Antes sed bondadosos unos con otros, misericordiosos, perdonándoos unos a otros, como Dios también os perdonó a vosotros en Cristo. (Efesios 4:32).
De niños, a todos nos encanta leer libros infantiles en los que se destacan las payasadas y bondades de los protagonistas, pero de igual manera conviene destacar sus corazones, bondades y amabilidad de caracteres, lo cual es
mucho mejor que ser sabio.
Pero aquí está la buena noticia: toda persona puede
volverse bondadosa. Quizá no podamos predicar un mensaje inspirador, responder
preguntas difíciles ni evangelizar multitudes, pero sí podemos ser amables.
¿Cómo? Con la oración. Solo así puede ablandarse
nuestro corazón: «Pon guarda a mi boca, oh Señor; guarda la puerta de mis
labios. No dejes que se incline mi corazón a cosa mala... » (Salmo
141:3-4).
En un mundo donde el amor se ha enfriado, la bondad
que brota del corazón de Dios es lo más útil y sanador que podemos ofrecer.
Señor,
ayúdame a usar mis palabras para alentar a todos.
«Saber que Dios me amó sin límites me impulsa a amar a otros del mismo modo». Oswald Chambers
«Saber que Dios me amó sin límites me impulsa a amar a otros del mismo modo». Oswald Chambers