A veces el panorama parece que nos intimida; aquello que se ha convertido en el mayor problema que hemos vivido los últimos tiempos, nos está robando la paz, el sueño, ése que tal pareciera que se nos ha ido, y nuestra mente tiene un sólo pensamiento: ese problema que nos acecha.
Recuerda lo que ya sabes, levanta tu vista al cielo por un momento y date cuenta que en esos cielos interminables hay un Dios infinito, capaz de hacer cualquier cosa, capaz de cambiar cualquier panorama, capaz de sanar cualquier enfermedad si así fuese su voluntad.
Deja de ver todo lo terrenal y enfócate en lo espiritual, el problema ya estaba allí y si ya no está en tus manos la solución, no tienes por qué seguir viendo lo terrenal; es hora de dirigir tu vista al cielo, es hora de que deposites tu confianza en el único que nunca falla.