de los grandes problemas que hoy presenta la humanidad es la responsabilidad de los padres de enseñar, corregir y disciplinar a los hijos. Hoy la sociedad ha cambiado algunas características de las responsabilidades de los padres ante los hijos.
Específicamente en la corrección y disciplina, los padres ya no cumplen esta responsabilidad eficientemente. De hecho, las leyes han establecido pautas, restricciones y penas como límites a los padres de hasta dónde pueden corregir y disciplinar a sus hijos.
También los padres por falta de tiempo, por muchas ocupaciones o por pereza, prefieren permitir a los hijos que tengan actitudes y comportamientos verdaderamente cuestionables y hasta moralmente mal vistos por los mismos hombres. Pero los padres no entienden que disciplinando a sus hijos les están manifestando y demostrando amor.
Nosotros también tenemos un Padre que nos ama, pero que también nos corrige y nos disciplina. Nuestro Padre no es como los padres de la sociedad de hoy, nuestro Padre no falla en disciplinarnos, pues cuando caemos en pecado y no obedecemos, viene la disciplina de Dios sobre nosotros.  
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  - Disciplina. ¿Qué es?
Educar, instruir, enseñar.   
Corregir.   
Castigar, azotar. 
Entonces, Dios nos corrige, nos castiga.

 - Dios es nuestro Padre.
Aquellos que obedecen a Dios en todo son llamados hijos de Dios, por lo cual Dios es su padre. 1 Juan 3:1  2 Corintios 6:18  Como hijos de Dios, somos educados, enseñados con la palabra de Dios. Sabemos que Dios nos ha dejado su palabra y ha establecido evangelistas, maestros para instruir a sus hijos en el camino de Dios.

3  - ¿Por qué Dios nos disciplina?
Un padre disciplina a su hijo no por maldad, sino porque quiere que sea un hombre o una mujer de bien, que tenga costumbres y comportamientos moralmente buenos. El padre no quiere que su hijo sea drogadicto, ni fornicario, ni mujeriego, borracho, asesino, ladrón, mal vecino, mala gente,... por ello lo disciplina. Si no lo hace, está tratando a su hijo como si no le importara, como si fuera un bastardo. Para Dios no somos bastardos sino hijos verdaderos, y por ello nos disciplina.  Hebreos 12:8 
Dios quiere que disfrutemos de la comunión con Él, que obtengamos la vida eterna, que participemos de su santidad.  Hebreos 12:10  Hebreos 12:14  1 Corintios 11:31-32 
Dios no quiere que los que han obedecido el evangelio se pierdan, que sean condenados eternamente.
¿Y por qué nuestros hijos se pierden, llevan una vida desordenada? Primero porque les hemos dado mal ejemplo, y segundo porque no tuvimos el carácter preciso, la templanza para disciplinarlos. Dios no es así.  Job 5:17.  
Cuando nos hacemos tercos, rebeldes a la palabra de Dios, no pensamos que Dios nos castigará. Él lo hará, nos castigará por nuestro bien.  
Cuando no contamos con la protección de Dios, el mundo, el diablo, las potestades superiores de maldad, pueden hacer añicos nuestra vida. Cuando nos apartamos de Dios quedamos desamparados. Cuando nos hacemos obstinados, Dios nos puede desechar, como le paso Esaú o al rey Saúl. Hebreos 12:15-17 

Un Tesoro Entre Ruinas

“Tu eterna palabra, oh Señor, se mantiene firme en el cielo” (Salmo 119:89, NTV).

Sabía lo que buscaba, y estaba seguro de que había más de lo que le habían mostrado quince años atrás. En su primer viaje, en 1844 al monasterio de Santa Catalina, al pie del monte Sinaí, en Egipto, Konstantin von Tischendorf, lingüista alemán, teólogo, filólogo y filósofo (1815-1874), había encontrado 43 hojas de pergamino que contenían partes de Jeremías, Nehemías, Crónicas y Ester. Las había hallado en un canasto, junto a otras secciones de manuscritos, a punto de ser quemadas como basura en los hornos del monasterio.
De nuevo volvió en 1853, pero no logró recuperar más que dos fragmentos del libro de Génesis. Auspiciado por el Zar de Rusia, Alejandro ll, Konstantin volvió otra vez en 1859. Llegó allí el 14 de enero, pero no pudo encontrar nada. El 4 de febrero, el día antes de partir a El Cairo en camello, mostró al encargado del monasterio una copia de la edición de la Septuaginta que él mismo había publicado recientemente en Leipzig. En respuesta, el encargado afirmó que él también tenía una copia de la Septuaginta, y extrajo del armario de su cuarto un manuscrito envuelto en género rojo. Era el Códice Sinaítico.
El Códice Sinaítico, o Codex Sinaiticus, es un manuscrito uncial del siglo IV de la versión en griego de la Biblia. Originalmente, contenía todo el Antiguo Testamento en griego (la Septuaginta), pero la versión que hoy tenemos solo contiene parte de la Septuaginta, todo el Nuevo Testamento en griego, la Epístola de Bernabé y fragmentos de El Pastor de Hermas. Junto con el Codex Alexandrinus y el Codex Vaticanus, el Codex Sinaiticus es uno de los manuscritos de mayor valor para la crítica textual del Nuevo Testamento en su versión griega, al igual que la Septuaginta.

En todas las circunstancias

Dad gracias en todo, porque esta es la voluntad de Dios para con vosotros en Cristo Jesús. 1 Tesalonicenses 5:18
En el barrio residencial donde vivo, nos quejamos permanentemente de los cortes de luz. Pueden ocurrir tres veces en la semana y durar todo un día. Es difícil soportar los inconvenientes cuando no se pueden usar los aparatos básicos de la casa.
Una vecina creyente suele preguntarme: «¿También hay que dar gracias a Dios por esto?», refiriéndose a 1 Tesalonicenses 5:18: «Dad gracias en todo, porque esta es la voluntad de Dios para con vosotros en Cristo Jesús». Y siempre respondemos que sí, aunque nuestras quejas cada vez que se corta la luz contradicen esta afirmación. (Aunque desconocemos el fin...)
No obstante, un día, nuestra creencia en dar gracias a Dios en cualquier circunstancia cobró un nuevo significado cuando, al volver de mi trabajo, encontré a mi vecina visiblemente estremecida mientras exclamaba: «Gracias a Dios se cortó la luz. ¡La casa se hubiera quemado y mi familia hubiera muerto!». Un camión había chocado contra un poste y los cables de alta tensión habían caído sobre varias casas. Si hubieran tenido electricidad, habrían quemado todo.
Puede ser difícil decir «gracias, Señor» en medio de pruebas, pero podemos estar agradecidos de que nuestro Dios considera que cada situación es una oportunidad para confiar en Él, veamos sus propósitos o no.

Señor, ayúdame a verte en cada circunstancia.
Por la gracia de Dios, podemos dar gracias en todo.