“Hazme andar por el camino de tus mandatos, porque allí es donde encuentro mi felicidad.”
Salmos 119:35 (NTV).
La plenitud de cualquier persona se encuentra en DIOS. Jesucristo es la pieza que falta en el alma del ser humano, por lo que aquel que finalmente la tiene no debe buscar en nada ni en nadie más su felicidad. Nuestro Señor lo describió de esta manera:
Mientras Jesucristo more en el corazón del creyente, éste será saciado por DIOS mismo. No obstante, a menudo los creyentes permiten que los afanes y cargas que "vivir" trae consigo mermen su felicidad, enfocándose en lo que no se tiene. Pero cuando uno enfoca el corazón en lo más importante, en DIOS y en sus planes, las cargas y afanes son consumidos y se puede de nuevo ser feliz. El afán y la amargura son pesados, hacen pesada la vida, opacan la vista espiritual impidiendo ver a DIOS y sus bendiciones. Por lo que para encontrar de nuevo la felicidad uno tiene que pedir perdón por esos "desvíos" al SEÑOR y trabajar en tener un arrepentimiento auténtico. Cada vez que el creyente confiesa sus pecados a DIOS, encuentra alegría al estar a cuentas con el Altísimo por medio de Jesucristo, pues se le ha perdonado todo y es libre de culpa (Romanos 4:7).