Cualquiera que alguna vez leyera o escuchara el poema hecho canción, titulado “Gracias a la vida”, no podría imaginarse que ese tributo de gratitud, estaba disfrazado de sarcasmo, dolor, muerte.
Algunos de los versos de dicho tema decían:
No es discutible el optimismo que destila la legendaria composición, la misma que bien pudo ser todo un himno de gratitud por lo vivido. Sin embargo no fue así, pues la autora de tan exquisito legado poético y musical (Violeta Parra), después de haber tenido una vida de agitación y afanes diarios, además de un desgaste emocional entre dos matrimonios fallidos y una última relación amatoria tormentosa, tomó la fatal decisión de quitarse la vida, irónicamente aquella “vida” a la que en sus versos agradecía.
Los entendidos hablaron de depresión; y el mundo sigue hablando de ella y de su trabajo devastador. Sí, depresión: un mal que carcome la existencia; que avanza silenciosamente como un cáncer, superando, por lo general, la acción de cuantos profesionales, terapias, y medicamentos se recomienden.
Porque la depresión es un arma poderosa que sigue usando el enemigo para acabar con la humanidad, para robarnos la esperanza, para debilitarnos la fe, para sellarnos los sentidos y no dejarnos percibir que al final del túnel, al final del túnel... hay una luz llamada Jesús.