Hay sensaciones en la vida que seguramente la mayoría de los seres humanos compartimos. Una de ellas es la de estar enamorado, otra es la de sentirse herido y entre muchas más, está también el sentir que hacemos algo que nadie valora.
Hay relatos relacionados con esta sensación hechos por adultos y adolescentes. Todos comparten una raíz común: el querer hacer algo “bueno” que parece ser poco relevante para el resto. Por ejemplo, nada parece suficiente para mantener satisfechos a los padres, y aunque los hijos se esfuercen por “portarse bien” puede ser que tampoco sea suficiente.
Ser joven y cristiano no es una tarea fácil. Quienes son jóvenes y lean estas líneas van a compartir esta declaración. En una sociedad en donde se promueve el individualismo, el excesivo respeto a la vida personal de tu pareja, en donde se promueve la experimentación sexual como práctica necesaria para tener un matrimonio feliz y un sinfín de “actividades” como éstas, ser jóvenes y mantener los principios que rigen nuestra vida no es sencillo. Es muy posible que incluso dentro de la misma familia haya momentos en los que tampoco sea valorado ser honesto, querer servir a Dios con todas las fuerzas de la juventud y reservar el sexo para el matrimonio, ya que no ha sido una práctica que se fomente desde el hogar; es más, es probable que si existen hermanos, éstos no participen de estos principios, y los padres no se “espantan” ni creen que estos hijos son “malos” o irresponsables, lo que hace abundar aún más la sensación de que “a nadie le importa que sea diferente”, o el que “a nadie le importaría si no fuese diferente”. ¡Es igual!
Ser joven y cristiano no es una tarea fácil. Quienes son jóvenes y lean estas líneas van a compartir esta declaración. En una sociedad en donde se promueve el individualismo, el excesivo respeto a la vida personal de tu pareja, en donde se promueve la experimentación sexual como práctica necesaria para tener un matrimonio feliz y un sinfín de “actividades” como éstas, ser jóvenes y mantener los principios que rigen nuestra vida no es sencillo. Es muy posible que incluso dentro de la misma familia haya momentos en los que tampoco sea valorado ser honesto, querer servir a Dios con todas las fuerzas de la juventud y reservar el sexo para el matrimonio, ya que no ha sido una práctica que se fomente desde el hogar; es más, es probable que si existen hermanos, éstos no participen de estos principios, y los padres no se “espantan” ni creen que estos hijos son “malos” o irresponsables, lo que hace abundar aún más la sensación de que “a nadie le importa que sea diferente”, o el que “a nadie le importaría si no fuese diferente”. ¡Es igual!