-Primero, como creyentes actuamos con la impresión de que la vida debe ser fácil, y que Dios debe evitar que nos suceda cualquier tragedia. Cuando no lo hace, nos enojamos con Él.
Las tragedias traen al hogar la terrible verdad de que no estamos en control. Todos nosotros pensamos, en uno u otro momento, que podemos controlar el resultado de las situaciones, pero en realidad es que Dios es quien está a cargo de toda Su creación. Todo lo que sucede es causado o permitido por Dios. Ni un pajarillo, ni un cabello de nuestra cabeza cae a tierra sin el conocimiento de Dios (Mateo 10:29-31). Podemos quejarnos, enojarnos, y culpar a Dios por lo que nos sucede. Sin embargo, si confiamos en Él y rendimos ante Él nuestro dolor y amargura, reconociendo nuestro pecado de soberbia, al tratar de forzar nuestra voluntad sobre la Suya, Él puede y nos brindará Su paz y fortaleza para pasar a través de cualquier situación difícil (1 Corintios 10:13). Muchos creyentes en Cristo pueden dar testimonio de este hecho. Podemos estar enojados con Dios por muchas razones, así que todos debemos aceptar en algún momento, que hay cosas que no podemos controlar o entender con nuestra mente finita.