sábado, 10 de diciembre de 2016

Bondad constante

Antes sed bondadosos unos con otros, misericordiosos, perdonándoos unos a otros, como Dios también os perdonó a vosotros en Cristo. (Efesios 4:32).
De niños, a todos nos encanta leer libros infantiles en los que se destacan las payasadas y bondades de los protagonistas, pero de igual manera conviene destacar sus corazones, bondades y amabilidad de caracteres, lo cual es mucho mejor que ser sabio.
Bien, pero, ¿quién no ha lastimado el corazón de alguien querido con una palabra dura? Al hacerlo, perturbamos la paz del momento y destruimos gran parte del bien que hemos hecho por aquellos a quienes amamos. Como dijo Hannah More, escritora, filántropa inglesa y especialista en religión: «Una pequeña descortesía es una gran ofensa».
Pero aquí está la buena noticia: toda persona puede volverse bondadosa. Quizá no podamos predicar un mensaje inspirador, responder preguntas difíciles ni evangelizar multitudes, pero sí podemos ser amables.
¿Cómo? Con la oración. Solo así puede ablandarse nuestro corazón: «Pon guarda a mi boca, oh Señor; guarda la puerta de mis labios. No dejes que se incline mi corazón a cosa mala... » (Salmo 141:3-4).
En un mundo donde el amor se ha enfriado, la bondad que brota del corazón de Dios es lo más útil y sanador que podemos ofrecer.
Señor, ayúdame a usar mis palabras para alentar a todos.
«Saber que Dios me amó sin límites me impulsa a amar a otros del mismo modo». Oswald Chambers

Esta pregunta también es para usted

Ninguno de los discípulos se atrevía a preguntarle: ¿Tú, quién eres? sabiendo que era el Señor. Juan 21:12
Yo (Saulo)… respondí: ¿Quién eres, Señor? Y me dijo: Yo soy Jesús de Nazaret. Hechos 22:8
{CAPTION}Jesús hizo esta primera pregunta a sus discípulos:¿Quién dicen los hombres que es el Hijo del Hombre?” (Mateo 16:13). Las respuestas fueron muy diferentes: “Unos, Juan el Bautista; otros, Elías; y otros, Jeremías o alguno de los profetas”. ¡Todas estas respuestas fueron incorrectas! Entonces Jesús les hizo una segunda pregunta: “Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?” Pedro respondió: “Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente” (versos 15-16).
¡Hermosa respuesta! Esta segunda pregunta nos debe interpelar a decir nuestro parecer. Para mí, para usted, ¿quién es Jesús? ¿Dónde encontrar la respuesta? ¿En amigos, vecinos o líderes religiosos? ¿La conocen ellos? Para saber quién es Jesús, escuchemos a aquellos que vivieron con Él y hablaron de Él en los evangelios, dando un testimonio preciso: Jesucristo es el Hijo de Dios, el Salvador del mundo. Un centurión romano, cerca de la cruz, exclamó: Verdaderamente éste era Hijo de Dios” (Mateo 27:54). Los apóstoles y muchas otras personas dieron testimonio no solo de la venida del Cristo, de su muerte en la cruz, sino también de su resurrección. Jesús, el Hijo del Dios viviente, había dicho con antelación que Él tenía el poder para dejar su vida y para volverla a tomar (Juan 10:18).
Una vez resucitado, apareció en su majestad a Juan, uno de los últimos testigos, y le dijo: “No temas; yo soy el primero y el último; el que vive. Estuve muerto, mas he aquí que vivo por los siglos de los siglos, amén. Y tengo las llaves de la muerte y del Hades” (Apocalipsis 1:17-18).

El camino a la perfección

Resultado de imagen de El camino a la perfección“El camino de los justos es como la luz de un nuevo día: va en aumento hasta brillar en todo su esplendor” (Proverbios 4:18).
Un profesor de cerámica dividió a su clase en dos grupos. Uno sería evaluado exclusivamente por la cantidad de trabajo que fueran capaces de llevar a cabo. Así, la máxima calificación sería hacer cincuenta vasijas de barro. Por su parte, el otro equipo recibiría su calificación únicamente por la calidad del trabajo realizado. Este grupo solo tenía que modelar una vasija pero, eso sí, debía ser perfecta.
El resultado de la prueba fue muy revelador: prácticamente todas las vasijas de mayor nivel fueron hechas por el grupo que sería valorado en función de la cantidad, no de la calidad. Lo que sucedió es que, vasija tras vasija, los componentes del primer grupo iban aprendiendo de los errores cometidos y creciendo como ceramistas sobre la marcha, sin mucha teorización, gracias a lo reveladora de la experiencia. Por su parte, los alumnos del segundo grupo se sentaron a teorizar acerca de la perfección y no se pusieron de acuerdo. Todos estaban preocupados sobre cómo lograr la vasija perfecta, pero en la práctica ninguno de sus argumentos los condujo a conseguirlo.

Madiba

Nelson Mandela-2008 (edit).jpg“Dichosos de aquí en adelante los que mueren unidos al Señor. Sí -dice el Espíritu-, ellos descansarán de sus trabajos, pues sus obras los acompañan” (Apocalipsis 14:13).

Un día como hoy, el mundo fue sacudido por la noticia del deceso de Nelson Rolihlahla Mándela, conocido en la escena internacional como Nelson Mandela, y en su país como Madiba (el nombre de su clan). Faltaría espacio para explayarnos en su vida y obra. Fue el principal opositor del Apartheid, régimen racista que gobernó Sudáfrica desde 1948 hasta 1992. Por dicha oposición pasó veintisiete años en la cárcel. Sin embargo, mira lo que sucedió: en 1990 fue liberado, en 1993 recibió el premio Nobel de la paz por evitar una guerra civil, y en 1994 se convirtió en el primer presidente negro de Sudáfrica y en el primer mandatario sudafricano electo a través del voto universal.
La vida de Mándela se caracterizó por la defensa del perdón. Logró unificar un país devastado por el racismo, abrazó a las mismas personas que lo habían encarcelado y se dedicó por completo a trabajar a favor de la verdadera reconciliación de Sudáfrica. Para ello creó la Comisión para la Verdad y la Reconciliación. Él fue un digno ejemplo de este pasaje bíblico: “Revístanse de sentimientos de compasión, bondad, humildad, mansedumbre y paciencia” (Colosenses 3:12). Richard Stengel, periodista y escritor norteamericano, dijo que Mándela quizá haya sido “el último héroe puro” que quedaba en el mundo.