“Señor, Tú creaste mis entrañas;
me formaste en el vientre de mi madre.
¡Te alabo porque soy una creación admirable!
¡Tus obras son maravillosas,
y esto lo sé muy bien!
Tus ojos vieron mi cuerpo en gestación:
todo estaba ya escrito en tu libro;
todos mis días se estaban diseñando,
aunque no existía uno solo de ellos”. Salmo 139; 13,14,16
me formaste en el vientre de mi madre.
¡Te alabo porque soy una creación admirable!
¡Tus obras son maravillosas,
y esto lo sé muy bien!
Tus ojos vieron mi cuerpo en gestación:
todo estaba ya escrito en tu libro;
todos mis días se estaban diseñando,
aunque no existía uno solo de ellos”. Salmo 139; 13,14,16
Con el nombre va mi propósito, va mi llamado y te dice quién es tu dueño ¡Como te puse nombre eres mío!
Un día Raquel, yendo para la Casa de Pan (Belén), tuvo dolores de parto y dio a luz un varón al que puso por nombre Benoni: “hijo de mi tristeza”. Ese hijo iba a crecer con culpa, con auto-reproche. La tristeza estaba marcada desde el mismo parto.
Pero su padre, Jacob, le cambió el nombre y le puso Benjamín: “hijo de mi mano derecha”.
El padre canceló la infancia triste, el auto-reproche, y lo llevó a Belén.
El padre canceló la infancia triste, el auto-reproche, y lo llevó a Belén.
Dios no te va a dejar a mitad del camino, te va a llevar a la Casa de Pan, porque Nuestro Padre siempre tiene la última palabra sobre nosotros, y Él te dice: ¡A pesar del dolor no nos vamos a quedar aquí!
Todo lo que Dios haga de bueno en nuestras vidas se lo vamos a pasar a nuestros hijos y nietos.
El Señor me llamó antes de que yo naciera,
en el vientre de mi madre pronunció mi nombre.
Hizo de mi boca una espada afilada,
y me escondió en la sombra de su mano;
me convirtió en una flecha pulida,
y me escondió en su aljaba”. Isaías 49:1-2
en el vientre de mi madre pronunció mi nombre.
Hizo de mi boca una espada afilada,
y me escondió en la sombra de su mano;
me convirtió en una flecha pulida,
y me escondió en su aljaba”. Isaías 49:1-2
Habla de un proceso en el que “somos flechas en las manos de Dios”. Una flecha para ser usada en una batalla tiene que pasar por un proceso, por eso todavía estás en la aljaba. Dios te eligió antes de que nacieras y en el vientre de tu madre pronunció tu nombre. Cuando vas creciendo empiezan a verse las cosas que se diseñaron allí.